Resulta interesante repasar una serie de novedades políticas sudamericanas registradas durante la última semana, no para hacer una comparación lineal con lo que ocurre en la Argentina, pero sí para tomar nota y pensar en contexto la realidad nacional. Continuar leyendo
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¡Es Sudamérica, estúpido!
Es apasionante seguir de cerca la campaña presidencial en Brasil. Allí se juega en las próximas semanas buena parte del futuro de Sudamérica, un territorio que en los últimos años protagonizó mejoras en sus índices económicos y sociales con una intensidad desconocida en 40 años.
Ningún país sudamericano es igual al otro. Pero algún elemento común hay. La mayor parte de los habitantes del subcontinente mejoraron en sus condiciones de vida durante administraciones que suelen tener más o menos grandes oposiciones “por derecha” -sector donde se ubican importantes sectores empresarios incluidos los mayores medios de comunicación- y pequeñas oposiciones “por izquierda”.
La oposición argentina elige cada tanto elogiar la marcha de países de la región que serían “distintos” a la Argentina por ser más “serios”. Históricamente, Chile y Uruguay. En 2011 precandidatos que competían contra Cristina Kirchner como el radical Ricardo Alfonsín mencionaban a Brasil. Intelectuales de centroderecha alaban incluso el crecimiento económico de Perú.
Para 2014 las cosas parecen haber cambiado un poco. El “enamoramiento” opositor local está ahora puesto no tanto en oficialismos vecinos sino en versiones también opositoras, como la que encarna la candidata Marina Silva en el vecino país.
Es muy interesante apreciar algunas situaciones durante la campaña electoral brasileña:
La primera tiene que ver con la similitud de algunos debates que se dan allí entre el oficialismo y la oposición con los que se registran en la Argentina. Por un lado, cuánto cambio y cuánta continuidad está reclamando la sociedad a sus dirigentes.
Algunas pistas: el eslogan de la presidenta Rousseff es “más cambios, más futuro”. Una forma clara de plantear que la demanda por modificaciones en la situación actual puede provenir del propio oficialismo.
A su vez, Marina Silva, como principal contendiente opositora discute con el Gobierno pero evita pararse en la idea del “puro cambio”. Asegura que espera generar una mezcla de las políticas de Fernando Henrique Cardoso y las de Lula Da Silva. Si se quiere, como planteó en su momento Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires “mantener lo bueno y cambiar lo malo”.
Además, Silva, al igual que hace aquí el PRO en la Argentina y ahora también Massa, que estrenó en un spot la palabra “distinto”, se presenta a sus electorers como “diferente”. Asegura que el PT y el PSDB vienen “peleando” hace 20 años y que se alejaron de los problemas de la gente.
Además -ya vivimos aquí esa polémica la semana pasada cuando Mauricio Macri prometió una eliminación de Ganancias par trabajadores- Silva hace promesas y Rousseff exige que la candidata opositora diga de dónde va a sacar el dinero para financiarlas.
También como acá hay peleas ideológicas de fondo. La presidenta brasileña cargó con dureza contra Silva por plantear la autonomía absoluta del Banco Central, la acusó de querer dejar así la autoridad monetaria en manos de los banqueros. Se sabe: los principales accionistas del Banco Itaú, la mayor entidad financiera privada de América Latina, tienen sus fichas puestas en Silva.
A seguir de cerca esta campaña porque allí se juega buena parte del futuro sudamericano y -seguramente- veremos los debates de mañana en Argentina expuestos hoy.
Palabra de Lula
Al tiempo que comienza la Copa del Mundo, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Lula Da Silva, está en plena campaña para que Dilma Rousseff sea reelecta como presidenta de Brasil en octubre próximo.
Me gustaría destacar algunos conceptos que el ex mandatario brasileño viene repitiendo hace ya bastante tiempo, pero que en lo que va de este mes volvió a mencionar en una entrevista que ofreció a la revista Carta Capital y en un acto del que participó en el estado de Rio Grande do Sul.
En la mayoría de estas frases puede verse cómo las preocupaciones que tiene un gobierno como el de Cristina Kirchner no son tan diferentes de las que enfrenta el actual oficialismo brasileño. Una relación más que tensa con los grandes medios de comunicación, obstáculos para hacer llegar con éxito su mensaje político a la mayoría de la población, preocupaciones sobre cómo enfrentar las cambiantes demandas de la sociedad en un contexto en el que se siente el natural desgaste que implica ejercer el poder y llevar adelante una gestión nacional por más de una década.
El PT en Brasil y el Frente para la Victoria en la Argentina perciben el panorama político de manera similar: su principal oposición está en un espectro de centroderecha, fogoneada por medios de comunicación y algunos sectores empresarios. Y también se le enfrentan grupos más pequeños “por izquierda”.
En la posibilidad que tengan de seguir llegando con políticas efectivas a la mayoría de la población -sobre todo a la más postergada- y de comunicar con éxito su mensaje se verá su capacidad de que estos oficialismos (allá en octubre de este año y aquí en octubre de 2015) puedan revalidar su primacía electoral.
Dice Lula, entre otras cosas, por estos días:
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“Voy a repetir una cosa que es una angustia que tengo. Yo creo que por el tratamiento que la prensa le ha dado al gobierno de Dilma, el pueblo brasileño no sabe ni el 30 por ciento de lo que el gobierno de Dilma está haciendo”.
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“Descubrí que hay un proceso de desinformación premeditado, para que la gente sólo sepa lo que anda mal en el país”.
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“Es inaceptable la falta de respeto a Dilma. Si quieren hablar mal, háganlo en el editorial del diario. Pero a la hora de la cobertura del hecho, publíquenlo como es”.
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“Ahora dicen que si alguien entró a la universidad fue porque estudió mucho. Si alguien consiguió un empleo, fue por esfuerzo propio. Todo ahora giró hacia ‘el esfuerzo propio’ y yo me pregunto: si esas personas son tan esforzadas ¿por qué no conquistaron eso durante los gobiernos anteriores”.
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“Tenemos que aprender a hablar con el pueblo, para que entienda el momento histórico. El joven que ahora tiene 18 años de edad tenía 6 años cuando gané la primera elección, 14 años cuando dejé de ser presidente. Si él se trata de informar por la televisión, es un analfabeto político. Si se trata de informar por la prensa escrita, con raras excepciones, también es un analfabeto político. Los medios de comunicación están tratando de mostrar todo lo negativo. Ahora, si tenemos la capacidad de decir que seguramente su padre vivía en un mundo peor que el suyo, y si empezamos a mostrar cómo ocurrió el cambio, estoy seguro de que va a entender que todavía falta mucho, pero que en 12 años se han dado pasos adelante”.
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“¿Qué es malo? La hipocresía. Tenemos un sector medio de la sociedad, que fue aplastado entre los logros sociales de la parte más pobre de la población y de los ricos, que ganaron dinero también. La clase media, en varios sectores, ganó proporcionalmente menos. Cada vez que un pobre se eleva un escalón, quien está diez pasos por encima cree haber perdido algunas cosas. Marilena Chaui tiene una tesis que me parece correcta: un sector de la clase media brasileña, a veces también es progresista, desde el punto de vista social, pero no aprendió a socializar los espacios públicos y entonces se incomodó”.
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“El Gobierno no se comunica, se lo dije a Guido Mantega, para que se lo diga a Dilma: viendo cómo está el mundo hoy, cada dos meses el gobierno tiene que hacer igual como una empresa con los fondos de pensión. O sea: usted tiene que hacer viajes y convencer al fondo de que su empresa es rentable y vale la pena invertir. Entonces, cada dos meses el gobierno brasileño tiene que ir a Nueva York, no para hablar con jubilados brasileños, sino con el inversor. Ya hablé con Itamaraty, con Bradesco, Santander, todos se disponen a articular los mayores debates brasileños para mostrar al mundo las realizaciones y potencialidades. Petrobras tiene que viajar cada 30 días adonde esté el inversor. No podemos confiar en un periodista inglés que copia el material de un periodista que vive en Río y busca material en los diarios para inspirarse”.
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“Con los BRICS, tenemos que tomar decisiones políticas. Somos una especie de péndulo en el planeta Tierra, entonces no podemos estar dependiendo de los dólares para hacer negocios.Tenemos que construir, y no esperar que el mundo construido en el siglo XIX, principios del siglo XX, viene a salvarnos. Podemos hacer la diferencia. Creo que el acuerdo por el negocio del gas entre Rusia y China fue aprobado con guantes de seda en la cara de la Alianza Atlántica. Creo que los BRICS deben trabajar como una especie de garantía para las cinco economías principales. ¿Por qué digo esto? Mercosur, cuando llegué a la presidencia, era inútil. El ALCA era el que estaba en la moda. No hemos implementado el ALCA y el Mercosur ha incrementado de 10.000 millones a 49.000 millones el flujo del comercio exterior. América del Sur no valía nada, y Brasil no conversaba con nadie, nadie conversaba con Brasil.”
¿+a vs. la región?
No fue una sorpresa que el discurso que llevó a Washington el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, chocara con posiciones del gobierno argentino, encabezado por la presidenta Cristina Kirchner. Sin embargo, resultó llamativo que sus palabras fueran tan diferentes de los habituales planteos que realizan los gobiernos del Mercosur y la mayoría de los mandatarios sudamericanos.
En una entrevista que concedió a la cadena CNN en la capital norteamericana, Massa expresó su posición personal sobre los conflictos políticos que se registran en Venezuela.
Allí le reclamó a “todos los países de la región” que le exijan a la Organización de Estados Americanos (OEA) intervenir mediante la aplicación de la llamada Carta Democrática Interamericana en el caso de Venezuela.
Massa consideró además que en Venezuela se producen “violaciones constantes a los derechos humanos”. En forma paralela, el diputado por el Frente Renovador evaluó que la Argentina y Estados Unidos deben tener una relación “profunda y seria” porque son “parte de una misma región”.
Los actuales gobiernos sudamericanos no tienen la misma posición sobre Venezuela, ni consideran a los Estados Unidos como parte plena de su “misma región”. En todo caso, señalan que su “región” la integran sus vecinos directos, los integrantes de la Unasur o los países latinoamericanos ahora reunidos en la Celac.
La posición de Massa es diferente de planteos de los presidentes sudamericanos, quienes se ocuparon de destacar la legitimidad del gobierno venezolano y al mismo tiempo de rechazar protestas violentas en ese país.
La flamante mandataria chilena, Michelle Bachelet, dijo el mes pasado al referirse a la situación de Venezuela: “jamás apoyaremos ningún movimiento que de manera violenta quiera derrocar a un gobierno constitucionalmente electo”.
A su vez, Dilma Rousseff advirtió que en Venezuela “es mucho mejor el diálogo que la ruptura institucional” y se ocupó de destacar que “Brasil no puede decir lo que ellos tienen que hacer”. Además resaltó algo que en varios de los interlocutores que el diputado Massa tuvo en Washington no parece muy claro: “Venezuela no es igual a Ucrania”, subrayó.
También hace algunas semanas, el presidente uruguayo, José Mujica, se mostró en contra de “cualquier injerencia del exterior, sea quien sea, en los asuntos de la sociedad venezolana”.
El líder del Partido de los Trabajadores brasileño, Lula Da Silva, por su parte, dijo hace algunas semanas en Cuba que el presidente venezolano, Nicolás Maduro “es un hombre muy bien intencionado” e instó a la “paz” en el país caribeño.
Las posiciones fueron similares a las de la presidenta Cristina Kirchner, quien pidió “respetar la democracia” en Venezuela y consideró que si a la oposición de ese país no le “tocó ganar las elecciones, habrá oportunidad en un próximo turno electivo de presentarse nuevamente”.
Con matices, el planteo también incluyó a sectores de la oposición en la Argentina. El Partido Socialista, encabezado por Hermes Binner, planteó su “absoluto apoyo a la defensa del orden constitucional” en Venezuela y destacó la importancia de respetar “la voluntad soberana del pueblo, expresada en las urnas hace pocos meses”.
También el planteo de Massa sobre Venezuela fue diferente de lo decidido por el Consejo Permanente de la OEA. El organismo rechazó la semana pasada una propuesta de Panamá para tratar la cuestión de las protestas en ese país con el respaldo de 22 países, tres votos en contra y nueve abstenciones. El expresidente colombiano Alvaro Uribe aseguró que entre las abstenciones, se contó la del gobierno de su país, que encabeza Juan Manuel Santos.
Las diferencias de Massa con el discurso habitual en la región también se vieron con respecto a la cuestión del Mercosur. Un periodista del diario The Washington Post con el que dialogó dijo que entre las intenciones del líder del Frente Renovador están “modernizar” el bloque regional. Además, según consignó Infobae, Massa señaló que, a su entender, la Argentina debe tener “un nuevo rol en un nuevo acuerdo del Pacífico”. Se trata de una serie de términos que no están en el vocabulario habitual de los jefes de Estado o las diplomacias de los países que integran el Mercosur desde hace varios años.
El exintendente de Tigre ha dicho muchas veces que “viene una época de construcción; el tiempo de los albañiles de la política, no para tirar todo abajo y empezar de nuevo sino para poner un ladrillo arriba para que a Argentina le vaya bien”. Pensando en la política exterior ¿será así en realidad?
América: ¿el 13 trae suerte?
Repasemos la situación política que enfrentan en lo que va de 2013 los presidentes sudamericanos, a los que vale la pena agregar la suerte del mexicano Enrique Peña Nieto, mandatario de uno de los tres mayores Estados al sur del Río Bravo. Comencemos por la llamada “Alianza del Pacífico”, un agrupamiento de países que buscó presentarse como la contracara del Mercosur y al que Washington ve con buenos ojos:
Esta semana se conoció una encuesta de Gallup, según la que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, cayó en la consideración pública del 46 al 21%. En el centro del malhumor social aparece la actitud del Gobierno frente a una protesta de campesinos: el 81% de los consultados dijo que desaprueba cómo actuó el jefe de Estado frente a esa cuestión. En Perú, se difundió el mes pasado una encuesta de la consultora GFK que determinó una merma en la aprobación de Ollanta Humala del 32 al 26%. El 54% se mostró de acuerdo con la idea de que el presidente “no combate la delincuencia”, el 51% evaluó que “no cumple con sus promesas”, en tanto que el 48% se mostró preocupado porque “los precios están subiendo”. En tanto, IPSOS-Perú detectó una caída de 4 puntos en la imagen de Humala, que quedó en torno al 29%. “No gobernamos con encuestas, eso déjenlo para los opinólogos”, replicó el presidente.
Apagá la tele
Se ha debatido en distintos ámbitos. Una de los ejes que el kirchnerismo puede explorar de cara a las elecciones de octubre es enfatizar sobre aspectos que hagan al futuro de los 40 millones de argentinos.
Si en la campaña para las primarias trató de hacer pie en la idea de que “en la vida hay que elegir”, resaltando las “opciones” que el Gobierno nacional tomó ante situaciones clave durante los últimos diez años, la posibilidad de plantear un horizonte de futuro aparece como una de las alternativas para el oficialismo en esta segunda etapa de la contienda electoral. Aun si no optara por la idea de “hacer promesas” por considerarlo “políticamente irresponsable” para quien está en el Gobierno, realizar propuestas para los próximos años sobre preocupaciones de distintos sectores de la población es un camino que puede emprender.
El estalinismo más blandito del mundo
El Frente para la Victoria hizo una mala elección en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Más allá de la polémica de si el resultado debe ser leído en términos nacionales o provinciales o si sacó algún voto más o menos que en 2009, los comicios fueron equiparables a aquellos, duros para el kirchnerismo.
El hecho revela una vez más la complejidad -¿o la fragmentación?-, la vitalidad, el empuje de una sociedad como la Argentina, que bien puede encumbrar a los oficialismos en un turno electoral o dar llamados de atención al oficialismo -a los oficialismos, porque hubo merma de votos en provincias y distritos de todos los colores, ¿o no?-.
¿Dónde quedó entonces la idea de la “legitimidad segmentada” con la que amonestó Elisa Carrió el triunfo de Cristina Kirchner en 2007? ¿Qué pasó con los todopoderosos “aparatos”? ¿Qué pasó con el opresor “clientelismo”? ¿Qué ocurrió con la necesidad de “liberar a nuestros hermanos pobres del clientelismo”, como también señaló en reiteradas oportunidades la ahora líder de UNEN? ¿Y con el peligro del “fraude”? ¿Qué pasó con el gobierno fascista, stalinista, opresor? ¿Qué ocurrió con la ‘República en peligro’?
Pasó que nada de eso existe en la sociedad argentina. Ni puede existir. Se trata de una sociedad que luego de la mayor presencia del Estado en los últimos diez años es más y no menos vital, activa y demandante, vote a quien vote. Ahora a unos o luego a otros.
Como lo indica la politóloga María Esperanza Casullo en un artículo reciente (“Liberal, clientelar o populista y clientelar: tres visiones entre sociedad civil y Estado en Latinoamérica”), “las relaciones entre sociedad civil y Estado no son necesariamente de suma cero; ciertamente, los grupos populares no entienden el juego de esta manera”.
“En gran medida, las demandas de los sectores populares se centran alrededor de la consecución de ‘más Estado’, es decir, más bienes públicos en sus comunidades, más políticas públicas dirigidas a ellos, mayores regulaciones hacia el mercado. El Estado no sólo ‘avanza’ hacia la sociedad por pura voluntad de dominio, sino que el establecimiento de las fronteras entre el uno y la otra es un proceso de marchas y contramarchas donde ambos actores manifiestan autonomía relativa”.
Así, más presencia del Estado de cara a la sociedad -que puede significar nuevas escuelas, ampliación de beneficios previsionales, la Asignación Universal por Hijo (AUH) o el nuevo régimen laboral que ampara al empleo doméstico- , bien puede significar más y no menos vitalidad y fortaleza de esa sociedad civil. El problema para entender esto lo tienen quienes ven cualquier situación de mayor presencia del sector público como pura cooptación, sujeción, debilitamiento de la sociedad civil.
O expresado de otro modo, como lo dijo el mes pasado la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff: “el pueblo cuanto más tiene más quiere”.
Larga vida a la vital sociedad civil argentina. Y ahora sí, a la disputa por las bancas, que faltan dos meses.
Brasil: una idea y cuatro datos
El “ABC”, como lo concebía Juan Domingo Perón, era una región conformada por Argentina, Brasil y Chile. Tomemos la idea.
Una primera pregunta que sirve como parámetro para empezar comprender las protestas registradas esta semana en Brasil es desentrañar si se trata de manifestaciones más parecidas a las que tuvieron lugar hace en Chile para exigir “educación gratuita y de calidad” o a los “cacerolazos” (“8N! y “18A”) en la Argentina.
Las manifestaciones de los jóvenes chilenos tuvieron la clara intención de reclamar mayor presencia del Estado para consagrar la educación como “derecho” y restringir la presencia de mecanismos de mercado en ese servicio público. En la Argentina los motivos de los “cacerolazos” fueron múltiples. Mi impresión es que en general no se pedía “más Estado” -salvo por la idea de más y mejor “seguridad”-. Lo “no dicho” de las protestas de noviembre y abril pasados en la Argentina fue el malhumor de un sector importante de la sociedad por las restricciones a la compra de dólares para atesoramiento.
En Brasil vimos, por un lado a sectores en la protesta que no son la “base” del oficialista PT. No son las “nuevas clases medias” que acaban de mejorar su nivel de consumo y de vida en las favelas, ni los sectores sociales del Nordeste brasileño, que recién ahora ven ante sí cierta presencia del Estado. A su vez, muestran consignas más “populares” que las del 8N y el 18A argentinos: el detonante es un aumento en la tarifa del transporte público y se habla también de salud y educación.
Ningún país de la región es igual a otro. Así, por ejemplo, si ordenamos las “transiciones” a la democracia en “el ABC” diremos que Chile tuvo el proceso más “negociado” con el régimen militar -con una constitución que lleva la marca del pinochetismo-; le sigue Brasil, que recién por estos días tiene en funcionamiento una “Comisión de la Verdad”, comparable a nuestra Conadep de 1984 y luego la Argentina, con el conocido “derrumbe” de la dictadura tras derrota en la guerra de Malvinas. Los fenómenos sociales no son por lo tanto “equiparables”. Sirve, más bien, sumar elementos, ponerlos en contexto, compararlos y tomar las conclusiones siempre “con pinzas”.
Agrego cuatro datos:
- El New York Times publicó una serie de gráficos en los que demostró que las tarifas de colectivos aumentaron bastante por encima de la tasa de inflación en los últimos años en Brasil. Y lo mismo ocurrió con los costos de los servicios privados de salud.
- Se habló la semana pasada de una caída en los índices de imagen de Dilma Rousseff. El politólogo André Singer destacó en una nota reciente de Folha de Sao Paulo que esa caída fue mucho más pronunciada en los sectores más acomodados de la sociedad.La aprobación hacia la presidenta brasileña entre quienes cobran más de diez salarios mínimos en Brasil era del 60 por ciento el año pasado y en la actualidad es del 43 por ciento, de acuerdo a la consultora Datafolha. Diecisiete puntos porcentuales menos, cuando esa caída entre quienes cobran hasta cinco salarios mínimos ha sido de 6 puntos.
- El sociólogo Emir Sader, alineado con el PT, señaló a través de una red social mientras las protestas se desarrollaban que una “fragilidad fundamental” del Gobierno brasileño ha sido la “ausencia de políticas específicas para la juventud”.
- Todas las encuestas difundidas en los últimos días en Brasil indican que Dilma Rousseff (se conoció en las últimas horas una de IBOPE) tiene una imagen positiva que supera el 55 por ciento y que está en carrera para ser reelecta en primera vuelta el año próximo.