Por: Nicolás Tereschuk
Resulta interesante repasar una serie de novedades políticas sudamericanas registradas durante la última semana, no para hacer una comparación lineal con lo que ocurre en la Argentina, pero sí para tomar nota y pensar en contexto la realidad nacional.
En Bolivia, se registraron una serie de elecciones subnacionales (segundas vueltas) que, a diferencia de lo ocurrido en los comicios nacionales de 2014, en los que Evo Morales resultó reelecto con más del 61 por ciento de los votos, resultaron no del todo alentadoras para el Movimiento al Socialismo (MAS). En Tarija, el candidato opositor por Unidad Departamental Autonomista (UD-A), Adrián Oliva, se impuso con el 60,69 por ciento de los votos contra el 39,31 por ciento para Pablo Canedo, del oficialismo. Se trata de un territorio que estaba gobernado hasta el momento por el MAS. La situación se encuentra reñida en el departamento de Beni donde este jueves, cuando permanecía escrutado el 94,64 por ciento del total, la oposición se imponía por 87 votos al MAS. Mientras se mantiene el predominio nacional por parte de Morales, por los comicios del año pasado, la situación a nivel local es diferente. El oficialismo sostiene cinco gobernaciones (Oruro, Potosí, Pando, Cochabamba y Chuquisaca), en tanto que la oposición se establecía en La Paz, Santa Cruz, Tarija -a lo que, como se mencionó, podría sumar Beni-. No se trata de extrapolar situaciones pero sí de recordar que las elecciones no funciona de la misma manera haciendo abstracción de candidatos, territorios y cargos en juego. La población de un mismo distrito bien puede votar a un partido a nivel nacional y a otro a nivel local. O hacer coincidir las opciones, en algunos casos.
En Chile, la presidenta Michelle Bachelet tomó el miércoles una medida extrema para retomar la agenda pública en medio de una crisis política. Pidió que todo su gabinete pusiera a disposición la renuncia. Un día después, se conocieron los resultados de la influyente encuesta CEP, que arrojó que la imagen de la Presidenta y de sus funcionarios había caído desde noviembre pasado. La única figura política del país sobre la que mejoró la consideración pública fue el expresidente derechista Sebastián Piñera (+4%) en un contexto en el que los niveles de aprobación de la coalición oficialista (15%) como de la opositora (12%) llegan a pisos históricos. De acuerdo a la encuesta, uno de los datos salientes es la cantidad creciente de chilenos que consideran que el gobierno está involucrado en hechos de corrupción. En junio de 2005, un 33 por ciento pensaba que “mucha gente” en el servicio público se encontraba vinculada a ese tipo de acciones. En noviembre pasado la cifra había subido a 39%. Y ahora se ubica en 53%. Además, las reformas -políticas, tributarias, electorales, de servicios sociales- impulsadas por Bachelet y que apuntan a modificar en parte el esquema de los últimos veinte años de democracia en el país, ampliando una serie de derechos ciudadanos, no cuentan por el momento con el respaldo que el gobierno esperaba por parte de la población.
En Brasil, el oficialista Partido de los Trabajadores vivió un nuevo cimbronazo. El martes pasado se emitió por televisión un spot televisivo en el que el expresidente Lula Da Silva ofreció un discurso y se plantearon bases programáticas del oficialismo. Y en distintas ciudades se escucharon “cacerolazos” en rechazo al partido gobernante. La protesta no se dirigió directamente a la presidenta Dilma Rousseff, quien no apareció en el video, aunque sí a su fuerza política. Las manifestaciones se registran en momentos en que el gobierno avanza con un paquete de ajuste fiscal y se conocen datos desalentadores de la economía, como una fuerte caída de la actividad industrial en el primer trimestre.
Estas situaciones en algunos de los países sudamericanos protagonistas del “giro a la izquierda” de los últimos años en la región hacen recordar los permanentes desafíos y la renovación de demandas ciudadanas, en un contexto de recrudecimiento de ataques provenientes del establishment económico y la derecha política. Nos llaman la atención sobre la relevancia que en nuestros países adquiere la pericia, la capacidad que pueda tener el presidente para mantener bajo control una serie de recursos clave de poder en un contexto que siempre puede deparar sorpresas y dificultades.
Se trata de una serie de aspectos que conforman el marco regional en el que tendrán lugar las elecciones presidenciales en la Argentina. Al mismo tiempo, resulta un ejercicio interesante repasarlos y verificar el relativo acuerdo que existe en la Argentina gobernada por Cristina Kirchner -al menos desde lo discursivo- con una serie de políticas públicas actuales que la mayoría de los candidatos a sucederla en el cargo afirman que no modificacán sustancialmente.
¿Deberá enfrentar en los próximos meses dificultades y desafíos similares a los de sus colegas de la región? ¿Le tocará algo de eso al próximo presidente? Las próximas semanas irán develando estas y otras incógnitas.