Por: Nicolás Tereschuk
Los oficialismos provinciales volvieron a mostrar en el “superdomingo” electoral que resulta muy difícil derrotarlos si es que la mayoría de las variables de la gobernabilidad local se encuentran bajo control. Así, en un día en que votó el 20 por ciento del padrón nacional no hubo “batacazos” o grandes cambios de escenario o de “clima” electoral de todo el país.
En la Ciudad de Buenos Aires, el macrista Horacio Rodríguez Larreta se impuso con comodidad. Aunque no logró retener todos los votos PRO de las primarias, superó por 20 puntos a Martín Lousteau, con quien disputará el ballottage. No alcanzó la “proeza” de ganar en primera vuelta, algo con lo que algunas encuestadoras lo habían esperanzado en los últimos días. Pero está muy cerca de retener la Capital para el partido amarillo.
En Córdoba, Unión por Córdoba seguirá gobernando de la mano del ex gobernador y ex vicegobernador Juan Schiaretti. En La Rioja, Sergio Casas mantendrá la preeminencia histórica del justicialismo en el marco del Frente para la Victoria. Y también en Corrientes se impuso el oficialismo en los comicios legislativos. En las primarias de La Pampa, el kirchnerismo resultó derrotado y Carlos Verna será el candidato a gobernador, aunque el actual mandatario, Oscar Jorge, logró la postulación que buscaba, para la intendencia capitalina.
Los resultados provinciales no deben leerse linealmente en clave nacional. Sin embargo, las interpretaciones aparecen. Así, todos los precandidatos presidenciales buscaron mostrar que son competitivos electoralmente, pero ninguno de ellos pudo mostrar un enorme cambio de escenario con respecto al día anterior.
Por ejemplo, la alianza opositora que integra el PRO y que encabezó el radicalismo en La Rioja y en Córdoba no pudo hacer cambiar de signo a esas dos provincias a las que tiene entre ceja y ceja desde 2013 cuando estuvo a escasos votos de imponerse en comicios legislativos.
Hasta aquí, en las elecciones provinciales anticipadas sólo cambiaron de signo político Mendoza y Tierra del Fuego, una para la oposición nacional y otra para el oficialismo. Los restantes oficialismos locales, como se dijo, mostraron su fortaleza.
La relativa estabilidad de preferencias esperanza al Frente para la Victoria, que apuesta a que, con un piso de votos relativamente “alto” a nivel nacional y las variables económicas sin mostrar un ritmo de vértigo, pueda revalidar su presencia en la Casa Rosada. El actual oficialismo piensa que, como ocurre en las peleas por alguna Corona Mundial de box en Las Vegas o Nueva York, es el retador el que debe tratar de ganar por knock out para desbancar a quien detenta el título o mostrarse muy superior y con mucha claridad si es que quiere seducir a los siempre localistas jueces que se ubican en el ringisde.
Seguramente, a esta altura, Macri se lamentará no haber podido extender el dominio territorial del PRO más allá de la Avenida General Paz. Sobre todo cuando lleva a las urnas en todo el país a una fórmula netamente porteña. Estuvo muy cerca en las elecciones de Santa Fe, adónde el jefe de Gobierno porteño viajó varias veces y se mostró de la mano de Miguel Del Sel y del ahora candidato a gobernador Carlos Reutemann, pero finalmente sin éxito.
El oficialismo, por su parte, tendrá que seguir ajustando su discurso y sus gestos para mostrarse unido en la diversidad, ante un desafío electoral que no es menor. Es que, a diferencia de las últimas tres elecciones nacionales en las que fue ratificado al frente del Ejecutivo nacional, no llevará el apellido Kirchner en sus boletas presidenciales, con lo que se adentrará junto con el país en un terreno nuevo.