La hegemonía imbatible de los oficialismos

Los oficialismos provinciales volvieron a mostrar en el “superdomingo” electoral que resulta muy difícil derrotarlos si es que la mayoría de las variables de la gobernabilidad local se encuentran bajo control. Así, en un día  en que votó el 20 por ciento del padrón nacional no hubo “batacazos” o grandes cambios de escenario o de “clima” electoral de todo el país.

En la Ciudad de Buenos Aires, el macrista Horacio Rodríguez Larreta se impuso con comodidad. Aunque no logró retener todos los votos PRO de las primarias, superó por 20 puntos a Martín Lousteau, con quien disputará el ballottage. No alcanzó la “proeza” de ganar en primera vuelta, algo con lo que algunas encuestadoras lo habían esperanzado en los últimos días. Pero está muy cerca de retener la Capital para el partido amarillo.

En Córdoba, Unión por Córdoba seguirá gobernando de la mano del ex gobernador y ex vicegobernador Juan Schiaretti. En La Rioja, Sergio Casas mantendrá la preeminencia histórica del justicialismo en el marco del Frente para la Victoria. Y también en Corrientes se impuso el oficialismo en los comicios legislativos. En las primarias de La Pampa, el kirchnerismo resultó derrotado y Carlos Verna será el candidato a gobernador, aunque el actual mandatario, Oscar Jorge, logró la postulación que buscaba, para la intendencia capitalina.

Los resultados provinciales no deben leerse linealmente en clave nacional. Sin embargo, las interpretaciones aparecen. Así, todos los precandidatos presidenciales buscaron mostrar que son competitivos electoralmente, pero ninguno de ellos pudo mostrar un enorme cambio de escenario con respecto al día anterior.

Por ejemplo, la alianza opositora que integra el PRO y que encabezó el radicalismo en La Rioja y en Córdoba no pudo hacer cambiar de signo a esas dos provincias a las que tiene entre ceja y ceja desde 2013 cuando estuvo a escasos votos de imponerse en comicios legislativos.

Hasta aquí, en las elecciones provinciales anticipadas sólo cambiaron de signo político Mendoza y Tierra del Fuego, una para la oposición nacional y otra para el oficialismo. Los restantes oficialismos locales, como se dijo, mostraron su fortaleza.

La relativa estabilidad de preferencias esperanza al Frente para la Victoria, que apuesta a que, con un piso de votos relativamente “alto” a nivel nacional y las variables económicas sin mostrar un ritmo de vértigo, pueda revalidar su presencia en la Casa Rosada. El actual oficialismo piensa que, como ocurre en las peleas por alguna Corona Mundial de box en Las Vegas o Nueva York, es el retador el que debe tratar de ganar por knock out para desbancar a quien detenta el título o mostrarse muy superior y con mucha claridad si es que quiere seducir a los siempre localistas jueces que se ubican en el ringisde.

Seguramente, a esta altura, Macri se lamentará no haber podido extender el dominio territorial del PRO más allá de la Avenida General Paz. Sobre todo cuando lleva a las urnas en todo el país a una fórmula netamente porteña. Estuvo muy cerca en las elecciones de Santa Fe, adónde el jefe de Gobierno porteño viajó varias veces y se mostró de la mano de Miguel Del Sel y del ahora candidato a gobernador Carlos Reutemann, pero finalmente sin éxito.

El oficialismo, por su parte, tendrá que seguir ajustando su discurso y sus gestos para mostrarse unido en la diversidad, ante un desafío electoral que no es menor. Es que, a diferencia de las últimas tres elecciones nacionales en las que fue ratificado al frente del Ejecutivo nacional, no llevará el apellido Kirchner en sus boletas presidenciales, con lo que se adentrará junto con el país en un terreno nuevo.

Presidenciales: algunas rupturas y continuidades

Cerraron las listas, se larga la carrera presidencial “en serio” y conviene tener algunas cuestiones en cuenta para quien quiera saber cómo funciona una elección nacional en la Argentina.

Así, se podría destacar que, desde que funciona esta “nueva” democracia nacida en 1983  hasta aquí es la primera vez que:

  • Finaliza un gobierno, un proyecto político que supera los doce años en el poder.

  • Un presidente que lleva ocho años en el cargo y que ha atravesado situaciones políticas y económicas de “alto voltaje” finaliza el mandato con importantes niveles de aprobación en la ciudadanía y de capacidad de incidencia al interior de su partido.

  • Tras un gobierno peronista, la enorme mayoría de la dirigencia del PJ se encolumna detrás de la fórmula presidencial consagrada para competir en los comicios. Ahí están las voces de respaldo al binomio Daniel Scioli-Carlos Zannini entre los miembros del Consejo Nacional y del Congreso Nacional del Partido Justicialista. No ocurrió de esa forma cuando el justicialismo definió que Eduardo Duhalde compitiera por la Presidencia en 1999.

  • En este sentido, Cristina Kirchner podría protagonizar un momento único en la historia del peronismo: entregarle la banda y el bastón presidenciales a otro peronista. Eso ocurrió en el particular traspaso entre Néstor y Cristina Kirchner. Pero nunca con un dirigente con “otra” trayectoria política.

  • La propuesta no peronista con más posibilidades, el PRO, apuesta con Mauricio Macri y Gabriela Michetti por una fórmula “pura” para competir desde la oposición en los comicios nacionales (por ejemplo Hermes Binner-Norma Morandini provenían de partidos distintos en 2011; también Elisa Carrió y Rubén Giustiniani en 2007 o la exitosa Fernando de la Rúa-Carlos “Chacho” Alvarez en 1999).

  • Un gobernador bonaerense, como Daniel Scioli, tiene posibilidades serias de convertirse en presidente. Eduardo Duhalde intentó en 1999 romper el “maleficio” de los gobernadores de la Provincia, pero no lo logró. Llegó luego al sillón de Rivadavia, pero sin haber sido votado.

  • Finaliza un mandato largo y la economía se mantiene por el momento estable. No hay hiperinflación, como al final del mandato de Alfonsín, ni hiperendeudamiento e hiperdesocupación, como cuando Menem finalizó su gestión.

También hay continuidades:

  • El peronismo apuesta una vez más a ganar en primera vuelta. Se entusiasma con algunos elementos que le dan sustento a esa hipótesis. Con un peronismo unido y una economía estable, ese partido tiene un piso de votos “alto”. Hay que recordar que Eduardo Duhalde, en 1999, con un peronismo fragmentado y desgastado rozó el 40 por ciento de los votos. Y que la Constitución Nacional, pactada por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, permite ganar en primera vuelta con el 45 por ciento de los votos o con el 40 por ciento y una diferencia de 10 puntos sobre el principal contendiente.

  • También se debe destacar que el mecanismo del balotaje nunca se utilizó desde que fue instaurado por la Constitución de 1994. Se pudo haber usado en la muy especial elección de 2003, pero finalmente no tuvo su debut.

  • La mayoría de los gobernadores e intendentes del PJ siguen teniendo una voz importante a la hora de las definiciones electorales en el oficialismo. Es sabido que los “responsables” de territorios se sentían más cómodos con una fórmula única -encabezada por Scioli- que con una interna que involucrara al contendiente Florencio Randazzo.

  • La principal propuesta opositora se juega con una fórmula de dos dirigentes que desarrollaron su carrera política en la Ciudad de Buenos Aires, como Macri y Michetti, tal como había ocurrido, por ejemplo, en el caso de De la Rúa y “Chacho” Alvarez.

  • La UCR vuelve a delegar el liderazgo nacional de la oposición y apuesta a ganar intendencias, gobernaciones y bancas legislativas. Ocurrió también en 2007, cuando llevó como candidato al peronista Roberto Lavagna.

Quizás los lectores encuentren más de estas rupturas y continuidades, sobre todo cuando la campaña comience oficialmente a desarrollarse.

Orden y progreso en las filas oficialistas

En los últimos días, la capacidad del oficialismo de ubicarse en el centro de la escena política nacional ha sido notable. Esta situación adquiere todavía más relieve si se tiene en cuenta que se desarrolla sin cuestionamientos abiertos al liderazgo que la presidenta Cristina Kirchner ejerce sobre el Frente para la Victoria (FPV), a pocos días de cumplirse doce años del inicio de la gestión de Néstor Kirchner y apenas un semestre antes de que finalice el actual mandato.

Repasemos algunos hechos que colocaron al oficialismo en un lugar importante de la agenda pública, como una fuerza que hace preparativos para volverse -una vez más- competitiva en términos electorales: Continuar leyendo

Recalculando el ciclo

El PRO, de Mauricio Macri, tiene a la palabra “cambiar” como su único eslogan en esta etapa previa al inicio formal de la campaña presidencial. La idea de que la clave del momento está en el “cambio” y que su postulación implica el anhelo de una mayoría electoral, en contra de las aspiraciones de “continuidad” del Frente para la Victoria viene siendo expresada desde hace tiempo por el jefe de Gobierno porteño.

Sin embargo, ese camino elegido por Macri ya encontró varios obstáculos. Sobre todo cuando el consenso actual en el sistema político es que la presidenta Cristina Kirchner conserva buenos niveles de aceptación en el tramo final de su mandato.

Recordemos lo que ocurría más de un año atrás. Luego de que el Frente para la Victoria fuera derrotado en 2013 por una alianza que el PRO integró en la provincia de Buenos Aires junto con el naciente Frente Renovador, Macri salió a decir que en el país se registra un “fin de ciclo” para los que “gobernaron los últimos 30 años”.

Hacia agosto del año pasado, cuando las variables económicas se encontraban todavía bastante agitadas, pudieron leerse expresiones del líder del PRO en las que afirmó que “los distintos candidatos del peronismo, con sus distintas virtudes, son los mismos que han gobernado” en los últimos “30 años”.  ”Nos han prometido de todo y han cumplido muy poco”, señaló. Ya a esta altura, la UCR había quedado afuera de las críticas de Macri, que preparaba un acercamiento a aquel partido.

Lo que se vio a partir de allí por parte de Macri más bien hace pensar que de la idea de un seguro “fin de ciclo” que auguraban los ideólogos se está “recalculando”.

Así, para marzo de este año, cuando Cristina Kirchner ya había enfrentado los momentos más difíciles del “caso Nisman” y recuperado su centralidad política, el líder del PRO dijo, por ejemplo, que de ser presidente, en el manejo de Aerolíneas Argentinas va a “buscar la mejor solución para que la gente tenga la mejor respuesta del Estado”. La idea de un “cambio completo” de una “reprivatización” parecía haber quedado atrás.

Ahora, el bloque del PRO en la Cámara de Diputados votó a favor de la estatización del sistema ferroviario impulsada por el Gobierno nacional.  “No nos molesta el Estado para nada”, afirmó Federico Pinedo en declaraciones a Radio del Plata, al explicar el movimiento de su partido que se opuso en su momento a la nacionalización de YPF y a la de Aerolíneas Argentinas.

Hay que decirlo, el PRO viene hace rato en esa búsqueda de un cierto “centro” político, que lo acerque a la posibilidad de convertir a Macri, un empresario que en su momento abrazó los postulados clásicos del neoliberalismo, en un candidato competitivo. El año pasado, Jaime Durán Barba abrió el paraguas al admitir que Cristina Kirchner mantiene niveles de aprobación más altos que los de muchos de sus colegas del continente.

Hace algunas semanas, el politólogo Andy Tow dio a conocer un trabajo que permite analizar desde otro punto de vista estos movimientos. A través de un gráfico interactivo, el especialista buscó mostrar las coincidencias entre bancadas en las votaciones en la Cámara de Diputados.

En el gráfico que observa que en 2014  el PRO se ubicó -muy cerca de la UCR- en el centro de una escena en el que de un lado está el Frente para la Victoria y en el otro extremo, en un planteo de rechazo a las iniciativas oficialistas se ubica el Frente Renovador, aunque también las distintas expresiones del peronismo disidente e incluso el Socialismo. En 2013, las diferencias del PRO con el oficialismo eran mayores que lo que ocurriò el año pasado en las votaciones legislativas. Y todavía lo fueron más en 2012, cuando el partido de Macri se ubicó casi en un extremo de rechazos -el lugar que ahora ocupa el partido de Sergio Massa-, sólo superado por la Coalición Cívica de su ahora aliada Elisa Carrió. El 2011 -justamente, también año de elecciones presidenciales- fue un tiempo menos virulento para la bancada amarilla -otra vez más bien en el centro, que en el extremo del rechazo-. Una parábola bastante extraña, si se verifica que en 2009, los diputados que respondían al liderazgo de Macri fueron los que más rechazaron iniciativas del Frente para la Victoria.

Claro que no todos creen en actual “nueva moderación” del PRO. El ministro de Economía, Axel Kicillof, machacó esta semana con el concepto de los “candidatos panqueque” que se opusieron a la mayoría de las iniciativas del oficialismo pero que ahora dicen que las mantendrán, en caso de llegar al gobierno.

En parte en este terreno se juegan los dilemas de la oposición, que varias veces apostó durante los últimos años a un seguro “fin de ciclo” y, por lo tanto, a un ataque frontal a las políticas públicas del oficialismo pero ahora, por lo que se ve, se preoocupa de calibrar con más justeza su estrategia.

Las palabras mágicas

“Esta elección está polarizada hace tiempo. Más allá de los nombres está polarizada entre continuidad y cambio”. El razonamiento lo expresó el precandidato presidencial y senador por la UCR Ernesto Sanz en declaraciones a una radio porteña este fin de semana.

De fondo, en el esquema planteado por Sanz está, por un lado, la justificación de la estrategia electoral de la UCR. En primer lugar, la alianza con el PRO, de Mauricio Macri, y la Coalición Cívica, de Elisa Carrió, como representación de un polo opositor competitivo. Este sería entonces el espacio del “cambio”, en contra de la idea de “continuidad” expresada por los precandidatos del Frente para la Victoria.

El segundo elemento que surge de las palabras de Sanz sería que la propuesta del Frente Renovador, de Sergio Massa, a la que la Convención Nacional de la UCR -por ahora- le cerró la puerta a nivel nacional se quedaría a “mitad de camino” entre el cambio y la continuidad y, por lo tanto, no tendría lugar en la propuesta radical.

La idea del polo del “cambio” contra el de la “continuidad” seduce a Macri, quien lanzó un sitio web con una serie de frases estilo “new age” muy en línea con la tradición de campaña del PRO porteño, pero en el que la única palabra que se resalta es “cambiar”.

Visto de esa forma, el escenario tampoco parece disgustar al oficialismo, que se siente más cómodo planteando claras diferencias con Macri, que las más difusas que muchas veces muestra con los intendentes del Gran Buenos Aires que aún se alinean con Massa, a varios de los que ya les entró la duda de si volver al Frente para la Victoria -lo que hizo el jefe comunal de Escobar, Sandro Guzmán- o pasarse a las filas de Mauricio Macri -la vía que tomó el radical de San Isidro, Gustavo Posse-.

De todos modos, lo que veremos desplegarse en los próximos meses es una operación llena de complejidades, como es dotar de contenido a qué significa en este momento en la Argentina “continuidad” y qué significa “cambio”. Cuánto y de qué forma cambiar o no las políticas públicas que funcionan desde hace algunos años en la Argentina.

En las más recientes elecciones presidenciales en la región, algunos candidatos opositores optaron por plantear una especie de “cambio moderado” o más bien un cambio que diera continuidad a varias políticas que contaban con apoyo social. Lo hizo con bastante buen desempeño Henrique Capriles en Venezuela -con su frase ”no soy la oposición sino la solución”. No tan buena suerte corrieron la brasileña Marina Silva y el uruguayo Luis Lacalle Pou -”Por la positiva” fue su slogan.

Así, hubo comicios en los que hubo una mayor polarización discursiva, como fue la última elección brasileña, donde la opción “moderada” de Silva quedó a un costado y el opositor Aécio Neves levantó con fuerza las banderas del “cambio”. Eso obligó a una muy fuerte revindicación de las políticas desplegadas por el Partido de los Trabajadores (PT) durante la última década, por parte de la presidenta Dilma Rousseff, pero también del líder partidario Lula Da Silva.

Por ahora, Macri hace un cierto equilibrio. Por ejemplo, dijo hace algún tiempo que está a favor de algunas banderas del Justicialismo y evitó pararse, al menos desde lo discursivo, en un rechazo frontal a las políticas de Cristina Kirchner.

Del lado del oficialismo la idea de optar por la “continuidad” aparece como más clara, pero no son pocas las señales que se ofrecen de que hay capacidad de cambiar de cara a algunos sectores sociales que exigen modificaciones de políticas. No es sólo la imagen de “moderación” que ofrece Daniel Scioli. También el ministro Florencio Randazzo con su énfasis en una gestión eficiente y cercana en el sistema de transporte y de la documentación personal.

Sin embargo, también la presidenta Cristina Kirchner mostró durante el mes que terminó varios guiños al “centro” del tablero político. Uno de esos gestos fue el acuerdo con la Federación Agraria Argentina (FAA) por compensaciones a productores, medida que de hecho partió a la Mesa de Enlace. Entre la batería de medidas que anunció pocos días atrás, también hubo lugar para el fomento al consumo de heladeras y un esquema de descuentos al consumo que entrarán en vigor con la tarjeta SUBE, junto con un plan de pagos generoso para morosos con la AFIP.

Para determinar el ritmo de este complejo baile entre cambio y continuidad será clave el contexto con el que se llegue al mes de octubre. En ese sentido, la velocidad con la que se desplieguen las variables económicas y el clima que se sienta en los hogares en cuanto al consumo no resultará un elemento menor para definir los discursos partidarios.

Del otro lado del espejo, el FPV

La crisis, el neviosismo, los movimientos intensos y apresurados, las declaraciones estridentes que por estos días saturan a las fuerzas de la oposición difícilmente ocurrirían si, del otro lado, el Frente para la Victoria no hubiera logrado cierta estabilidad política.

En un año difícil económicamente, que comenzó en enero con una devaluación del peso, el Gobierno nacional llega a fin de 2014 con una situación cambiaria -variable que suele ser un termómetro de tensiones políticas- relativamente estabilizada. Queda por ver todavía cómo se desarrolla el siempre intenso diciembre, pero las perspectivas para la gestión de la presidenta Cristina Kirchner no son lo preocupantes que algunos sectores opositores auguraban algunos meses atrás.

A pesar de los fuertes debates internos por definir la sucesión de Cristina Kirchner, el Frente para la Victoria logró una serie de puntos de acuerdo. Los “garrochazos” que distintos analistas pronosticaban luego de la derrota oficialista en la provincia de Buenos Aires en 2013 no se concretaron. Todos los precandidatos del Frente para la Victoria parten de la base de ratificar las políticas del Gobierno nacional y sumarle a eso su propio estilo.

No es que no haya debates: por ejemplo, el referente del Movimiento Evita Fernando “Chino” Navarro advirtió que “ni (Daniel) Scioli ni nadie es invencible en las PASO y criticó a sectores que se apuran a “sacarse una foto” con el gobernador bonaerense.

“El determinismo de seguir a Scioli nos hace pensar que es el candidato natural y eso no es así”, subrayó Navarro

A su vez, Scioli aprovechó para mostrarse con gobernadores afines, pero otros precandidatos también buscaron mostrar sus ambiciones. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, participó de un acto con dirigentes de La Cámpora en Río Gallegos. Allí reclamó una discusión al frente del oficialismo. Y pidió definir “si somos representantes genuinos de este modelo de desarrollo social, independiente y autónomo, o si somos empleados del poder corporativo y mediático, que tanto daño le ha hecho a la Argentina”, en lo que pareció una nueva crítica al gobernador bonaerense.

En el debate también se metió el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. Sostuvo que el dirigente que “pretenda” suceder a Cristina Kirchner dentro del Frente para la Victoria y llevar sus “banderas a la victoria electoral en el 2015″ deberá “interpretar su proyecto político” y “garantizar su continuidad”. “De la base territorial existente, su consolidación, y una excelente interpretación de este proyecto político, junto a su continuidad en los próximos años, naturalmente surgirá quien efectivamente lleve estas banderas a la victoria electoral en el 2015″, afirmó el jefe de ministros

Como se ve, hay disputas e indefiniciones también en el partido de gobierno. Pero a diferencia de las que por el momento muestra la oposición -el show de Elisa Carrió fue apenas un capítulo más- se dan en un marco limitado. Parece ya un lugar común decir que los peronistas cuando se pelean se están reproduciendo. En pocos meses veremos si la máxima se ratifica.

Después del Mundial

El Gobierno nacional viene atravesando los últimos tres meses con relativa calma política y económica, en comparación con los agitadísimos días que debió enfrentar sobre todo en diciembre y enero pasados.

Se podrían repasar algunos de los elementos que sustentan esta situación de estabilidad con hechos ocurridos durante los últimos meses:

  • Reducción del ritmo inflacionario, según determinan tanto las cifras del INDEC, como las estimaciones del sector privado.

  • Finalización de buena parte de las paritarias en el sector privado y el sector público, con actualizaciones salariales que -al igual que en los años anteriores- estuvieron por encima del supuesto “techo” que desde los medios de prensa se planteaba que iba a fijar el Gobierno.

  • Finalización del litigio con Repsol por la nacionalización de la mayor empresa del país, la petrolera YPF.

  • Anuncio de nuevos programas sociales, como el PROGRESAR, para jóvenes que no trabajan ni estudian y actualización de los montos de la Asignación Universal por Hijo (AUH).

  • En el terreno de las relaciones internacionales: visita del canciller chino, quien ratificó créditos para obras de infraestructura en la Argentina y la llegada de la presidenta chilena, Michelle Bachelet, quien eligió Buenos Aires como primer destino en una gira internacional en este nuevo mandato. A eso habría que sumar la decisión del gobierno de Barack Obama de respaldar a viva voz la posición argentina ante la Corte Suprema de Estados Unidos.

Un elemento político adicional ha sido la definición de las nuevas autoridades del Partido Justicialista. Su composición, en la que la llegada a la presidencia del gobernador jujeño, Eduardo Fellner, no parece ser el dato más importante, va en contra del “sentido común” que algunos medios y analistas buscaron instalar en los últimos meses:

  • No se produjo una “sangría” de dirigentes del Frente para la Victoria hacia las filas de Sergio Massa.

  • El gobernador Daniel Scioli viene ratificando su intención de ser precandidato presidencial por dentro del Frente para la Victoria.

  • No sólo el mandatario bonaerense tiene las mismas aspiraciones: el partido designó como “vicepresidentes honorarios” a Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Agustín Rossi, Sergio Urribarri, Juan Manuel Urtubey y Aníbal Fernández, poniéndolos en una línea de larga que puede llevar a algunos de ellos a las primarias.

  • La agrupación oficialista La Cámpora, a la que se plantea en permanente tensión con el resto de la estructura del PJ, ubicó dirigentes en distintas instancias del partido, algunas de ellas clave, como una vicepresidencia y la secretaría general.

En base a estos y otros elementos, la posibilidad de mantener niveles adecuados de estabilidad económica y política serán condiciones necesarias para que algún candidato del Frente para la Victoria se muestre competitivo en las elecciones nacionales de 2015.

Lo que también habrá que tener en cuenta es cómo reaccionan los otros jugadores del tablero político y también económico ante este relativo fortalecimiento de las posiciones del oficialismo. Por ejemplo, no parece verosímil la afirmación que hizo el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, a una radio porteña hace pocas horas: “Nosotros no hacemos política”. La renovada presencia pública del titular de la Asociación de Bancos, Jorge Brito, con una entrevista a la agencia internacional Bloomberg en la que vaticinó una mayor devaluación del peso y un texto publicado en un diario económico en la que reclamó “convicción para mantener el superávit fiscal” de cara al período 2015-2020 no dejan también de llamar la atención en ese contexto.

¿Y entonces, el 2015? Primero, lo primero. Y lo primero es “después del Mundial” -el período bisagra con el que por aquí y por allá se escucha dividir al año en curso. Que se abra entonces un lapso con mayores o menores niveles de conflictividad empezará a delinear en parte el escenario de cara a la etapa electoral.