El continente blanco

Se llama “continente blanco” a la Antártida por el aspecto de su superficie helada.

Esta semana, todos los medios de prensa internacionales mostraron mapas donde, además de  la Antártida -que no suele tomarse en cuenta en términos estadísticos- había otra región sin mancha alguna. Se trató de América Latina, como el único (sub) continente del mundo donde ningún país colaboró con el programa de torturas llevado adelante por la CIA entre 2002 y 2009.

Según surge de lecturas de la prensa norteamericana del reporte dado a conocer por el Senado estadounidense -en el que no figuraron nombres de Estados extranjeros pero sí información que permitía determinar de cuáles se trataba- en las demás regiones del planeta, 54 gobiernos colaboraron de alguna manera con este tipo de prácticas aberrantes.

Así, cinco países (dos asiáticos y tres de Europa del Este) permitieron la instalación de prisiones secretas de la Central de Inteligencia estadounidense.

Otros once países, esta vez africanos y asiáticos, permitieron a la CIA realizar interrogatorios en sus propias instalaciones.

Cincuenta y cuatro gobiernos de Europa, Africa, Asia y Oceanía le pasaron información sobre presuntos sospechosos que eran ciudadanos de su país a los agentes de inteligencia norteamericanos. También permitieron el tránsito de prisioneros ilegales hacia los países en los que se hacían los interrogatorios -alejados a propósito del otra veces largo brazo de la ley y la Justicia norteamericanas.

En algunos de los casos, el reporte indica que la CIA pagó millones de dólares en efectivo a gobiernos extranjeros para colaborar con las actividades.

Que América Latina no haya estado involucrada a estas situaciones puede analizarse de distintas maneras.

Por un lado, es cierto la mirada de Washington se posó en otras regiones del mundo a las que consideró más “estratégicas” luego del 11 de Septiembre de 2011. No lo es menos que desde ese momento también la capacidad de influencia política y económica de los Estados Unidos en la región disminuyó. Buena parte del continente, sobre todo Sudamérica, comenzó a ensayar entonces su “giro a la izquierda”, que implicó un fortalecimiento del rol del Estado y políticas que comenzaron a despegarse de las del gran país del Norte en distintos foros internacionales.

Pero por otra parte, América Latina profundizó una serie de políticas a favor de los derechos humanos. Las acciones que llegaron más lejos en este sentido, con juicios por crímenes de lesa humanidad que se desarrollan hasta el día de hoy se dieron en la Argentina. Pero también los vecinos Chile, Uruguay y Brasil realizaron avances judiciales o investigaciones para determinar qué ocurrió con prácticas de tortura y desaparición en la década del 70 en esta parte del mundo. Hasta Centroamérica,  mucho más permeable a la influencia norteamericana, también llegó la revisión del pasado reciente y la condena de crímenes contra la humanidad. Fue en el caso de Guatemala, con la condena a genocidio al exdictador  Efraín Ríos Montt. Y también México está viviendo por estos días condenas sociales masivas a prácticas aberrantes como es la desaparición forzada de 43 estudiantes en el estado de Guerrero.

Todas estas situaciones políticas y el mapa en blanco de los países que conforman la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con respecto a la colaboración con acciones de tortura de la CIA no pueden pensarse por separado.

Debe ser también una preocupación para quienes llevaron adelante este tipo de delitos saber que en algunos de los países del Sur existe doctrina jurídica que indica que crímenes como esos son ofensas contra toda la humanidad y que por lo tanto no sólo no prescriben, sino que pueden ser juzgados en cualquier lugar del mundo.

¿De acuerdo en seis, siete, ocho temas?

El ex presidente Eduardo Duhalde, pero también otros dirigentes, plantean de manera cíclica la necesidad de que las distintas fuerzas políticas puedan “coincidir en cuatro o cinco temas para elaborar políticas de Estado”. El objetivo es loable. Desde la oposición, el razonamiento se completa con la idea de que el kirchnerismo instaló “la división y la confrontación” como forma de hacer política. Suelen decirlo Mauricio Macri, Ernesto Sanz y lo da a entender también Sergio Massa.

Como sea, parece cierto que las “políticas de Estado” requieren en la Argentina largos años de discusiones, de marchas y contramarchas. El apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas a la vigencia de planes sociales de amplio alcance o al juzgamiento a los represores de la dictadura parece confirmar esa idea.

Para ampliar el foco y tener algo de perspectiva, hay que decir que el logro de acuerdos políticos duraderos sobre aspectos centrales de las políticas públicas no es algo que los sistemas políticos producen con facilidad en todo tiempo y lugar.

La Asociación Americana de Ciencia Política (APSA) reunió a unos 50 de sus integrantes, profesores de universidades estadounidenses, a analizar la cuestión. El grupo de expertos emitió el mes pasado un reporte de casi 200 páginas titulado “Negociando acuerdos en política”. Los politólogos del país del norte avanzaron en la investigación preocupados por “la ruptura de la negociación política” en el Congreso de ese país, que se tradujo en octubre pasado en el “cierre” parcial de la administración federal.

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Estados y Unidos

-¿Es de Tina o es de Argen?
-Es de Argen, pero ¿qué importa de dónde es?

Publicidad Electoral del Frente Progresista Cívico y Social

El reciente “cierre del gobierno” de los Estados Unidos (cuyos detalles analiza la politóloga María Esperanza Casullo en profundidad aquí) es otra oportunidad más para comprobar que la visión consensual, de puros acuerdos que recorre la mirada “inocente” que un sector de la dirigencia política local y de algunos medios de comunicación buscan mostrar sobre los llamados “países serios” -de acuerdo a algunos de esos exponentes, todos aquellos que no son la Argentina- está bastante alejada de la realidad.

Una fracción del Partido Republicano forzó el “shutdown” por estar en desacuerdo con una ley aprobada por el Congreso y avalada por la Justicia: la que avanza con el plan de salud conocido como “Obamacare”. Nada de negociaciones, nada de ponerse de acuerdo, ningún pacto de la Moncloa ni de otro tipo.

Es interesante evaluar también una visión muy difundida que indica que el rol del periodismo sería “cuestionar siempre al poder”, entendiendo por “poder” a quien ocupe el Ejecutivo nacional. Sobre todo cuando tanto The New York Times como The Washington Post, en sendos editoriales la emprendieron con dureza contra los republicanos, avalando la posición de la Casa Blanca.

El New York Timesatacó en parcicular a John Boehner, el republicano que encabeza la Cámara baja. Lo acusó de protagonizar un “fracaso” y de plantear demandas “absurdas” y “ridículas” a cambio de la posibilidad de frenar el “cierre” del gobierno.

“La imprudente obsesión de los republicanos con la destrucción de la reforma de la salud y con herir al Presidente ha quedado plenamente al descubierto. Y, mientras la ira del público crece con esta crisis totalmente innecesaria, ésta debería estar dirigida a un partido y un presidente de la Cámara baja que son incapaces de gobernar”, enfatizó el periódico.

Por su parte, el Washington Post publicó un editorial titulado “los diputados republicanos le están fallando a los norteamericanos”. “…(E)ste Congreso está fallando. Más específicamente, los líderes republicanos de la Cámara de Representantes están fallando. Deben cumplir con sus funciones básicas para el pueblo estadounidense o dar paso a los legisladores que lo hagan”, subrayó el matutino. Además, le advirtió en particular a los legisladores opositores que se espera un “mínimo nivel de competencia y responsabilidad” por parte del Congreso, que permita “pagar las cuentas y no avergonzarnos frente al mundo”.

Al sur del continente, en la actual campaña electoral argentina de cara a las elecciones legislativas , el Frente Progresista Cívico y Social dice ser la herramienta política para unir a dos países que han sido divididos en estos años kirchneristas: “Argen” y “Tina”. A su vez, Mauricio Macri llamó a “terminar con los enojos, las divisiones y las broncas”. Y el candidato a diputado Sergio Massa llamó varias veces a “terminar con la lógica de la división”.

Deberían empezar a pensar en exportar su fórmula porque, al parecer, afuera no se consigue. O quizás ocurra que ni aquí ni en casi ningún lado la política se parece a un té a las 5 con buenos amigos.

Que las hay, las hay

Dirigentes tan disímiles como la presidente Cristina Kirchner, la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, y el jefe del partido MILES, Luis D’Elía, hablaron en los últimos días de sectores que buscarían un final anticipado del actual gobierno.

Lo hicieron a partir de las declaraciones en las que Mauricio Macri aludió a la existencia de un “círculo rojo” en el país, que integran personas “del hacer” y “del pensar” entre las que no descartó que estén incluidos los dueños del Grupo Clarín.

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