Por: Nicolás Tereschuk
El ex presidente Eduardo Duhalde, pero también otros dirigentes, plantean de manera cíclica la necesidad de que las distintas fuerzas políticas puedan “coincidir en cuatro o cinco temas para elaborar políticas de Estado”. El objetivo es loable. Desde la oposición, el razonamiento se completa con la idea de que el kirchnerismo instaló “la división y la confrontación” como forma de hacer política. Suelen decirlo Mauricio Macri, Ernesto Sanz y lo da a entender también Sergio Massa.
Como sea, parece cierto que las “políticas de Estado” requieren en la Argentina largos años de discusiones, de marchas y contramarchas. El apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas a la vigencia de planes sociales de amplio alcance o al juzgamiento a los represores de la dictadura parece confirmar esa idea.
Para ampliar el foco y tener algo de perspectiva, hay que decir que el logro de acuerdos políticos duraderos sobre aspectos centrales de las políticas públicas no es algo que los sistemas políticos producen con facilidad en todo tiempo y lugar.
La Asociación Americana de Ciencia Política (APSA) reunió a unos 50 de sus integrantes, profesores de universidades estadounidenses, a analizar la cuestión. El grupo de expertos emitió el mes pasado un reporte de casi 200 páginas titulado “Negociando acuerdos en política”. Los politólogos del país del norte avanzaron en la investigación preocupados por “la ruptura de la negociación política” en el Congreso de ese país, que se tradujo en octubre pasado en el “cierre” parcial de la administración federal.
Entre otros puntos, el estudio determinó que la situación de los partidos en el Poder Legislativo estadounidense es “la más polarizada desde 1906” y que sus causas “probablemente no desaparezcan pronto”. Entre las causas que están en la base de la polarización, no apuntaron contra ningún dirigente o partido en particular, aunque sí señalaron el realineamiento entre los partidos a partir de la vigencia del Acta de Derechos Civiles, impulsada por el demócrata Lyndon Johnson en 1964, la fortaleza electoral demostrada tanto por líderes demócratas como republicanos desde 1980 y la “creciente desigualdad de ingresos” combinada con la “importancia de la recaudación de fondos” para fines electorales. “Una reforma en la financiación de campaña podría probablemente reducir la polarización, pero una media de este tipo no es probable que ocurra en el futuro próximo”, señaló.
El informe se refiere, entre otros puntos, a la “cercana correlación entre desigualdad económica y polarización” política en los Estados Unidos. Ambas variables han ido de la mano en los últimos 50 años. “La hipótesis de la desigualdad puede explicar la reducción de la polarización durante la primera mitad del siglo XX, cuando la desigualdad económica se redujo dramáticamente en aquel período”. Algunos autores citados en el reporte señalan que “la desigualdad y la polarización están vinculadas por una relación dinámica (o ‘danza’) en la cual el aumento de la desigualdad generada por los crecientes mayores ingresos produce apoyo electoral a políticas conservadoras y facilita un movimiento hacia la derecha de los republicanos”.
¿Las recomendaciones del reporte? Salir de la “miopía” en las negociaciones y pasar hacia lo que se denomina “negociación deliberativa”. En ese tipo de diálogo “las partes comparten información, vinculan temas y se dedican a la solución conjunta de problemas”. Algunas de estas afirmaciones permiten al menos preguntarse si es que es tan simple el logro de acuerdos políticos duraderos o si caracterizar fenómenos como la polarización política es algo más complejo que denunciar a uno o dos dirigentes que dividirían de manera “artificial” a la sociedad.