¿+a vs. la región?

No fue una sorpresa que el discurso que llevó a Washington el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, chocara con posiciones del gobierno argentino, encabezado por la presidenta Cristina Kirchner. Sin embargo, resultó llamativo que sus palabras fueran tan diferentes de los habituales planteos que realizan los gobiernos del Mercosur y la mayoría de los mandatarios sudamericanos.

En una entrevista que concedió a la cadena CNN en la capital norteamericana, Massa expresó su posición personal sobre los conflictos políticos que se registran en Venezuela.

Allí le reclamó a “todos los países de la región” que le exijan a la Organización de Estados Americanos (OEA) intervenir mediante la aplicación de la llamada Carta Democrática Interamericana en el caso de Venezuela.

Massa consideró además que en Venezuela se producen “violaciones constantes a los derechos humanos”. En forma paralela, el diputado por el Frente Renovador evaluó que la Argentina y Estados Unidos deben tener una relación “profunda y seria” porque son “parte de una misma región”.

Los actuales gobiernos sudamericanos no tienen la misma posición sobre Venezuela, ni consideran a los Estados Unidos como parte plena de su “misma región”. En todo caso, señalan que su “región” la integran sus vecinos directos, los integrantes de la Unasur o los países latinoamericanos ahora reunidos en la Celac.

La posición de Massa es diferente de planteos de los presidentes sudamericanos, quienes se ocuparon de destacar la legitimidad del gobierno venezolano y al mismo tiempo de rechazar protestas violentas en ese país.

La flamante mandataria chilena, Michelle Bachelet, dijo el mes pasado al referirse a la situación de Venezuela: “jamás apoyaremos ningún movimiento que de manera violenta quiera derrocar a un gobierno constitucionalmente electo”.

A su vez, Dilma Rousseff advirtió que en Venezuela “es mucho mejor el diálogo que la ruptura institucional” y se ocupó de destacar que “Brasil no puede decir lo que ellos tienen que hacer”. Además resaltó algo que en varios de los interlocutores que el diputado Massa tuvo en Washington no parece muy claro: “Venezuela no es igual a Ucrania”, subrayó.

También hace algunas semanas, el presidente uruguayo, José Mujica, se mostró en contra de “cualquier injerencia del exterior, sea quien sea, en los asuntos de la sociedad venezolana”.

El líder del Partido de los Trabajadores brasileño, Lula Da Silva, por su parte, dijo hace algunas semanas en Cuba que el presidente venezolano, Nicolás Maduro “es un hombre muy bien intencionado” e instó a la “paz” en el país caribeño.

Las posiciones fueron similares a las de la presidenta Cristina Kirchner, quien pidió “respetar la democracia” en Venezuela y consideró que si a la oposición de ese país no le “tocó ganar las elecciones, habrá oportunidad en un próximo turno electivo de presentarse nuevamente”.

Con matices, el planteo también incluyó a sectores de la oposición en la Argentina. El Partido Socialista, encabezado por Hermes Binner, planteó su “absoluto apoyo a la defensa del orden constitucional” en Venezuela y destacó la importancia de respetar “la voluntad soberana del pueblo, expresada en las urnas hace pocos meses”.

También el planteo de Massa sobre Venezuela fue diferente de lo decidido por el Consejo Permanente de la OEA. El organismo rechazó la semana pasada una propuesta de Panamá para tratar la cuestión de las protestas en ese país con el respaldo de 22 países, tres votos en contra y nueve abstenciones. El expresidente colombiano Alvaro Uribe aseguró que entre las abstenciones, se contó la del gobierno de su país, que encabeza Juan Manuel Santos.

Las diferencias de Massa con el discurso habitual en la región también se vieron con respecto a la cuestión del Mercosur. Un periodista del diario The Washington Post con el que dialogó dijo que entre las intenciones del líder del Frente Renovador están “modernizar” el bloque regional. Además, según consignó Infobae, Massa señaló que, a su entender, la Argentina debe tener “un nuevo rol en un nuevo acuerdo del Pacífico”. Se trata de una serie de términos que no están en el vocabulario habitual de los jefes de Estado o las diplomacias de los países que integran el Mercosur desde hace varios años.

El exintendente de Tigre ha dicho muchas veces que “viene una época de construcción; el tiempo de los albañiles de la política, no para tirar todo abajo y empezar de nuevo sino para poner un ladrillo arriba para que a Argentina le vaya bien”. Pensando en la política exterior ¿será así en realidad?

Dos, tres, muchos candidatos

Las elecciones presidenciales de 2015 tendrán lugar en un contexto inédito por varias razones. La más obvia de ellas es que se desarrollarán luego de doce años de gobierno de un mismo signo político, un récord desde 1983 hasta la fecha. Cuando falta algo más de un año para que los precandidatos se inscriban en las internas abiertas, obligatorias y simultáneas hay otro elemento que llama la atención: la proliferación de posibles precandidatos.

Del lado de la oposición, Hermes Binner, Ernesto Sanz, Julio Cobos, Sergio Massa y Mauricio Macri han expresado su intención de ser candidatos o alientan una postulación. Pero también desde el oficialismo Daniel Scioli, Sergio Urribarri, Florencio Randazzo, Juan Manuel Urtubey, Aníbal Fernández y Jorge Capitanich figuran como postulantes. Se habla asimismo del ministro de Defensa, Agustín Rossi, o del presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.

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Son liberales, Kimosabi

(Esta nota cuenta algún que otro pormenor de la película “El llanero solitario”)

La película El llanero solitario, uno de los “tanques” de estas vacaciones de invierno, protagonizada y producida por Jonny Depp, aborda cierto tema de teoría política que quizás nos sirva para reflexionar sobre sucesos recientes del debate público en la Argentina.

Ocurre que uno de personajes principales del film, John Reid, quien más tarde se convertirá en el Llanero Solitario, se muestra como más que un atento lector de John Locke. Así, cuando una mujer lo invita a unirse a una plegaria, Reed rechaza el convite y dice “esta es mi Biblia”, mientras muestra una copia del Segundo tratado sobre el gobierno civil, del padre del liberalismo.

¿En qué cree entonces Reed, si es que ha leído a Locke? Básicamente en que el hombre ha sido en alguna etapa concreta y primigenia de la historia un ser que por naturaleza se encontraba en un pacífico “estado de perfecta libertad” y de “igualdad”. En esa plácida situación, cada uno pudo disponer de sus posesiones como más lo juzgó oportuno y la ley que regía entonces a todos era la de la razón, accesible a cada hombre.

Locke relata en su obra clásica que la propiedad tiene un límite para los hombres que es poseer hasta tanto sea utilizable, es decir mientras no se eche a perder lo que posee. Pero claro, la introducción del dinero, una medida de valor que no es “perecedera”, hace que, en los hechos, la propiedad resulte ilimitada y que esté distribuida en forma desigual.

Ese estado de naturaleza casi perfecto puede convertirse en estado de “guerra” cuando algunos hombres violan la propiedad o ponen en peligro la vida de otros. Luego, mediante un pacto, los hombres deciden crear una comunidad en la que renuncian a su poder inmediato y consienten que la mayoría tiene derecho a “actuar y decidir en nombre de todos”. Si el gobierno que se crea llega en algún momento a tener la intención de contar con un poder ilimitado, los hombres tienen derecho a rebelarse contra él.

Derecho de propiedad ilimitado y de distribución desigual y gobierno limitado es, a no dudarlo, parte del ideario liberal de la “Biblia” que el bueno de Reid acarrea de acá para allá.

Sin embargo, tan lector de Locke como el orgulloso fiscal Reid, a quien como fiscal “el Estado de Texas le ha conferido el poder” de aplicar la ley, es el villano de la historia, Latham Cole, que hasta cita al autor británico de memoria en un tramo del film. El personaje encarnado por el actor Tom Wilkinson es un magnate que lleva adelante la construcción de un ferrocarril. Con el andar de la historia nos daremos cuenta de que el hombre de negocios viola la ley, utiliza para su beneficio el poder del Estado -del Ejército norteamericano- y mediante engaños y crímenes brutales saquea las riquezas locales.

En el transcurso de la película, Reid muta de fiscal a Llanero Solitario y también empieza a revisar la idea de que los hombres son bondadosos y racionales por naturaleza.

Mientras tanto, en la Argentina vemos que algunas ideas de Locke parecen mantenerse más vivas de lo que se creía. Por lo menos así surge de las campañas electorales de buena parte de la oposición, que plantean que los argentinos han sido divididos por la maléfica acción del Gobierno nacional.

Según parece, los argentinos vivían en un estado de paz y armonía, cada quien sin preocupaciones, sin conflictos y sin perjudicarse en nada unos a otros hasta que el kirchnerismo, en forma “irracional” vino a desunirlos. El actual oficialismo enfrentó a buenos amigos, de acuerdo a las propagandas de campaña de Hermes Binner. También dividió para siempre a los hombres y mujeres de “Argen” y de “Tina”, por lo que se desprende de los “spots” de campaña de Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer. Y hasta dejó de “hacer la paz”, “sonreír” y “dar amor”, si se decodifican los jingles de Sergio Massa.

Provenimos entonces de un mundo ideal donde todos éramos iguales y vivíamos felices, pero el Gobierno se erigió como un “opresor” al que sería bueno quitar de ese lugar. Los amantes de la propiedad ilimitada y el gobierno limitado, quizás el primigenio John Reid, firmarían al pie de esta interpretación.

No sabemos si pensaría lo mismo el Llanero Solitario. O el indio Toro. Me imagino -si se me permite la licencia poética- que si le preguntáramos a aquel nativo americano , lo diría con claridad: “son liberales, Kimosabi”.