Presidenciales: algunas rupturas y continuidades

Cerraron las listas, se larga la carrera presidencial “en serio” y conviene tener algunas cuestiones en cuenta para quien quiera saber cómo funciona una elección nacional en la Argentina.

Así, se podría destacar que, desde que funciona esta “nueva” democracia nacida en 1983  hasta aquí es la primera vez que:

  • Finaliza un gobierno, un proyecto político que supera los doce años en el poder.

  • Un presidente que lleva ocho años en el cargo y que ha atravesado situaciones políticas y económicas de “alto voltaje” finaliza el mandato con importantes niveles de aprobación en la ciudadanía y de capacidad de incidencia al interior de su partido.

  • Tras un gobierno peronista, la enorme mayoría de la dirigencia del PJ se encolumna detrás de la fórmula presidencial consagrada para competir en los comicios. Ahí están las voces de respaldo al binomio Daniel Scioli-Carlos Zannini entre los miembros del Consejo Nacional y del Congreso Nacional del Partido Justicialista. No ocurrió de esa forma cuando el justicialismo definió que Eduardo Duhalde compitiera por la Presidencia en 1999.

  • En este sentido, Cristina Kirchner podría protagonizar un momento único en la historia del peronismo: entregarle la banda y el bastón presidenciales a otro peronista. Eso ocurrió en el particular traspaso entre Néstor y Cristina Kirchner. Pero nunca con un dirigente con “otra” trayectoria política.

  • La propuesta no peronista con más posibilidades, el PRO, apuesta con Mauricio Macri y Gabriela Michetti por una fórmula “pura” para competir desde la oposición en los comicios nacionales (por ejemplo Hermes Binner-Norma Morandini provenían de partidos distintos en 2011; también Elisa Carrió y Rubén Giustiniani en 2007 o la exitosa Fernando de la Rúa-Carlos “Chacho” Alvarez en 1999).

  • Un gobernador bonaerense, como Daniel Scioli, tiene posibilidades serias de convertirse en presidente. Eduardo Duhalde intentó en 1999 romper el “maleficio” de los gobernadores de la Provincia, pero no lo logró. Llegó luego al sillón de Rivadavia, pero sin haber sido votado.

  • Finaliza un mandato largo y la economía se mantiene por el momento estable. No hay hiperinflación, como al final del mandato de Alfonsín, ni hiperendeudamiento e hiperdesocupación, como cuando Menem finalizó su gestión.

También hay continuidades:

  • El peronismo apuesta una vez más a ganar en primera vuelta. Se entusiasma con algunos elementos que le dan sustento a esa hipótesis. Con un peronismo unido y una economía estable, ese partido tiene un piso de votos “alto”. Hay que recordar que Eduardo Duhalde, en 1999, con un peronismo fragmentado y desgastado rozó el 40 por ciento de los votos. Y que la Constitución Nacional, pactada por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, permite ganar en primera vuelta con el 45 por ciento de los votos o con el 40 por ciento y una diferencia de 10 puntos sobre el principal contendiente.

  • También se debe destacar que el mecanismo del balotaje nunca se utilizó desde que fue instaurado por la Constitución de 1994. Se pudo haber usado en la muy especial elección de 2003, pero finalmente no tuvo su debut.

  • La mayoría de los gobernadores e intendentes del PJ siguen teniendo una voz importante a la hora de las definiciones electorales en el oficialismo. Es sabido que los “responsables” de territorios se sentían más cómodos con una fórmula única -encabezada por Scioli- que con una interna que involucrara al contendiente Florencio Randazzo.

  • La principal propuesta opositora se juega con una fórmula de dos dirigentes que desarrollaron su carrera política en la Ciudad de Buenos Aires, como Macri y Michetti, tal como había ocurrido, por ejemplo, en el caso de De la Rúa y “Chacho” Alvarez.

  • La UCR vuelve a delegar el liderazgo nacional de la oposición y apuesta a ganar intendencias, gobernaciones y bancas legislativas. Ocurrió también en 2007, cuando llevó como candidato al peronista Roberto Lavagna.

Quizás los lectores encuentren más de estas rupturas y continuidades, sobre todo cuando la campaña comience oficialmente a desarrollarse.

Oposición, cuesta arriba

Por lo que sabemos de la democracia argentina desde 1983 hasta aquí, en elecciones presidenciales puede imponerse un dirigente que provenga de las filas del peronismo u otro que no tenga esa trayectoria política. Sin embargo, el no-peronista para lograrlo debe superar una serie de obstáculos y demostrar una serie de virtudes que no siempre aparecen con facilidad en el espectro de la actual oposición.

En primer lugar, hasta el momento, los dos dirigentes que llegaron a la Presidencia por fuera del peronismo eran de pura cepa de la Unión Cívica Radical (UCR), con décadas de trayectoria y fogueo en el partido centenario, el único de la oposición que por el momento tiene referentes y un comité en todos los municipios del país.

Tanto Raúl Alfonsín como Fernando De la Rúa tenían amplios pergaminos partidarios para mostrar. El oriundo de Chascomús era líder indiscutido de una de las corrientes internas de la UCR y logró convertirse, pocos meses antes de concurrir como candidato a las elecciones de 1983 en el presidente del Comité Nacional partidario. De hecho, hizo reformar la carta orgánica del partido para poder conservar, como presidente de la Nación, ese cargo, algo que ni Hipólito Yrigoyen había intentado.

También Fernando de la Rúa era una de las principales caras de otra de las corrientes internas de la UCR y fue tres veces senador nacional y otra diputado, así como jefe de Gobierno porteño, antes de postularse a la Presidencia.

Hay otro elemento para destacar de la llegada al poder de aquellos dos dirigentes no peronistas. Tenían un plan y una trayectoria trazada para acceder al sillón de Rivadavia bastante tiempo antes de las elecciones. Alfonsín atravesó la dictadura del “lado correcto” de cara a su futuro político: no pactó con la dictadura, mantuvo vínculos con organismos de derechos humanos y rechazó la guerra de Malvinas. Y en Abril de 1983, seis meses y unos días antes de las elecciones nacionales, golpeó primero la mesa y denunció un “pacto sindical-militar”, acción que lo hizo conocido en los rincones del país donde su campaña tenía todavía bajos niveles de presencia, al tiempo que marcó el tono de todo el período preelectoral.

De la Rúa, a su vez, en el marco de la coalición UCR-Frepaso entre cuyas figuras principales estaba un ex presidente, como Alfonsín, tuvo marcado su camino hacia la Rosada también con bastante antelación. La Alianza se selló más de dos años antes de la elección presidencial de 1999. Debutó en los comicios legislativos de 1997 y se mantuvo con los mismos colores y dirigentes a la cabeza en todo el trayecto final del gobierno de Carlos Menem.

Todos estos elementos deben tenerse en cuenta para analizar el actual desempeño político opositor. Bien entrado este mes de mayo todavía no estaba definido cómo serán las alianzas que se inscriban de cara a las primarias de agosto, con negociaciones de último momento -al parecer ahora truncas- entre los partidos de Mauricio Macri y Sergio Massa.

Hay que recordar, como señalábamos al inicio, que el justicialismo tiene una serie de recursos políticos e institucionales que cualquier propuesta opositora deberá esforzarse por superar o neutralizar. Así, la mayoría de las provincias siempre han sido gobernadas por peronistas de 1983 a la fecha y el Senado siempre tuvo mayoría peronista desde el inicio del actual período democrático. Hay provincias que han cambiado de signo político en estos años, pero ninguna se mantuvo siempre no-peronista -a excepción de la díscola y muy particular Ciudad Autónoma de Buenos Aires, desde que allí se realizan elecciones- y hay varias que siempre han estado bajo signo justicialista como Salta, Formosa, Jujuy, San Luis o Santa Cruz. Asimismo, sólo unos siete años y medio de los 31 años de democracia rigieron gobiernos no peronistas, lo que también nos dice algo de esta dificultad. Todo esto pesa también en una elección presidencial.

La letra de la Constitución Nacional tampoco ayuda a la oposición si es que esta dilata sus definiciones o comete errores de apreciación. La posibilidad de ser presidente superando el 40 por ciento de los votos da una chance extra para una fuerza como el actual oficialismo que siempre ha tenido un piso de votos “alto”. Sin ir más lejos, Eduardo Duhalde perdió las elecciones de 1999 sumando el 38,2 por ciento de los sufragios, una proporción muchos de los precandidatos opositores actuales envidiarían.

El panorama sigue abierto y nadie puede asegurar al día de hoy quién será el próximo presidente o de qué partido provendrá. Lo que es cierto es que la oposición, si quiere suceder a Cristina Kirchner, al menos por lo que indica la experiencia, debería esmerarse mucho, pero mucho más

Después del Mundial

En una columna de mayo pasado hablamos aquí de las perspectivas que se abren “después del Mundial”.

El momento está llegando y los planteos y perspectivas en el oficialismo y la oposición parecen más o menos claras.

Del lado del Gobierno nacional, si es por el peso que le da a cada cuestión en la agenda pública, habría que pensar que el punto de vista es este:

  • La prioridad es mantener la estabilidad económica y social de cara al año electoral y la transición política que tendrá lugar el año próximo.

  • Sostener la capacidad de compra de los asalariados formales, completando el ciclo de paritarias -hasta el combativo gremio de Camioneros cerró sin demasiados problemas sus negociaciones- aparece como un punto de apoyo inicial. A eso se sumaron actualizaciones en las asignaciones para trabajadores y desocupados, un nuevo programa social para jóvenes que no completaron estudios y una renovada moratoria previsional. El segundo aumento del año para jubilados será también clave, luego de una primera actualización que resultó insuficiente.

  • Fortalecer el programa “Precios Cuidados” y un nivel inflacionario bajo control será también, al igual que en el primer semestre, una prioridad en lo que resta del año.

  • La desocupación mostró un aumento en la última medición: no descuidar esa variable es una de las claves que marcará el desempeño político del oficialismo.

  • Buena parte del trabajo del Gobierno por estos días tiene que ver con fortalecer las cuentas públicas. La negociación por la deuda en default en Estados Unidos y los vínculos cada vez más cercanos con Rusia y China en busca de inversiones concretas parecen apuntar en esa dirección.

  • El otro paso relevante fue mantener la unidad al interior del PJ. Más aún cuando la oposición se muestra todavía fragmentada. Pero cómo se procesarán las diferencias al interior del Frente para la Victoria de cara a las primarias del año próximo -si de manera ordenada o con más ruido político- también será relevante a la hora de las evaluaciones.

Las cartas de la oposición para “después del Mundial”:

  • Por lo que se ve, apuntar a amplificar las acusaciones que la Justicia realiza contra el vicepresidente Amado Boudou le llevará buena parte de sus esfuerzos. Cuánto rédito electoral concreto le otorgará este caso todavía es una incógnita.

  • Seguramente habrá sectores que apuntarán a dar difusión a nuevos “escándalos” que se conozcan a través de la prensa: en los pasados años electorales siempre hubo resonantes “casos” dando vueltas: Skanska y la “valija” de Antonini Wilson en 2007 y los desmanejos de Sergio Schoklender en 2011.

  • Estrechar lazos con sectores del empresariado -no hubo precandidato que no se mostrara en los últimos meses con hombres de negocios- como una forma de dar a entender que habrá más inversiones en un hipotético mandato opositor.

  • Respaldar protestas sociales o medidas de fuerza que puedan impulsar sectores del gremialismo enfrentados con el Gobierno.

  • Con respecto a conflictos como el de los fondos buitre, los caminos se bifurcan: están los referentes opositores que respaldan la actual estrategia del Gobierno y otros que la cuestionan.

  • Entre los precandidatos presidenciales también parece haber distintas expectativas sobre el futuro económico y social: al peronismo opositor de Sergio Massa seguramente no le disguste que el Gobierno encuentre obstáculos en ese terreno. Después de todo, a los justicialistas siempre se los ha convocado como “pilotos de tormentas”. Distinto es el caso del Frente Amplio Unen (FAU): garantizar la “gobernabilidad económica” sigue siendo una cuenta pendiente histórica del radicalismo y sus aliados.

Como sea, todo lo que la dirigencia fue dejando para “después del Mundial” ya mismo comienza a develarse.

¡Grafitis!

Termina mayo. Hace cinco meses que a diario escuchamos en la prensa opiniones que indican que la Argentina va a colapsar, económica, política y socialmente.

Y sin embargo, en la última semana los principales temas de debate fueron:

  • Una carta del Papa Francisco y un enredo que terminó cuando el Pontífice respaldó al Gobierno y criticó a los medios.

  • Una Plaza de Mayo repleta de simpatizantes del oficialismo.

  • Un grafiti en un vagón de tren y sus consecuencias.

Podríamos sumarle novedades como el acuerdo de la Argentina con el Club de París y una invitación a la Argentina para participar de la próxima reunión del grupo de los BRICS o la presencia en el país de un funcionario de Estados Unidos que dijo, sin lugar para malos entendidos, que “Vaca Muerta es real”.

¿Se parece esta a la agenda de un país en pleno colapso? ¿Qué nos dice sobre la fortaleza o debilidad política del Gobierno nacional? ¿Y qué sobre su capacidad de fijar agenda aún cuando sólo le quedan 19 meses de gestión? ¿Cuánto revela además sobre las opiniones de dirigentes opositores y expertos alineados con la oposición propaladas por la prensa? Comparativamente ¿qué capacidad de hacerlo tenían de hacerlo de esta forma los gobiernos de Raúl Alfonsín en 1988 y de Carlos Menem en 1998?

¿Qué significa entonces cuando se habla tan a menudo de “fin de ciclo”? ¿Por qué tanto ahínco por parte de dirigentes e intelectuales enfrentados al Gobierno -lo reiteró Beatriz Sarlo esta semana- en decir que es improbable que quede algo del kirchnerismo después del 10 de diciembre de 2015?

Y podríamos agregar algunas preguntas más. ¿Podrá la Casa Rosada extender esta situación de relativa estabilidad hacia el segundo semestre, lo que el mundillo político y económico llama “después del Mundial”? Y en ese caso ¿qué ocurrirá con las proporciones de “cambio” y “continuidad” que los candidatos presidenciales buscarán ofrecer al electorado?

Lo que parece correcto es tratar de hacerse algunas preguntas adecuadas. Cuando se habla de los caminos que adopta una sociedad, lo único que no corresponde es tratar de hacer vaticinios.

Después del Mundial

El Gobierno nacional viene atravesando los últimos tres meses con relativa calma política y económica, en comparación con los agitadísimos días que debió enfrentar sobre todo en diciembre y enero pasados.

Se podrían repasar algunos de los elementos que sustentan esta situación de estabilidad con hechos ocurridos durante los últimos meses:

  • Reducción del ritmo inflacionario, según determinan tanto las cifras del INDEC, como las estimaciones del sector privado.

  • Finalización de buena parte de las paritarias en el sector privado y el sector público, con actualizaciones salariales que -al igual que en los años anteriores- estuvieron por encima del supuesto “techo” que desde los medios de prensa se planteaba que iba a fijar el Gobierno.

  • Finalización del litigio con Repsol por la nacionalización de la mayor empresa del país, la petrolera YPF.

  • Anuncio de nuevos programas sociales, como el PROGRESAR, para jóvenes que no trabajan ni estudian y actualización de los montos de la Asignación Universal por Hijo (AUH).

  • En el terreno de las relaciones internacionales: visita del canciller chino, quien ratificó créditos para obras de infraestructura en la Argentina y la llegada de la presidenta chilena, Michelle Bachelet, quien eligió Buenos Aires como primer destino en una gira internacional en este nuevo mandato. A eso habría que sumar la decisión del gobierno de Barack Obama de respaldar a viva voz la posición argentina ante la Corte Suprema de Estados Unidos.

Un elemento político adicional ha sido la definición de las nuevas autoridades del Partido Justicialista. Su composición, en la que la llegada a la presidencia del gobernador jujeño, Eduardo Fellner, no parece ser el dato más importante, va en contra del “sentido común” que algunos medios y analistas buscaron instalar en los últimos meses:

  • No se produjo una “sangría” de dirigentes del Frente para la Victoria hacia las filas de Sergio Massa.

  • El gobernador Daniel Scioli viene ratificando su intención de ser precandidato presidencial por dentro del Frente para la Victoria.

  • No sólo el mandatario bonaerense tiene las mismas aspiraciones: el partido designó como “vicepresidentes honorarios” a Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Agustín Rossi, Sergio Urribarri, Juan Manuel Urtubey y Aníbal Fernández, poniéndolos en una línea de larga que puede llevar a algunos de ellos a las primarias.

  • La agrupación oficialista La Cámpora, a la que se plantea en permanente tensión con el resto de la estructura del PJ, ubicó dirigentes en distintas instancias del partido, algunas de ellas clave, como una vicepresidencia y la secretaría general.

En base a estos y otros elementos, la posibilidad de mantener niveles adecuados de estabilidad económica y política serán condiciones necesarias para que algún candidato del Frente para la Victoria se muestre competitivo en las elecciones nacionales de 2015.

Lo que también habrá que tener en cuenta es cómo reaccionan los otros jugadores del tablero político y también económico ante este relativo fortalecimiento de las posiciones del oficialismo. Por ejemplo, no parece verosímil la afirmación que hizo el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, a una radio porteña hace pocas horas: “Nosotros no hacemos política”. La renovada presencia pública del titular de la Asociación de Bancos, Jorge Brito, con una entrevista a la agencia internacional Bloomberg en la que vaticinó una mayor devaluación del peso y un texto publicado en un diario económico en la que reclamó “convicción para mantener el superávit fiscal” de cara al período 2015-2020 no dejan también de llamar la atención en ese contexto.

¿Y entonces, el 2015? Primero, lo primero. Y lo primero es “después del Mundial” -el período bisagra con el que por aquí y por allá se escucha dividir al año en curso. Que se abra entonces un lapso con mayores o menores niveles de conflictividad empezará a delinear en parte el escenario de cara a la etapa electoral.