En una columna de mayo pasado hablamos aquí de las perspectivas que se abren “después del Mundial”.
El momento está llegando y los planteos y perspectivas en el oficialismo y la oposición parecen más o menos claras.
Del lado del Gobierno nacional, si es por el peso que le da a cada cuestión en la agenda pública, habría que pensar que el punto de vista es este:
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La prioridad es mantener la estabilidad económica y social de cara al año electoral y la transición política que tendrá lugar el año próximo.
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Sostener la capacidad de compra de los asalariados formales, completando el ciclo de paritarias -hasta el combativo gremio de Camioneros cerró sin demasiados problemas sus negociaciones- aparece como un punto de apoyo inicial. A eso se sumaron actualizaciones en las asignaciones para trabajadores y desocupados, un nuevo programa social para jóvenes que no completaron estudios y una renovada moratoria previsional. El segundo aumento del año para jubilados será también clave, luego de una primera actualización que resultó insuficiente.
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Fortalecer el programa “Precios Cuidados” y un nivel inflacionario bajo control será también, al igual que en el primer semestre, una prioridad en lo que resta del año.
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La desocupación mostró un aumento en la última medición: no descuidar esa variable es una de las claves que marcará el desempeño político del oficialismo.
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Buena parte del trabajo del Gobierno por estos días tiene que ver con fortalecer las cuentas públicas. La negociación por la deuda en default en Estados Unidos y los vínculos cada vez más cercanos con Rusia y China en busca de inversiones concretas parecen apuntar en esa dirección.
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El otro paso relevante fue mantener la unidad al interior del PJ. Más aún cuando la oposición se muestra todavía fragmentada. Pero cómo se procesarán las diferencias al interior del Frente para la Victoria de cara a las primarias del año próximo -si de manera ordenada o con más ruido político- también será relevante a la hora de las evaluaciones.
Las cartas de la oposición para “después del Mundial”:
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Por lo que se ve, apuntar a amplificar las acusaciones que la Justicia realiza contra el vicepresidente Amado Boudou le llevará buena parte de sus esfuerzos. Cuánto rédito electoral concreto le otorgará este caso todavía es una incógnita.
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Seguramente habrá sectores que apuntarán a dar difusión a nuevos “escándalos” que se conozcan a través de la prensa: en los pasados años electorales siempre hubo resonantes “casos” dando vueltas: Skanska y la “valija” de Antonini Wilson en 2007 y los desmanejos de Sergio Schoklender en 2011.
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Estrechar lazos con sectores del empresariado -no hubo precandidato que no se mostrara en los últimos meses con hombres de negocios- como una forma de dar a entender que habrá más inversiones en un hipotético mandato opositor.
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Respaldar protestas sociales o medidas de fuerza que puedan impulsar sectores del gremialismo enfrentados con el Gobierno.
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Con respecto a conflictos como el de los fondos buitre, los caminos se bifurcan: están los referentes opositores que respaldan la actual estrategia del Gobierno y otros que la cuestionan.
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Entre los precandidatos presidenciales también parece haber distintas expectativas sobre el futuro económico y social: al peronismo opositor de Sergio Massa seguramente no le disguste que el Gobierno encuentre obstáculos en ese terreno. Después de todo, a los justicialistas siempre se los ha convocado como “pilotos de tormentas”. Distinto es el caso del Frente Amplio Unen (FAU): garantizar la “gobernabilidad económica” sigue siendo una cuenta pendiente histórica del radicalismo y sus aliados.
Como sea, todo lo que la dirigencia fue dejando para “después del Mundial” ya mismo comienza a develarse.