Asistimos por un lado a un mundo globalizado que pareciera disminuir sus distancias permitiendo dar a conocer noticias en cuestión de minutos de un lugar distante a otro. Un ejemplo reciente lo brindó la situación ocurrida en un país cuasi desconocido y semidesértico, Burkina Faso, ubicado en África occidental, pobre y en donde en apenas 48 horas su presidente, Blaise Compaoré, tras 27 años en el poder, cayó bajo la presión popular que salió a las calles y lo anunció vía Twitter junto a su exilio. Como ejemplo de la repercusión mediática, la bloguera cubana disidente Yoani Sánchez, también en Twitter, expresó su queja acerca de cómo es posible que los Castro sigan gobernando la isla mucho tiempo más que el burkinabé depuesto.
Si bien esta red social no fue la causante directa de su caída, tuvo mucho que ver en cuanto a la difusión de consignas (con varios hashtags, por caso) y, en general, el seguimiento minuto a minuto de los hechos a nivel planetario. En realidad los jóvenes, movilizados e indignados por las duras condiciones de vida impuestas, son los principales responsables de la caída de Compaoré, ex presidente de la República desde el viernes 31. Este país de África, nacido en 1960 tras independizarse de Francia, hoy tiene un 65% de su población por debajo de los 25 años, lo que explica en buena forma el fervor observado. Fue su ex metrópoli la que al final le soltó la mano al mandatario, pero también la que lo apañó casi tres décadas en el poder por una retahíla de intereses. Continuar leyendo