Asistimos por un lado a un mundo globalizado que pareciera disminuir sus distancias permitiendo dar a conocer noticias en cuestión de minutos de un lugar distante a otro. Un ejemplo reciente lo brindó la situación ocurrida en un país cuasi desconocido y semidesértico, Burkina Faso, ubicado en África occidental, pobre y en donde en apenas 48 horas su presidente, Blaise Compaoré, tras 27 años en el poder, cayó bajo la presión popular que salió a las calles y lo anunció vía Twitter junto a su exilio. Como ejemplo de la repercusión mediática, la bloguera cubana disidente Yoani Sánchez, también en Twitter, expresó su queja acerca de cómo es posible que los Castro sigan gobernando la isla mucho tiempo más que el burkinabé depuesto.
Si bien esta red social no fue la causante directa de su caída, tuvo mucho que ver en cuanto a la difusión de consignas (con varios hashtags, por caso) y, en general, el seguimiento minuto a minuto de los hechos a nivel planetario. En realidad los jóvenes, movilizados e indignados por las duras condiciones de vida impuestas, son los principales responsables de la caída de Compaoré, ex presidente de la República desde el viernes 31. Este país de África, nacido en 1960 tras independizarse de Francia, hoy tiene un 65% de su población por debajo de los 25 años, lo que explica en buena forma el fervor observado. Fue su ex metrópoli la que al final le soltó la mano al mandatario, pero también la que lo apañó casi tres décadas en el poder por una retahíla de intereses.
Pero, por otro lado, estos mismos jóvenes africanos que fueron protagonistas en Burkina Faso, en otro escenario constituyen un sujeto anónimo. Es que en determinados puntos de la “aldea global” se cierran fronteras pese a que el movimiento de personas sea cada vez más intenso. En efecto, 2013 fue año récord en el número de personas que vive fuera de sus países de origen. La cifra alcanzó unos 232 millones migrantes internacionales, 78 millones más que en 1990. Pero, frente a esa dispersión mundial y la realidad de los inmigrantes en la vida de casi todas las personas, quien observa más ese cierre es Europa. Para muestra, con un botón alcanza, a continuación.
La novedad más importante la semana pasada es que Italia dio por finalizada la operación Mare Nostrum, por no poder sufragarla, con un coste en un año de 114 millones de euros y sin apoyo europeo. Ésta consistió en el rescate de migrantes en sus aguas territoriales, dispuesta desde la tragedia de la isla Lampedusa a comienzos de octubre de 2013 (donde fallecieron casi 400 personas). Roma tomó esta decisión atendiendo a la gravedad de un problema por el cual, en lo que va de 2014, fallecieron en aguas del Mediterráneo unos 3.500 inmigrantes (procedentes sobre todo de Siria, Eritrea, Malí, Nigeria, además de otros países africanos en conflicto o con gobiernos dictatoriales, así como palestinos). A pesar de haber salvado la vida de más de 155.000 personas, Mare Nostrum fue criticada porque se la acusó de ser un señuelo para la llegada de más inmigrantes, si bien sus adherentes opinaron que el intento de arribo de miles a Europa no es un fenómeno reciente. Como sea, las autoridades italianas dijeron que no perderán de vista la vigilancia a fin de evitar más pérdidas de vidas, por lo que buscan readaptar la operación a las nuevas exigencias. Cabe enfatizar que Italia se hizo cargo del tema en forma unilateral y sin ninguna ayuda de la Unión Europea.
Entonces, el mes que acaba de empezar plantea un cambio de óptica. Se trata de la operación Tritón, lanzada por Frontex el 1º de noviembre, la agencia de la Unión Europea para la gestión de fronteras, a efectos de controlar las migraciones en el Mediterráneo central, con bastantes menos medios y recursos que su precedente italiano. En otras palabras, a diferencia de la última, el nuevo operativo tiende a blindar las fronteras europeas y obedece a la toma de conciencia (tardía) de un drama en el que mueren miles de forma silenciosa en el fondo del mar. Tritón, parece una ironía, era, para los griegos antiguos, una deidad y morador de los abismos marinos, donde van a parar los olvidados de siempre. Por otra parte, es como si el Primer Ministro italiano Renzi hubiese entendido dicha metáfora, por lo que el 4 de octubre anunció que Mare Nostrum no concluiría, hasta que la Unión Europea tome mejores medidas. Pero, lamentablemente, el organismo hizo oídos sordos a sus dichos y, además, las cuentas al premier italiano no le cuadran.
Uno de los Estados que intervienen en Tritón es Francia. La nación gala es una de las que no hicieron gran cosa por evitar las desgracias de los miles de inmigrantes anónimos ahogados en el Mediterráneo en el último año, en contraste con su vecina trasalpina. Además, respalda regímenes de dudosa moralidad en sus ex colonias africanas (y otras) guiada, sobre todo, por intereses económicos. Son políticos como Compaoré los que provocan la penuria de la población y obligan a muchos individuos (sobre todo a los más jóvenes) a lanzarse a la aventura de buscar una nueva vida en Europa.