El sentido común. Cuando algo malo se hace presente en Argentina, las comparaciones apuntan a África: pobreza, hambre, corrupción, violencia, enfrentamientos.
Dos hechos puntuales. Más de dos meses cumplidos de la muerte de un activista senegalés en la ciudad de Buenos Aires, y un mes en que se conmemora el Día de África, coincidente con la fecha patria argentina, el 25 de mayo. Al parecer, dos efemérides que no tienen mucho que ver, pero que están cruzadas en el país por el mismo significado si de lo afro se trata: la indiferencia.
El pasado 8 de mayo se cumplieron dos meses de la muerte del activista senegalés Massar Ba, hallado malherido en una esquina del barrio porteño de San Cristóbal pocas horas antes del fallecimiento. La causa sigue sin ser resuelta y con dos agravantes, en primer lugar, el juez interviniente rechazó el pedido de la Asociación de Residentes de Senegal en la Argentina (ARSA) de presentarse como querellante, intención que la citada organización había declarado muy poco después de producido el deceso. En segundo término, el Gobierno de Senegal, sin representación diplomática en la Argentina, envió un agente para tomar cartas en el asunto, acompañar a la comunidad senegalesa y pedir justicia por Ba, pero no fue recibido al momento por ninguna autoridad local.
Por otro lado, desde el plano de la violencia discursiva, no hay que perder de vista los dichos reprobables del senador nacional Miguel Ángel Pichetto, que volvió a cargar las tintas sobre la forma negativa en que concibe a los senegaleses residentes en Argentina. En mayo de 2014, los acusó de dedicarse a actividades ilícitas y remarcó la venta de artículos “truchos”, en consonancia con el debate sobre un régimen de deportación para delincuentes extranjeros procesados. Pese a exigir una mirada seria y sin xenofobia, Pichetto se expresó en muy malos términos en su apreciación sobre la ocupación de los senegaleses, a los que agrupó en la categoría de contrabandistas. No obstante, meses más tarde volvió a cargar contra este colectivo. El pasado 30 de marzo recurrió al ataque con declaraciones aún más contundentes en el marco de la discusión sobre el acuerdo con los holdouts, o los también denominados “fondos buitre”.
En un momento sensible que atraviesa la comunidad, por la muerte de Ba y el frecuente hostigamiento llevado a cabo por las fuerzas de seguridad frente a sus actividades, que incluyó incidentes con manteros en el barrio de Flores, sobre los puestos de la avenida Avellaneda, sus dichos no pueden caer peor. El senador volvió a insistir sobre la gran cantidad de senegaleses (a los que sumó centroafricanos) que se dedica a la venta de productos ilícitos y de contrabando. Señaló a continuación que ese tema no le importa a nadie y concluyó alegando que deberá tratarse en el Congreso. Su xenofobia es inexcusable.
Pichetto, indignado por la imposibilidad de obtener una tasa de interés más baja para endeudarse en el exterior y, de paso al ataque gratuito a los senegaleses y centroafricanos, comparó a la Argentina con ciertos países del centro de África, “repúblicas bananeras” o totalmente inexistentes, a su entender, que toman deuda con tasas similares a la de nuestro país.
Una vez más, África y lo africano aparecen cuando hay que tratar temas incómodos o dar malas noticias.
Otra visión de lo afro
El 25 de mayo se celebra el Día de África, en recuerdo de la creación del principal cuerpo panafricano, la Organización de la Unidad Africana (OUA), fundada ese día de 1963, en Addis Ababa, capital de Etiopía, un país que representa un ideal de libertad y una figura icónica en el continente, puesto que fue uno de los dos Estados que no pudieron ser colonizados cuando África fue repartida por las potencias coloniales, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
En cierta forma, todos los 25 de mayo se recuerda el orgullo africano, el hecho de que el origen de la humanidad reside en ese desconocido continente que hoy posee una diversidad inmensa, entre 55 países y más de 1.100 millones de habitantes, con la población más joven de todo el planeta en proporción, lo que augura jugosas posibilidades de crecimiento, puesto que en 2050 África, según estimaciones fehacientes, llegará a casi 2.500 millones de habitantes y, por caso, Nigeria, hoy el país más poblado y la primera potencia continental, pasará de los 170 millones a los 400 millones, superando a Estados Unidos.
Romper el sentido común es saber apreciar una trama más compleja que el falso telón de fondo que constituye comparar Argentina con África cuando todo va mal, puesto que no es un país, sino un continente variopinto, pero ultrajado por siglos de trata esclavista y, posteriormente, colonialismo. Si bien es cierto que varios de los países más pobres del mundo y con promedio de esperanza de vida muy bajo se encuentran allí, no obstante hay que contraponer la presencia de importantes emergentes como Kenia, Sudáfrica o Nigeria, dinamismo económico, megalópolis y gala de emprendedores, entre otros numerosos aspectos.
El Día de África consiste en un ejercicio y la excusa para valorizar el ancestro africano, a efectos de comprender que lo africano se encuentra enraizado en sociedades no africanas, mal que les pese a los racistas. Por ejemplo, en Argentina son 150 mil los afrodescendientes que se reconocieron a sí mismos en el último censo nacional, en 2010. Asimismo, este festejo cumple la intención de promulgar valores positivos sobre una realidad a la que se teme o desconoce, y que se muestra distorsionada en general en Occidente, en estado permanente de guerra, cuando menos del 20% de la superficie continental sufre conflictos armados.
En efecto, una campaña que se viralizó en Twitter a mediados del año pasado con el hashtag #TheAfricaTheMediaNeverShowsYou tuvo bastante éxito y mostraba un repertorio de imágenes que distaba de las típicas fotografías de paisajes salvajes y habitantes primitivos, o de catástrofes y niños famélicos. La etiqueta superó los 40 mil tuits y retuits y mostró, entre otros motivos, fotografías de ciudades pujantes, bellas obras arquitectónicas y la presencia de tres mujeres en la presidencia. Se ve lo que se quiere apreciar.
Para todos los escépticos, un dato más a agregar. Sorprendería saber que la iglesia más grande del mundo no se encuentra en Roma, sino en Costa de Marfil, África occidental, un país con una exigua cantidad de católicos si se compara con la de la médula del catolicismo.
En este mes de mayo se celebran dos efemérides muy diferentes, aunque las une algo en común, la pretendida irrelevancia. En el patrio 25 de mayo se encomia el relato de una nación presta a blanquearse, donde la herencia africana no importa, tampoco la indígena, donde los negros desaparecieron, como se enseña en las escuelas. Sin embargo, haciéndose eco del día de la “madre negra”, como se le dice a África por ser cuna de la humanidad, el 25 de mayo debe ser una oportunidad para revalorizar la raíz afro de la Argentina, por más empeño que coloquen los racistas en bloquear una historia de la cual hay que ir corriendo el velo.
Romper con el sentido común es empezar por entender que Argentina tiene una matriz negra y que eso no debe ser sinónimo de negatividad.