Argentina no es África

El sentido común. Cuando algo malo se hace presente en Argentina, las comparaciones apuntan a África: pobreza, hambre, corrupción, violencia, enfrentamientos.

Dos hechos puntuales. Más de dos meses cumplidos de la muerte de un activista senegalés en la ciudad de Buenos Aires, y un mes en que se conmemora el Día de África, coincidente con la fecha patria argentina, el 25 de mayo. Al parecer, dos efemérides que no tienen mucho que ver, pero que están cruzadas en el país por el mismo significado si de lo afro se trata: la indiferencia.

El pasado 8 de mayo se cumplieron dos meses de la muerte del activista senegalés Massar Ba, hallado malherido en una esquina del barrio porteño de San Cristóbal pocas horas antes del fallecimiento. La causa sigue sin ser resuelta y con dos agravantes, en primer lugar, el juez interviniente rechazó el pedido de la Asociación de Residentes de Senegal en la Argentina (ARSA) de presentarse como querellante, intención que la citada organización había declarado muy poco después de producido el deceso. En segundo término, el Gobierno de Senegal, sin representación diplomática en la Argentina, envió un agente para tomar cartas en el asunto, acompañar a la comunidad senegalesa y pedir justicia por Ba, pero no fue recibido al momento por ninguna autoridad local. Continuar leyendo

Racismo, injusticia y olvido

Si todo sigue su acostumbrado cauce, el próximo viernes 8 de abril se cumplirá un mes sin justicia desde la muerte del activista senegalés Massar Ba, quien fuera encontrado muy malherido en una esquina del barrio porteño de San Cristóbal la madrugada del lunes 7 de marzo y derivado al hospital Ramos Mejía, en el cual, a causa de las heridas y los traumatismos infringidos, falleció horas más tarde, con muy escasa repercusión mediática en las horas inmediatas, más allá de los anuncios en redes sociales de agrupaciones de activistas, militantes y de los pocos a quienes el caso conmoviera.

Massar Ba tuvo una carrera en el activismo desde temprano, a su ingreso al país, en 1995, como uno de los tantos inmigrantes subsaharianos llegados desde comienzos de los noventa al país, donde también formó una familia y tuvo varios empleos para sobrevivir. Convertido en un referente de los suyos, fue invitado a la televisión como representante de los manteros (principalmente de sus compatriotas) para denunciar los abusos que vivieron de parte de las fuerzas policiales, las que en varias ocasiones les quitaron sus productos y los arrestaron violentamente. Eso motivó, en agosto de 2015, una concurrida manifestación de los vendedores ambulantes frente al Congreso, representados por Ba. Se especula con que el grado de compromiso asumido por el senegalés pudo haber sido la causa de su muerte. Los allegados a él afirmaron que en los días previos a su muerte mantuvo una actitud huidiza, como consciente del peligro que lo acechaba. Continuar leyendo

África: mujeres líderes rompen estereotipos

Agota ver en las redes sociales la comparación fácil y sumamente racista entre África y Argentina en cuanto los indicadores locales no favorecen a la última o ciertos hábitos denotan brutalidad. Así, lo negro está vigente al pie del cañón según un pretendido parecido biológico y el clásico primitivismo endilgado. La actual epidemia de dengue es el ejemplo a cuento más rápido de la comparación que se acostumbra, cuando se sabe que las enfermedades tropicales, como la malaria, son endémicas en zonas tropicales y subtropicales de África, Asia y América. Si bien el primer continente la sufre más, puesto que, conforme datos de la Organización Mundial de la Salud, el 89% de los casos de malaria en 2015 se registró en el continente africano, de todos modos, en el mundo 3.200 millones de personas están expuestas a la enfermedad, una cantidad mucho mayor a la población africana.

Para salir del cliché es necesaria una lectura diferente que permita pensar que África no es un país, sino una idea occidental que no excede el cariz geográfico, a lo sumo. Se trata de una realidad que presenta gran variedad: 55 países, con diversos grados de desarrollo. Si bien es cierto que los diez más pobres del mundo se encuentran en el continente, hay grandes emergentes, como Nigeria y Sudáfrica, en ese orden, la primera y la segunda economía continental, ambas componentes de grupos importantes de países emergentes, como el BRICS. También otros países del continente crecen a tasas muy altas y se ubicaron entre las economías de mayor desarrollo del mundo el año pasado: Etiopía, República Democrática del Congo, Costa de Marfil, Mozambique, Tanzania y Ruanda, junto a los gigantes que gozan de mayor difusión, como China e India. Continuar leyendo

Un 2015 en el mundo para olvidar

No es fácil resumir lo más candente de la política internacional del año que terminó en pocas palabras. Pero sí afirmar que 2015 fue para el olvido. Los conflictos han recrudecido, como lo prueba el mapa de Siria. A nivel global, el año pasado las solicitudes de asilo aumentaron un 78% respecto a 2014 y, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en 2015, de cada 122 personas en el mundo hay una que se vio obligada a huir del hogar. También la agencia informó que, a mediados del año pasado, los refugiados pasaron el umbral de 20 millones, algo que no ocurría desde 1992. La cara más visible de este drama fue, sin dudas, el Mediterráneo.

La que empezó cargada de noticias importantes en política internacional es la semana en curso. En Medio Oriente, Arabia Saudita ha cortado relaciones diplomáticas con Irán, a causa de un ataque en su embajada en la capital iraní, en represalia por la decapitación de un renombrado clérigo chií en el país saudí, junto con 46 personas más, todas condenadas por terrorismo y vínculos con la red Al Qaeda.

El mundo civilizado sufre y se impresiona por las decapitaciones del Estado Islámico, pero no tiene tanto que decir frente a las del aliado estratégico más importante de los Estados Unidos en la región (junto con Israel), quien hace tiempo disputa la hegemonía regional frente a su contraparte iraní (en efecto, tanto Irán como Arabia Saudita apoyan a bandos contrarios en dos conflictos centrales de la zona, Siria y Yemen). Continuar leyendo

Cambio climático y terrorismo: dos monstruos del sXXI

¿Cuál es la relación entre el cambio climático y el terrorismo? Muchas.

Al inicio de la Cumbre contra el Cambio Climático en París, el pasado lunes 30, el Presidente anfitrión, al igual que Barack Obama, vinculó la masacre en la ciudad del pasado 13 de noviembre, que dejó 137 víctimas y más de cuatrocientos heridos bajo responsabilidad del ISIS, con el efecto del cambio climático. “No estoy eligiendo entre la lucha contra el terrorismo y el calentamiento global. Son los principales retos que debemos afrontar. Debemos legar a nuestros hijos mucho más que un mundo libre de terror, les debemos un planeta a salvo de los desastres, habitable y sustentable”, sentenció François Hollande.

África apenas es responsable del 4% de la emisión global de dióxido de carbono y, sin embargo, es el continente que más sufre el impacto del fenómeno. A propósito, se viene ayuda, dispuesta en el marco de la discusión que se lleva a cabo en la Cumbre contra el Cambio Climático de París (hasta el 11 de diciembre), con la aprobación de 16 mil millones de dólares en los años que siguen. Una vez más la visión occidental paternalista de los africanos como pobres inválidos que no pueden disponer de nada sin ayuda occidental. Continuar leyendo

Mirando más allá del Mediterráneo

La afluencia masiva de refugiados e inmigrantes a Europa llegó para quedarse. Consecuencia mayoritaria de una guerra civil olvidada en Medio Oriente pero cuyos efectos la perjudican hasta el hartazgo y las lágrimas, ahora. Si el conflicto en Siria se detuviese seguramente a lo que ocurre no se le llamaría crisis, pese a que el flujo de migrantes procedentes desde otros puntos del Medio Oriente, Afganistán y África no se detenga ni lo hará, si bien no es tan fuerte como el sirio. Desde 2011 en Siria unos 9 millones de personas han sido expulsadas de sus hogares, sobre un total de alrededor de 17 millones de habitantes.

En total, han cruzado el Mediterráneo en 2015 más de 350.000 refugiados e inmigrantes, de los cuales solo 107.000 lo hicieron en julio. La gravedad actual que reviste este problema actual recuerda al iniciado al término de la Segunda Guerra Mundial. Siete décadas separan un episodio de otro. Antes fueron europeos, hoy son no europeos, sirios, afganos, palestinos, subsaharianos y muchos más que buscan una oportunidad para rehacer sus vidas.

Se agolpan en las fronteras de la Unión Europea, pero las vallas ya no sirven para contener la presión del desplazamiento. Ocurrió esta semana en Hungría, donde los refugiados colapsaron las estaciones de trenes esperando poder partir con rumbo a Alemania. En agosto sucedió el mismo acumulamiento en Grecia. La valla húngara, de 175 kilómetros de extensión, comenzó a ser erigida a mediados de julio para separarse de la no comunitaria Serbia pero, como se sabe, miles de personas la han sorteado y el gobierno de Budapest endureció la legislación aplicable a todo aquel que sorprenda traspasándola sin permiso.

El alambre dentado que acompaña a la valla fue provisto por España, siguiendo el ejemplo en las ciudades hispano-africanas de Ceuta y Tánger, otro fuerte foco de inmigración hacia Europa, aunque ahora va a la baja respecto de 2014. La misma empresa de Málaga las hizo tanto para Hungría como para las dos ciudades citadas. Entonces, la construcción del muro no fue una inventiva original húngara, sino que ya se encuentra en otros espacios de la Unión Europea, como la citada España, pero también se las encuentra en Grecia y Bulgaria.

Visibilidades

Desde que la muerte del niño sirio Aylan Kurdi, en una playa de Turquía, terminó de colocar este tema en la prioridad de la agenda comunicativa internacional, los países centrales de la UE se hicieron eco de la gravedad del tema y ahora prevén la asignación de cuotas, mientras particulares también se sensibilizaron y muchos ofrecen abrir las puertas de sus hogares. Sin embargo, la guerra civil en Siria está allí, con holgadamente más de 300.000 muertos hasta hoy.

Aunque las cámaras ahora cubran el gran drama humanitario que se vive, ante todo, en la Europa Oriental hay otras crisis, pero mucho más silenciosas y en rincones del mundo que no importan ya que la concepción del televidente occidental necesita alimentarse a base de imágenes de lugares familiares, como Europa, u otras asimismo cercanas, como un niño sirio, que bien pudiera parecer un europeo de alguna nación mediterránea. En cambio, las miles de imágenes circulando de hambrunas en África o Asia no han conmovido tanto como la foto que se viralizó desde el pasado miércoles y, transitando desde un primer grito de indignación mórbida, ha devenido en un llamado de paz (o una súplica para que el flujo se detenga) y una incitación a reflexionar sobre los límites de nuestra especie. Como sea, un joven refugiado sirio en Budapest lo resumió magistralmente: si detienen la guerra en Siria no habrá más desesperados en Europa.

No importa conocer los motivos de ese conflicto (que, asimismo, pudieran ser útiles al efecto de solucionarlo), lo único que interesa es que Europa quede tranquila, sin flujo abrupto de presuntos invasores, como muchos los llaman. Tampoco atrae conocer qué ocurre en otros países expulsores de población hacia Europa, por solo citar unos casos, como Afganistán, u otros subsaharianos tales como la olvidada Nigeria (en buena parte jaqueada por la violencia del yihadismo de Boko Haram), la fallida Somalía, o la pequeña Eritrea, bajo una implacable dictadura que promete durar. Tampoco vale mucho la pena el distingo entre refugiado e inmigrante, aunque ACNUR haya reparado en el tema, total ambos son vistos como potenciales amenazas.

Entonces, en los medios hay un espacio menor o casi insignificante para otras crisis de similares características. Tres ejemplos, fuera de Europa, y de latitudes muy disímiles: uno en Asia Meridional, otro en África subsahariana y el último en América del Norte.

Los rohinyá componen una minoría étnica musulmana en Birmania que el gobierno persigue implacablemente estando muchos de ellos obligados a refugiarse en la vecina Bangladesh. Diversos cálculos estiman la población en el orden de los 200.000 a 500.000 en el suelo de ese último país, uno de los cinco más pobres del planeta. Pero apenas un poco más de 30.000 tienen concedido el estatuto de refugiados. Si bien ya no se hablan de barcazas a la deriva en el Golfo de Bengala, como en mayo, y de cifras que no llegan ni a los talones a las del Mediterráneo, esa población necesita atención urgente, humanitaria y mediática.

Con la poca importancia que tiene África, y paradójicamente siendo una parte de su población un aporte no desdeñable a la presión demográfica que sufre Europa, en Malawi hace escasos días, acompañando la tendencia del fenómeno de las migraciones al interior del continente -no todo el flujo se dirige a Europa-, su gobierno detuvo a “ilegales” en el camino a Sudáfrica, un gigantesco polo de atracción continental. Por ejemplo, 200 etíopes fueron recluidos con delincuentes comunes, muchos de ellos sumamente peligrosos. En esas cárceles las condiciones son más que deficientes, la comida es escasa y en promedio hay una canilla para algo menos de 1.000 personas y un inodoro por cada 120 reclusos.

La frontera entre los Estados Unidos y México es el tercer espacio de los tres casos mencionados en estas líneas. En ese desierto en 2010 se halló el número récord de no identificados que quedaron a mitad de camino, con 223, cuando la media desde hace unos 15 años es de 170. Desde 2000, se han contabilizado 3.000 muertos en esta frontera. Los movimientos poblacionales, junto a las causas que los originan, no solo hacen estragos en Europa. Los ilegales, indocumentados, son una cifra anónima que solo de a ratos estremece.

¿Gobernar es poblar?: dilema del siglo XXI

“La inmigración espontánea es la verdadera y grande inmigración”, escribió Juan Bautista Alberdi en sus clásicas Bases y puntos de partida para la organización política de la República de Argentina, cuya primera edición data de 1852. Pese a que hayan transcurrido más de 150 años desde su escritura y, más allá de los condicionantes racistas de la época, por su parte, presentes en todos los pensadores de la época (por caso, el hecho de solicitar inmigrantes de la “Europa del Norte”), de las Bases hay que destacar el valor positivo del fenómeno migratorio que, al entender de este intelectual argentino arquetípico, hizo a la grandeza de un país como Estados Unidos. Se trae a colación a este autor para echar luz sobre fenómenos que demuestran la crudeza del mundo actual y, quizá, ofrecer una entre tantas posibles soluciones a un drama que por el momento no parece tener una salida en el horizonte cercano.

Lamentablemente las noticias sobre la mayor crisis de refugiados que sufre Europa desde el término de la Segunda Guerra Mundial ofrecen actualización permanente. Desde el miércoles, la imagen de un niño pequeño sirio, Aylan, ahogado durante el periplo migratorio que emprenden tantos, y cuyo cuerpo apareció -paradójicamente- en las costas de un resort turco de lujo, ha provocado conmoción mundial. Asimismo, el pasado jueves 27 se recibió otra noticia impactante cuando, a la vera de una ruta austriaca, se halló un camión frigorífico conteniendo 71 cadáveres, de refugiados que perecieron asfixiados. Al otro día detuvieron a cuatro personas implicadas y más tarde se celebró una marcha de repudio en Viena, a la cual se estima que asistieron unas 20.000 personas. El vehículo había partido de Budapest con rumbo a Viena, y quedó abandonado a 40 kilómetros de su destino. En la estación de trenes de la capital húngara se agolpan cientos refugiados que solo reclaman poder salir de allí para llegar a Alemania y, una vez allí, solicitar el status de asilado político. Continuar leyendo

El Mediterráneo, la fosa común más grande

“Una Europa cerrada a los emigrantes sería una Europa más vieja, más pobre, más reducida y más débil. Una Europa abierta será más justa, más rica, más fuerte, más joven, con tal de que sean capaces de gestionar bien la inmigración”, sentenció el entonces secretario general de Naciones Unidas en 2004, el ghanés Kofi Annan, en ocasión de aceptar y entregársele el premio Sajarov a los Derechos Humanos 2003, en el Parlamento Europeo, una distinción que premia la libertad de conciencia.

Es precisamente la conciencia el problema de las autoridades europeas frente a la peor crisis humanitaria que se vive a sus pies y ante una marcada indiferencia.

Según cálculos de Naciones Unidas, más de 264.000 personas han arribado a Europa, desde el Mediterráneo, procedentes de países en conflicto y guerra, como Siria, y otros signados por pobreza, desempleo y/o inestabilidad política, sobre todo varios del África occidental subsahariana. A su vez, más de 2.300 entre estas personas han perecido al intentar embarcarse a la aventura de conseguir una mejor vida en Europa. A esta altura del año pasado la cifra era bastante menor, no superaba 1.650. Continuar leyendo

Mare Nostrum, pero no de ellos

Ahora que se apaga un poco el brillo de las noticias trágicas sobre el Mediterráneo -hasta nuevo aviso, otra descomunal tragedia mediante- es momento de pasar en limpio lo sucedido.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) pronosticó que si la situación continúa descontrolada en el Mediterráneo, que el año pasado fue tumba de no menos de 3.400 inmigrantes según datos de ACNUR, este año podría serlo de 30.000. En efecto, cierto grado de conmoción internacional se vivió en los últimos días a causa de la sumatoria de naufragios. Hay 30 veces más muertos en lo que va del año que a igual período de 2014, superando en el presente 1.750 víctimas (frente a 56 hace un año), en su mayoría el producto de los dos naufragios referidos en el párrafo siguiente. Continuar leyendo

Yihadismo en expansión y selectividad del “flash”

A esta altura sostener que el Estado Islámico es una gran amenaza internacional resulta una obviedad.

Suma pruebas de lo anterior el ataque del pasado 18 de marzo en la capital de Túnez, reivindicado poco después por este grupo, a pesar de informaciones discordantes, ya que la filial local de la red Al Qaeda, Uqba bin Nafi, también se lo adjudicó sin dilación. El país en donde comenzó la denominada “Primavera Árabe” se jactaba de ser uno de los pocos regímenes estables del Medio Oriente, una “excepcionalidad” según ciertos analistas, y exenta del accionar del ISIS. Si bien es cierto que Túnez no ha caído en el caos, como Libia, ni ha vuelto a un sistema dictatorial, como Egipto, la calma es relativa. Uqba bin Nafi lleva combatiendo al Ejército local y al argelino desde hace por lo menos dos años en regiones montañosas, aunque de esto los medios ni refieren. El ataque al Museo del Bardo dejó 23 muertos, incluyendo 20 turistas, entre polacos, italianos, alemanes, españoles y dos colombianos. Bastante conmoción, pues hubo varios occidentales entre los caídos.

Cuando hay objetivos occidentales siempre se disparan las alarmas. Al contrario sucede cuando en las desgracias no los hay, o bien azotan lugares exóticos, o el “Oriente”. El mismo día del ataque en Túnez se dieron enfrentamientos con saldo de 10 muertos en la vecina y caótica Libia, producto de choques de milicias locales con la rama libia del Estado Islámico, que, entre otras facciones, intenta ocupar el vacío de poder dejado desde la caída del autócrata Gaddafi en 2011 tras más de 40 años en el poder. Desde luego, no hubo víctimas occidentales en estos enfrentamientos por lo que la noticia pasó inadvertida frente a la conmoción por lo sucedido en Túnez. Continuar leyendo