12 de Agosto de 1934. Tarde de fútbol para romper la medianía del cielo gris y la melancolía traicionera de las tardecitas domingueras. Viejo estadio de Independiente, ganaba 1-0 el poderoso Boca de Cherro (¡que a la postre saldría campeón con 101 goles!)
En el minuto 68, Antonio Sastre desborda por la derecha, llega hasta el corner y lanza un violento centro a media altura hacia el área de Boca. Un esmirriado delantero llegado ese año de Paraguay se lanza en palomita para conectar el balón pero se pasa de largo, entonces levanta sus tacos al aire e impactando de lleno la pelota, la deposita en el fondo del arco xeneize ante una atribulada tribuna visitante que no puede creer ese malabarismo circense que les ha empatado el partido. Continuar leyendo