Como si fuera un déjà vu, la inflación ha vuelto a ser tanto la principal preocupación de los argentinos, como así también la principal patología de la macroeconomía nacional. La inflación no es más que la suba generalizada de precios de una economía, permanente y no estacional, que posee distintos efectos en la economía, la mayoría de ellos profundamente negativos.
Ante la inexistencia de una sola teoría integral que explique las causas de la inflación, la doctrina económica lo explica a través de distintos enfoques: el monetario, el distributivo, y el estructural. El enfoque monetario explica la variación en los precios de acuerdo con los aumentos de la oferta monetaria. Esto es, a mayor cantidad de dinero, mayor inflación. En nuestro país parece observarse el efecto monetario, toda vez que en diciembre del 2013 la base monetaria era de $361.580 millones y en diciembre del 2012 era de $292.138 millones, representando así un aumento del 23,8%.
Por otra parte, el enfoque distributivo se explica por la puja entre distintos sectores por incrementar su rentabilidad o su ingreso disponible. Aquí se incluye la puja entre los sindicatos por obtener mejor salarios, con la patronal que busca obtener mayor rentabilidad. En tanto que el enfoque estructural hace referencia a las distintas heterogeneidades estructurales, sea por factores institucionales, legales, estructuras de mercado, etcétera.