Hay momentos clave en la vida de las organizaciones políticas. Una mala gestión, una decisión equivocada, un planteo fuera de término, o la excesiva confianza en uno mismo (tanto como la falta de ella) pueden ser los disparadores del comienzo del fin. Para muestra, basta ver a la UCR, centenaria organización política argentina, que luego de ese cataclismo cósmico llamado De La Rua, se debate (14 años después) entre ser el furgón de cola (muy de cola) de una novel fuerza política como el PRO (Alfonsín Jr. dixit) o fenecer en ese conglomerado de egos que supo ser UNEN.
El Peronismo, a fuerza de ser movimientista y renovarse (o reinventarse) constantemente, supo sortear las distintas crisis que se le presentaron. Supo superar desde el cajón de Herminio hasta el menemato, siempre haciendo gala de una intuición especial para comprender las demandas de la población y así brindarle la oferta correcta, aun a costa de fuertes contradicciones internas. Continuar leyendo