Por: Pablo Das Neves
Hay momentos clave en la vida de las organizaciones políticas. Una mala gestión, una decisión equivocada, un planteo fuera de término, o la excesiva confianza en uno mismo (tanto como la falta de ella) pueden ser los disparadores del comienzo del fin. Para muestra, basta ver a la UCR, centenaria organización política argentina, que luego de ese cataclismo cósmico llamado De La Rua, se debate (14 años después) entre ser el furgón de cola (muy de cola) de una novel fuerza política como el PRO (Alfonsín Jr. dixit) o fenecer en ese conglomerado de egos que supo ser UNEN.
El Peronismo, a fuerza de ser movimientista y renovarse (o reinventarse) constantemente, supo sortear las distintas crisis que se le presentaron. Supo superar desde el cajón de Herminio hasta el menemato, siempre haciendo gala de una intuición especial para comprender las demandas de la población y así brindarle la oferta correcta, aun a costa de fuertes contradicciones internas.
Claro que esto es una inmensa simplificación de un fenómeno mucho más complejo. Pero lo cierto es que su eclecticismo filosófico alentó una suerte de darwinismo político, permitiéndole adaptarse y sobrevivir a la cambiante realidad argentina, logrando atragantar a muchos ante una realidad insoslayable: que el país fuera mayoritariamente peronista. Le pese a quien le pese.
Sin embargo, los riesgos siempre están, y como suele decirse “no hay peor astilla que la del mismo palo”. Juan Domingo Perón, en su innegable sabiduría política, en la década del 60-70 hablaba del riesgo del “entrismo”, entendido como fuerzas políticas que, aprovechando el carácter movimientista y amplio del peronismo, ingresaban al mismo y generaban un desgaste interno que lo terminaba perjudicando.
Increíblemente, casi 50 años después, la advertencia de Perón vuelve con fuerza para poner al peronismo frente a su propia encrucijada, cara a cara con su futuro.
CFK nunca se reconoció -ni fue reconocida por sus pares- como peronista. Ello no es bueno ni malo, simplemente es un dato de la realidad. El FpV nació transversal, intento reemplazar hegemónicamente a todas las fuerzas políticas, recurrió (y usó) al peronismo en los momentos aciagos, para finalmente intentar realizar un desguace total del partido fundado por el viejo General, funcional al “plan bachellet” o “plan retorno” de la Presidente.
La expulsión del histórico operador “chueco” Mazzón y del Procurador General “Bebe” Righi, el desplazamiento de precandidatos peronistas con historia y gestión en favor de ignotos camporistas e integrantes de movimientos terceristas puros, o el indisimulable apoyo (por acción u omisión) al candidato PRO, son claras muestras del avance del FpV sobre el peronismo. La maldición de la astilla del mismo palo.
En la Argentina, a grandes rasgos y en números aproximados, las encuestas demuestran que el 50% del electorado se considera independiente, el 30% simpatiza con el peronismo, y el 20% restante con distintas fuerzas. Esto configura un piso nada despreciable para la herramienta electoral del peronismo, es decir, el Partido Justicialista. La paradoja es que, pese a este piso elevado, las acciones belicosas del FpV contra el peronismo aturden y desconciertan a sus simpatizantes.
Algo de esto percibió hábilmente el ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien instruyó a su cliente favorito Mauricio Macri para que intentara pescar en la generosa laguna del peronismo. Así se entiende el fichaje del PRO del septuagenario “Lole” Reutemann, un peronista cachamay (no hace bien ni mal), que viene a intentar disimular la anterior alianza del PRO con “Lilita” Carrió, quien personifica la apoteosis del anti-peronismo.
Será todo un desafío para Macri evitar que la topadora Carrió se levante un día con el pie izquierdo y las intenciones de enviar todo al diablo y prepararse para un nuevo Armagedón. Todos recordamos las enajenadas críticas que recibieron sus anteriores socios políticos hace apenas unos meses. Por cierto, tampoco le será sencillo al alcalde porteño disimular el antiperonismo intrínseco de algunos de sus mas estrechos colaboradores. Como ejemplo, solo basta recordar a Federico Pinedo, quien en respuesta a una chicana (característica) de CFK respondió haciendo la peronista señal de la V de victoria, pero con cara de haber ingresado a un baño publico con cloacas desbordadas.
La incógnita es si Scioli o Randazzo (el partenaire rebelde) podrán contener al peronismo dentro del FPV. Difícil, muy difícil. Ambos candidatos han demostrado una subordinación total y absoluta al cristinismo, llegando incluso a sacrificar candidatos propios (como en CABA) en favor de los deseos y/o caprichos presidenciales. Quien no cuida de los suyos difícilmente pueda trasmitir la confianza suficiente para conducir colectivamente.
CFK, con el antecedente de lo que Néstor lo hizo a Duhalde, no quiere repetir la historia con el motonauta en el papel del ex Presidente y ella en el del caudillo de Lomas de Zamora. Con seguridad copará las listas legislativas con leales kirchneristas de paladar negro e incluso ella podría integrar alguna. Un gobierno “naranja” con semejante nivel de presión política interna haría de la gobernabilidad un sueño lejano.
Es por ello que el peronismo se enfrenta a su propia encrucijada. Las opciones son pocas y el tiempo conspira con ellas. Quizás sea hora de entender que para seguir siendo peronista, hay que salir (temporariamente quizás) de un contaminado PJ. En este esquema, el Frente Renovador a nivel nacional, junto con otras alternativas provinciales, pueden contener a los simpatizantes peronistas desconcertados. Queda en sus respectivos conductores la responsabilidad de trasmitir el mensaje y la estrategia correcta.