No hay dudas de que los próximos años serán —como reza la maldición china— tiempos interesantes. El tantas veces anunciado fin del ciclo k finalmente llegó y con él todas las especulaciones posibles. Si bien en los próximos tiempos criticar al kirchnerismo por sus errores será un popular deporte nacional, lo cierto es que los verdaderos planes de Cristina Fernández de Kirchner no se han modificado en lo más mínimo. Sí, así de maquiavélica suele ser la política argentina.
Daniel Scioli nunca fue del agrado de la señora. Su estilo tibio, dialoguista y corporativo la exasperaba. La conversión del bonaerense al kirchnerismo duro lo terminó de alejar del votante medio. La Presidente saliente hubiese preferido siempre a otro delfín, pero correrlo al motonauta hubiese significado enfrentarse a buena parte del peronismo clásico y territorial, aquel que ella —por falsa conciencia de clase— detesta profundamente.
Lo cierto es que Cristina decididamente jugó en contra de Daniel. Nadie puede creer que la sucesión de groseros errores y fuego amigo al que fue sometido el gobernador haya sido casual y no premeditado. Las declaraciones de personajes que le harían un gran favor al país si se jubilaran, más el ninguneo a peronistas históricos fue un lastre demasiado pesado para alguien que no se caracteriza por golpear la mesa y definir una posición política propia. Continuar leyendo