Déjà vu

Pablo Das Neves

Los radicales viven horas de éxtasis. Luego de haber producido la mayor crisis político-social-económica del ultimo siglo, se ven – y sienten – con reales chances de acceder nuevamente al poder. Luego de la Convención de Gualeguaychú, más de un ucerreista salió a comprarse un nuevo traje.

Si bien el mapa político cambió, quizás alguien debería aconsejar la prudencia a estas excitadas almas. La política argentina es tan recurrente que el griego Polibio (conocido por su tesis de los ciclos políticos) parecería mas argento que un buen mate amargo.

El presente entusiasmo de la UCR es similar al que experimentaron en el inicio de aquel experimento que fue UNEN y que Carrió se encargó de dinamitar con el esmero de “Bombita” Fisher, aquel personaje que interpretaba Ricardo Darin en “Relatos Salvajes”. Incluso, se podría retroceder aun mas en el tiempo y rememorar las sonrisas de De La Rúa y “Chacho” Álvarez cuando nacía la Alianza (con perdón de la palabra) con fines mas o menos similares a los presentes.

Cierto es que en política dos mas dos difícilmente sean cuatro, por mas que experimentados rosqueadores hagan del álgebra un culto. La sociedad no vota acuerdos de cúpula sino a las personas. Y aunque a muchos les duela reconocerlo, la Convención de Gualeguaychú funciono como un gigante remate de distintas porciones del centenario partido.

La necesidad del remate surge de las urgencias de algunos legisladores como Sanz, Cimadevilla o Aguad. Estos conductores sin conducidos comparten las características de ser hombres de escaso poder territorial, con nulo apoyo popular, pero hábiles en la rosca pura y dura. Al igual que Frank Underwood, el personaje siniestro de “House of Cards”, estos prohombres del partido fundado por Alem consideran que la democracia está sobrevalorada y aspiran a encabezar minorías o ingresar por la ventana para sostener sus cargos legislativos sin necesidad de tener votos a su favor.

La alianza (nuevamente, perdón por la palabra) realizada con el PRO, de la esperanza blanca Mauricio Macri, tiene serios vicios de origen desde el punto ideológico. Si bien en una anterior columna (“El PRO en su laberinto”) sosteníamos que gran parte del antiperonismo argentino (AKA “gorilaje”) fantaseaba con un acuerdo entre Carrió, Macri y Sanz, el hecho que el sello de la UCR – afiliada a la internacional socialista- se vea enlodado en este caldo, como mínimo, hace tanto ruido como cuando Menem cantaba “combatiendo al capital”.

Aquellos inocentes radicales que sueñan que Sanz (que no supera el 3% de intención de voto) gane en las PASO a Macri producen tanta ternura que no dan ganas de traerlos a la realidad. Aunque deberían repasar la ley electoral para entender que, una vez presentadas las formulas para las PASO, no pueden cambiarse para las elecciones generales. En buen criollo, luego que Macri le pase el trapo al mendocino, los radicales estarán embretados en el PRO. Es decir, lo que en teoría de juegos sería una no-win situation.

De todas maneras, al radical histórico le va a costar acompañar a Macri. Al momento de ingresar al cuarto oscuro, la sombra de Don Raúl Alfonsin puede pesar mucho a la hora de optar por el amarillo patito. El hecho que luego de la Convención experimentados operadores como el “Coti” Nosiglia y “Freddy” Storani emularan al jamaiquino Usain Bolt, mientras una horda de enojados jóvenes radicales los perseguían, hace presagiar que en este caso no existe aquello que “el que gana conduce y el que pierde acompaña”.

Por otra parte, el desguace de la UCR favorece a otros competidores. Aquellos referentes locales de la UCR, con aparato y voto, que no estuvieron de acuerdo con el remate, han habilitado los teléfonos para distintos acuerdos regionales. Los caudillos de Mendoza, Tucuman y Jujuy – por solo nombrar algunos – no se entregarán mansitos al acuerdo.

Un riesgo extra para esta alianza (nuevamente perdón) es la presencia de “Lilita” Carrio. La diputada siempre representa una bomba de tiempo en cualquier organización que integre. Así como se ha encargado de dinamitar UNEN, este acuerdo entre la UCR y el PRO tiene por recorrer aun un largo camino con la espada de damocles chaqueña pendiendo sobre su cuello.

Pero los radicales no son los únicos que deberían preocuparse. Mauricio Macri también corre sus riesgos. El clímax y el boost de la popularidad del alcalde porteño llegó en el mes de marzo, cinco meses antes de las PASO y a siete de las elecciones generales. Su estratega y mentor, el ecuatoriano Duran Barba, esperaba este contexto para mediados de julio. Ahora deberá lidiar con un nuevo enemigo: el amesetamiento y el desgaste.

Por otra parte, la estrategia de seducir a parte del electorado peronista incorporando figuras como el septuagenario “Lole” Reutemann se anula con la incorporación de la UCR, transformando ambas estrategias en un juego de suma cero. Así como a muchos radicales históricos les pesará votar a Macri, muchos peronistas clásicos que miraban con intriga y simpatía al ex presidente de Boca Jr les costará votar un acuerdo que concentre a lo mas puro del anti-peronismo nacional.

Resta ver como reaccionara el peronismo ante este nuevo escenario. La carrera electoral comenzó con cuatro jugadores: el oficialista Frente para la Victoria, la opción renovadora liderada por Sergio Massa, la derecha representada por Macri, y la pseudo centro-izquierda de UNEN. Hoy los jugadores, luego de la implosion de UNEN, se redujeron a tres. Resta ver si esta alianza (ultima vez que la uso, lo prometo) funciona como un punto de inflexión para el peronismo.

Por estos motivos, les recomiendo a mis amigos radicales prudencia y serenidad, no todo lo amarillo patito es oro.