Piense el lector en la siguiente situación hipotética, puramente imaginaria, sencillamente imposible. Una cumbre de estados latinoamericanos se convoca en una nación con una democracia “promedio”, como son las latinoamericanas. Perú, Brasil, Colombia, incluso la Argentina K. Todas, por cierto, muy lejos de los estándares democráticos avanzados.
Cuando la cumbre está por iniciarse, el gobierno local lanza una bestial ola represiva y detiene a los principales líderes políticos opositores, a dirigentes de ONGs y referentes de la sociedad civil, etcétera. A los invitados extranjeros críticos de su gobierno no los deja ingresar por “inadmisibles” y prohíbe sus actividades. Los arrestos son totalmente irregulares, realizados por policías de civil que se niegan a mostrar identificación alguna a sus víctimas. A otros los confinan en sus casas durante 4 ó 5 días, a algunos les abren procesos penales bajo figuras delirantes que no existen en ningún ordenamiento penal democrático.