Piense el lector en la siguiente situación hipotética, puramente imaginaria, sencillamente imposible. Una cumbre de estados latinoamericanos se convoca en una nación con una democracia “promedio”, como son las latinoamericanas. Perú, Brasil, Colombia, incluso la Argentina K. Todas, por cierto, muy lejos de los estándares democráticos avanzados.
Cuando la cumbre está por iniciarse, el gobierno local lanza una bestial ola represiva y detiene a los principales líderes políticos opositores, a dirigentes de ONGs y referentes de la sociedad civil, etcétera. A los invitados extranjeros críticos de su gobierno no los deja ingresar por “inadmisibles” y prohíbe sus actividades. Los arrestos son totalmente irregulares, realizados por policías de civil que se niegan a mostrar identificación alguna a sus víctimas. A otros los confinan en sus casas durante 4 ó 5 días, a algunos les abren procesos penales bajo figuras delirantes que no existen en ningún ordenamiento penal democrático.
Es fácil imaginar la reacción de los periodistas enviados a la hipotética cumbre, y de muchos de los presidentes invitados. Una condena frontal y unánime, denuncias en todos los medios y foros, los periodistas que intentarían tomar contacto con los detenidos y sus familiares. Mandarían a sus medios informes devastadores sobre la represión. El escándalo sería mayúsculo, ganaría todos los titulares y seguramente tendría costos impagables para el enloquecido gobierno que cometiera semejante violación de las libertades más básicas. Por eso este episodio es puramente imaginario, es decir imposible.
Pero cuando la cumbre se hace en Cuba, todo esto deviene real, tal real que se considera descontado y rutinario, y a la vez es tomado por todos estos actores (presidentes, periodistas, organismos multilaterales, etcétera) como asunto normal para nada digno de su atención: la represión es silenciada por la prensa extranjera y sus víctimas se vuelven invisibles. Ningún presidente invitado protesta. Al contrario, todo son loas al régimen dictatorial amigo, al que se apoya en su retórica ofensiva para los valores democráticos. Esto pasó en Cuba, antes, durante y luego de la cumbre de la Celac.
Pese a que no cabe ninguna discusión o duda honesta sobre el carácter dictatorial y de Estado policial del régimen castrista, y que por eso mismo debería ser condenado in limine y activamente por los países de la región. Pero ocurrió y ocurrirá todo lo contrario.