Hay que proponer que se tipifique como delito estacionar en doble mano: es hurtar el tiempo del Otro. Y que yo sepa, todavía, el tiempo vale más que el dinero.
El tránsito colapsa por varias causas. Una de ellas, estacionar en doble mano, en Buenos Aires ya es una epidemia vial. Complica la experiencia diaria de automovilistas y peatones. Los retrasa, los retiene, les hace pedazos el buen humor.
La práctica se extiende y se invisibiliza, y sólo queda en evidencia cuando alguien sale lastimado. Nos estamos acostumbrando a padecernos, y a robarnos el tiempo unos a otros. No da para más.
Es una forma de corrupción urbana extendida que cancela, momentáneamente, la libertad del Otro. No es fácil de calcular pero sí de intuir que las pérdidas de dinero anuales que generan esas infracciones deben ascender a millones de pesos. Y no en multas, sino en tiempo: miles de minutos de miles de personas son hurtados cada día en la Ciudad. Si la víctima, por ejemplo, se dirige a una reunión y llega tarde como consecuencia de esta contravención, quienes lo esperan también fueron robados.
Estacionar en doble mano es individualismo motorizado. Es una nueva fase del egoísmo, que adopta características del delito: despojar al Otro y contra su voluntad de algo que le pertenece.