La política argentina gravita sobre la indefinición permanente, los absolutismos ideológicos, el encasillamiento dogmático y la falta de imaginación. Los deseos les ganan a los hechos. Lo valorativo pesa más que lo fáctico. Las especulaciones más que la empírea. Se cree más en principios inmutables que en resultados concretos.
Las díadas que permiten ordenar un mundo transitaron la historia de las reflexiones no sólo en la política, también en la filosofía, en la sociología y en el derecho. Desde sus inicios, las reflexiones filosóficas han girado en torno a la causalidad-teología o el ser y la cosa. Individuo y sociedad trazaron las deliberaciones sociológicas. Iusnaturalismo y positivismo hicieron los suyo en el derecho. ¿Y en la política? Izquierda-derecha, liberalismo-conservadorismo. Y un poco más acá, en Argentina, las fuimos reemplazando por el binomio peronismo-antiperonismo.
La díada izquierda-derecha, radicalmente ponderada por ciertos sectores locales, no tiene demasiado anclaje ni en las reflexiones teóricas ni en la realidad. No lo tiene por varias razones. Una de estas razones, quizá la más lejana, está ligada a un punto de inflexión histórico. La vuelta de la democracia argentina, que trajo aparejada la noción de conciliación entre partes, significó, entre otras cosas, la búsqueda de un equilibrio ya no tanto ideológico, sino común a dificultades políticas. Continuar leyendo