“La Cámara ha declinado proceder en la implementación de cada presupuesto que adoptó apenas hace tres meses. Por consiguiente, pienso que la Cámara ha elegido: el secuestro –y sus poco realistas y malintencionados recortes discrecionales– debe ser terminado”, estas fueron las palabras del representante republicano por el estado de Kentucky y presidente del poderoso comité de asignaciones de la Cámara de Representantes, Harold Rogers, después del rifirrafe que la semana pasada personificaron los miembros de su partido en el Senado y la Cámara. Ni representantes ni senadores, lograron ponerse de acuerdo sobre dónde y cómo implementar los recortes salvajes que su mismo partido forzó hace unos pocos meses. ¿En qué estarían pensando cuando lo hicieron?
Días atrás el vocero de la mayoría en la Cámara, John Boehner, había dicho en una entrevista que él sería juzgado por las leyes que revocara y no por las que pasara. Más claro no podía ser. Ya van por el intento número cuarenta de revocar la ley de salud del presidente Obama. ¿Qué tan bueno puede ser para un país que el más poderoso de sus líderes en el Congreso sienta que su trabajo consiste más en sabotear que cooperar? El Congreso es llamado la rama legislativa del poder público. Sus integrantes están allí para legislar. Legislar, según el diccionario de la Real Academia significa: Dar, hacer o establecer leyes. Sin embargo el vocero de la mayoría piensa que su sitio en la historia consiste en cuántas leyes destruye.