La mala memoria

Pedro Caviedes

“La Cámara ha declinado proceder en la implementación de cada presupuesto que adoptó apenas hace tres meses. Por consiguiente, pienso que la Cámara ha elegido: el secuestro –y sus poco realistas y malintencionados recortes discrecionales– debe ser terminado”, estas fueron las palabras del representante republicano por el estado de Kentucky y presidente del poderoso comité de asignaciones de la Cámara de Representantes, Harold Rogers, después del rifirrafe que la semana pasada personificaron los miembros de su partido en el Senado y la Cámara. Ni representantes ni senadores, lograron ponerse de acuerdo sobre dónde y cómo implementar los recortes salvajes que su mismo partido forzó hace unos pocos meses. ¿En qué estarían pensando cuando lo hicieron?

Días atrás el vocero de la mayoría en la Cámara, John Boehner, había dicho en una entrevista que él sería juzgado por las leyes que revocara y no por las que pasara. Más claro no podía ser. Ya van por el intento número cuarenta de revocar la ley de salud del presidente Obama. ¿Qué tan bueno puede ser para un país que el más poderoso de sus líderes en el Congreso sienta que su trabajo consiste más en sabotear que cooperar? El Congreso es llamado la rama legislativa del poder público. Sus integrantes están allí para legislar. Legislar, según el diccionario de la Real Academia significa: Dar, hacer o establecer leyes. Sin embargo el vocero de la mayoría piensa que su sitio en la historia consiste en cuántas leyes destruye.

Esta misma semana también hubo una discusión entre dos prominentes miembros de ese partido, el gobernador Chris Christie y el senador por el estado de Kentucky, Rand Paul. Una de las cosas que dijo el senador en medio del cruce de frases, fue que si al gobernador le interesara de verdad la seguridad del país, cambiaría su actitud de “dame, dame, dame”, haciendo clara alusión a los fondos que Christie pidió al gobierno federal para asistir a las víctimas de su estado, después de la desgracia del huracán Sandy. Lo que Rand Paul parecía no saber, y el gobernador no dudó en enseñárselo al otro día, es que por cada dólar que Nueva Jersey da al gobierno federal en forma de impuestos, recibe de vuelta 0.77, mientras que el estado de Kentucky recibe, por cada dólar, 1.57.

De hecho, según datos del censo del 2010, a excepción de unos pocos estados como Texas, un alto porcentaje de los estados que votaron republicano en la elección presidencial del 2008, reciben mucho más del gobierno federal, que lo que aportan en impuestos. Y sin embargo senadores y representantes, y la mayoría de los miembros del partido por el que votan, dicen ser los halcones del déficit.

Sólo en un escenario poblado de tal nivel de absurdo se puede dar que en un mundo en plena emergencia por el cambio climático a un grupo de líderes de la primera potencia se les ocurra cercenar el presupuesto de la Agencia de Protección Ambiental, de 8.3 billones (en el sistema americano) a 5.5. Sólo en un escenario tal puede entenderse que implementen unos recortes tan drásticos y aleatorios, en plena recuperación económica, y que después culpen al presidente porque no se han creado más puestos de trabajo. Como en el caso del dinero que reciben del gobierno federal en estados como el del senador Paul, parece que no se dan cuenta que son ellos los que los están destruyendo.

Todo el gobierno de este país tan prospero, se ha encontrado de repente atascado en la máquina del tiempo, por un grupo de congresistas radicales que se adueñaron de un partido, que al parecer no tenía líderes con el suficiente carácter para contradecirlos.

Cuando el tiempo se encargue (como ya está pasando) de ir tumbando paulatinamente sus teorías irracionales, nos iremos dando cuenta de lo que muchos han tenido que sufrir, por causa de tan pocos. Claro que habrá los que jamás se percaten de esto. Son los que miran con nostalgia los años del segundo presidente Bushdiciendo que en sus dos períodos los índices económicos estuvieron por los cielos, y que es el gobierno de Obama el culpable de todo ese desastre que le dejaron de herencia (desastre que por cierto ha logrado reparar, a pesar de la férrea oposición, ciega e irresponsable, del partido que gobernó antes). Quién sabe, quizá solo sea cuestión de mala memoria.