Por: Pedro Caviedes
Al revisar las noticias de la semana que pasó, da la impresión de que en Colombia no se le ha dado suficiente importancia al informe de inteligencia sobre el inminente atentado al ex presidente Álvaro Uribe y al fiscal Montealegre. Sobre todo, parece que no se le ha concedido la importancia que merece; el silencio de los miembros de las FARC que se encuentran en La Habana, o su simple referencia al hecho como un chisme, y la actitud del presidente Juan Manuel Santos que, primero, responsablemente, ordenó a su ministro de Defensa que le informara al ex presidente, pero después lo contradijo, diciendo que se trataba de un informe viejo. Todo esto además, cuando se celebraba, pocos días antes, un acuerdo de participación política en el que el gobierno se comprometía a brindarle a las FARC todas las garantías que pedían para ejercerla de forma segura.
¿Y si lo que se está creando es un partido político con un brazo armado, sobre el que los miembros de ese partido, aparentemente, no saben nada y por ende no se hacen responsables de sus actos? Un escenario así sería peor que todos los años de guerra. ¿Se imaginan a congresistas barriendo a la oposición a punta de bombas y balas, y de paso, patrocinando sus campañas con los ingresos de la empresa más lucrativa del país actualmente, como es el narcotráfico? Maduro y Chávez, les quedarían en pañales.
Por eso, las FARC deben ser claras de una vez por todas sobre si su mando está unificado o si hay una ruptura en sus filas. Si no la hay, no sé cómo el presidente puede seguir dialogando, con personas que cuando se levantan de la mesa, están planeando asesinatos. Y si la hay, que muestren abiertamente su desacuerdo y que digan quiénes son los insurrectos, para depurarlos del proceso de Cuba, y se les comience a dar tratamiento de bandas criminales. Eso sí sería una muestra de voluntad, mucho más concreta que la firma de acuerdos que, bien lo han dicho, no tienen ningún peso hasta que se acuerde todo.
Cuando el presidente Juan Manuel Santos anunció su intención de lanzarse a la reelección esta misma semana, lo hizo con lo que parece que será su lema de campaña: “La paz es la mejor seguridad, es la seguridad última”. Pues yo miro a la vecina Venezuela, un país sin guerrilla, es decir (supuestamente) en paz, y veo que la han convertido en la nación más insegura del continente latinoamericano, y quizá una de las más inseguras del mundo. La zona que componen Honduras, El Salvador y Guatemala, también se considera como una de las más peligrosas del globo, y no tiene guerrillas armadas hostigando sus campos e infraestructura. No, esa paz de la que habla el presidente, ni garantiza la seguridad última, ni es necesariamente la mejor seguridad. Es más, si de lo que aquí se trata, como todo parece indicar, es de que estos jefes guerrilleros no paguen un día de cárcel y puedan presentarse a cargos de elección popular, creo que Colombia en lugar de estar dando un paso hacia la prosperidad, puede estar dándolo hacia un escenario mucho peor que el que hoy viven los países gobernados por el arruinado socialismo del siglo XXI, con sus presidentes aferrados al poder, recortando libertades y ordenando saqueos, a la manera de los dictadores de antaño, pero legitimados por unas elecciones compradas cuyos resultados han sido alterados por ellos. Por cierto, si la paz es justicia, ¿cómo podría darse ésta ante un escenario de tal impunidad?
El presidente Juan Manuel Santos debería saber que en una democracia, la oposición no puede ser tildada de “enemiga”, se utilice en el contexto que se utilice, como él lo hace al referirse a “enemigos de la paz”. Enemigos de la paz son los que asesinan y secuestran, los que cometen y planean atentados y siembran los campos de minas y los corruptos y mafiosos, mas no las personas de bien que simplemente no están de acuerdo con un proceso llevado a cabo por el gobierno, sin siquiera haberle consultado al pueblo. Los enemigos de la paz son los que en principio perpetuaron esta guerra, no un ex presidente que liberó a tantos de la tortura del secuestro, y en cuya administración se logró lo que en todas las otras fue imposible. Es que si los enemigos de la paz son los que indica el presidente Santos, ¿entonces qué son las FARC? ¿Amigos?