Amigos y enemigos

Al revisar las noticias de la semana que pasó, da la impresión de que en Colombia no se le ha dado suficiente importancia al informe de inteligencia sobre el inminente atentado al ex presidente Álvaro Uribe y al fiscal Montealegre. Sobre todo, parece que no se le ha concedido la importancia que merece; el silencio de los miembros de las FARC que se encuentran en La Habana, o su simple referencia al hecho como un chisme, y la actitud del presidente Juan Manuel Santos que, primero, responsablemente, ordenó a su ministro de Defensa que le informara al ex presidente, pero después lo contradijo, diciendo que se trataba de un informe viejo. Todo esto además, cuando se celebraba, pocos días antes, un acuerdo de participación política en el que el gobierno se comprometía a brindarle a las FARC todas las garantías que pedían para ejercerla de forma segura.

¿Y si lo que se está creando es un partido político con un brazo armado, sobre el que los miembros de ese partido, aparentemente, no saben nada y por ende no se hacen responsables de sus actos? Un escenario así sería peor que todos los años de guerra. ¿Se imaginan a congresistas barriendo a la oposición a punta de bombas y balas, y de paso, patrocinando sus campañas con los ingresos de la empresa más lucrativa del país actualmente, como es el narcotráfico? Maduro y Chávez, les quedarían en pañales.

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Negociación o reforma

Se ha celebrado con cierta euforia, sobre todo desde algunos sectores del gobierno colombiano, y algunos políticos, el haber logrado un acuerdo sobre el segundo punto en la negociación con las FARC (el que habla de la participación en política de este grupo una vez desmovilizado), de los seis que conforman la agenda. Sin embargo, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha sido un poco más discreto, al recordar, en medio de los discursos que celebran el hecho, que “nada está acordado, hasta que todo esté acordado”.

A pesar de ser consciente del avance maravilloso que sería para Colombia que en lugar de un grupo narcoterrorista haya un partido político, sí son muchas las dudas que me asaltan al leer sobre lo acordado.

La primera duda radica en la confianza que se le pueda tener, una vez desmovilizados, a los miembros de un grupo que lleva demasiados años engañando al país, incluso después de que los hechos los han dejado en evidencia, como en el caso de los diputados del Valle, que ejecutaron a sangre fría, y cuya muerte quisieron atribuir a un ataque del ejército.

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