La guerra primero, la política después

En las propuestas y las operaciones políticas más tolerantes y plurales subyacen, en ocasiones explícitamente, ciertas expresiones de violencia que a veces se concretan y generan un ambiente de confrontación que puede derivar en cruentos conflictos, situación en la que es aplicable la expresión de Carl von Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Por suerte, para beneficio del ciudadano y la comunidad, la mayoría de quienes incursionan en la gestión pública son partidarios del debate de ideas y propuestas. Rechazan cualquier manifestación de violencia, más allá de las pasiones que genera la controversia, y bregan por la conciliación por medio del diálogo y las negociaciones.

Sin embargo, no faltan quienes piensan de forma opuesta al filósofo militar alemán, al considerar que la política es una forma de hacer la guerra, en la que el vencedor tiene la potestad de imponer su voluntad y proceder de acuerdo con su exclusivo beneficio y el de sus partidarios.

En ocasiones, la porfía puede ser muy acre, amarga y punzante. Sin embargo, cuando termina la lid, las partes que participaron en la discusión tienden a buscar puntos de encuentros y conciliación, lo que algunos llaman cultura democrática. No obstante, esa convivencia puede resultar afectada, cuando los candidatos recurren a la violencia verbal, la descalificación y la amenaza a sus rivales. Continuar leyendo

El plan FARC

Durante el aniversario del Plan Colombia, por medio del cual Estados Unidos facilitó al Gobierno de Bogotá recursos para combatir la insurgencia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hicieron público a través de uno de sus comandantes lo que podría interpretarse como un nuevo plan, en el que, por supuesto, las FARC resultarían beneficiadas.

Este planteamiento del comandante Pastor Alape demuestra que el grupo guerrillero que en el pasado encarnó una propuesta política antidemocrática —pero fundamentada en una ideología—, aparte de mutar a fuerza terrorista enraizada en el narcotráfico, está dispuesto a convivir con su enemigo más acérrimo si esa cohabitación está respaldada por grandes cantidades de dinero.

Durante décadas, las FARC proclamaron orgullosa y estentóreamente su hostilidad hacia Estados Unidos y los valores que esa nación representa. Sin embargo, llegaron a la conclusión de que las diferencias podían ser superadas si Washington paga la consolidación del proceso de paz, financiamiento que repercutiría favorablemente en los bolsillos de los comandantes.

Para los jerarcas de la narcoguerrilla, lo importante es el cash. Los que cayeron defendiendo los postulados que las FARC enarbolaron en el pasado no cuentan, porque las propuestas ideológicas, a pesar de estar sostenidas en los fusiles, nunca lograron arraigar en el pueblo colombiano. Continuar leyendo