En las propuestas y las operaciones políticas más tolerantes y plurales subyacen, en ocasiones explícitamente, ciertas expresiones de violencia que a veces se concretan y generan un ambiente de confrontación que puede derivar en cruentos conflictos, situación en la que es aplicable la expresión de Carl von Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.
Por suerte, para beneficio del ciudadano y la comunidad, la mayoría de quienes incursionan en la gestión pública son partidarios del debate de ideas y propuestas. Rechazan cualquier manifestación de violencia, más allá de las pasiones que genera la controversia, y bregan por la conciliación por medio del diálogo y las negociaciones.
Sin embargo, no faltan quienes piensan de forma opuesta al filósofo militar alemán, al considerar que la política es una forma de hacer la guerra, en la que el vencedor tiene la potestad de imponer su voluntad y proceder de acuerdo con su exclusivo beneficio y el de sus partidarios.
En ocasiones, la porfía puede ser muy acre, amarga y punzante. Sin embargo, cuando termina la lid, las partes que participaron en la discusión tienden a buscar puntos de encuentros y conciliación, lo que algunos llaman cultura democrática. No obstante, esa convivencia puede resultar afectada, cuando los candidatos recurren a la violencia verbal, la descalificación y la amenaza a sus rivales. Continuar leyendo