En la acción de votar se conjugan elementos importantes como el deber, la obligación y el derecho. Hay que asumir que la opinión de cada uno cuenta y que las decisiones que se tomen podrían tener importantes consecuencias.
No votar significa dejar que otros decidan sobre nuestras vidas y la de nuestros hijos. Para bien o mal, ninguna persona se debe sustraer del ejercicio de sus derechos, máxime si es para seleccionar a quienes van a representarla en el servicio público.
Si la abstención es funesta para el fortalecimiento de la democracia, no es menos perjudicial que el elector favorezca a un candidato por amiguismo, simpatías, raza, nacionalidad, o por reflejo de lo que hacen y opinan los otros.
Una anomalía que afecta negativamente el desarrollo de una sociedad democrática es la baja participación del electorado en los comicios regionales. La abstención a quien más favorece es al político electo que ha hecho mal su trabajo o al por elegir que ha escogido la cosa pública como vía para su enriquecimiento personal.
Hay ciudadanos que opinan que las elecciones claves son aquellas en las que se selecciona al presidente y a los congresistas, una apreciación válida, pero insuficiente, porque el representante electo que más influirá en los intereses primarios será el concejal, el comisionado o el alcalde de la localidad. Continuar leyendo