Cuántas veces viajamos en subte o tren y nos cruzamos con jóvenes viviendo en la calle, pidiendo una moneda, y sentimos la impotencia de no poder cambiar su realidad. Cuántas veces escuchamos informes sobre la creciente inflación, los sueldos que no alcanzan y pensamos en lo difícil que será independizarnos de nuestros padres en un futuro cercano. Como joven argentino, este tipo de problemas y otros similares se cruzan por mi cabeza varias veces al día.
Felizmente, este año se abre una oportunidad para introducir aires de cambio en las políticas adoptadas por nuestro gobierno. Me refiero a la habilitación del voto de los ciudadanos de 16 y 17 años mediante la Ley de Voto Joven adoptada a fines de 2012. El ingreso de estos jóvenes a la contienda electoral siembra la esperanza de que ingresen nuevos temas en la agenda pública y de que los que ya tienen tratamiento se aborden desde nuevas perspectivas.