¿No es un poco tarde para lamentarse por el hecho de que el hombre que gobernó de facto la Argentina entre 1976 y 1981, cuando se desató la represión más sangrienta de nuestra historia, haya muerto sin hablar?
Un lugar común de los muchos que se han escuchado en estos días fue ese reproche -ya sin destinatario- por los secretos que Jorge Rafael Videla se habría llevado a la tumba: concretamente, el destino exacto de muchos desaparecidos y el paradero de los niños apropiados, secuestrados con sus padres o nacidos en cautiverio.