Este año comenzamos a discutir las negociaciones paritarias con mayor anticipación y mayor predisposición del Gobierno que el año pasado. En el caso del Gobierno nacional, desde diciembre, cuando nos convocó el ministro Alberto Sileoni a los sindicatos docentes nacionales, después de una frustrada negociación el mismo año que tuvo como consecuencia el cierre de la paritaria por una resolución unilateral del Ministerio y que motivó la convocatoria a un paro nacional de CTERA. Sin ninguna duda, haber concluido así la paritaria fue un error. Cada una de las partes deberemos evitar que vuelva a suceder, puliendo y precisando las estrategias a desarrollar para no echar por tierra una de las conquistas más importantes que alcanzamos los trabajadores de la educación en nuestro país, luego de años de lucha y que impulsó como política de Estado el ex presidente Néstor Kirchner.
La otra paritaria docente es la de la provincia de Buenos Aires, que si bien se alcanzó un acuerdo a principios de año, es justo y correcto diferenciarla de las políticas del Gobierno nacional, ya que a mitad de año el Gobierno bonaerense recurrió a viejas recetas de ajuste que creíamos olvidadas en este nuevo tiempo político. El segundo semestre fue muy malo para la educación en general en la Provincia, para los trabajadores de la educación, para los chicos y para la escuela pública. Sólo a final del año, y luego de una lucha sostenida y consecuente, los docentes logramos destrabar algunos puntos conflictivos, en dos reuniones con el gobernador Daniel Scioli, siendo uno de estos puntos la convocatoria a paritarias en el mes de enero, reunión que se concretó el 14 de enero del corriente año.
Este año tenemos una oportunidad. Poder conseguir un aumento salarial que permita recomponer el poder adquisitivo del salario docente y en consecuencia canalizar la conflictividad en la mesa de negociación, con los consiguientes beneficios para la educación pública.
Sólo se necesita una condición: el Gobierno debe entender que no es lo mismo un porcentaje de aumento para los salarios docentes que el mismo porcentaje para gremios que tienen niveles salariales más altos. También debe ser capaz de dimensionar el compromiso que los trabajadores de la educación tenemos con la escuela pública y valorar el esfuerzo que eso significa.
Y, sin ninguna duda, en el caso del Gobierno de la provincia de Buenos Aires, debe saber que ante las más mínima decisión que implique un ajuste, o un ajuste encubierto, va a encontrar la resistencia y la lucha consecuente de todos los trabajadores de la educación.
Tenemos una oportunidad, no la desaprovechemos.