África reza

A fines de los cuarenta, en plena Guerra Fría, un famoso dúo actoral de esa época, Abbott y Costello, tuvo un éxito de taquilla cinematográfico con Africa Screams (‘África ruge’), un relato ambientado en clave de comedia en el entonces, para decirlo con un cliché de esos años, exótico continente negro. Como suele pasar, el gran suceso cómico (otra muletilla del periodismo de los cincuenta) tuvo unos años después su versión local en África ríe, esta vez protagonizado por los Cinco Grandes del Buen Humor, otro conjunto muy celebrado durante décadas por los argentinos.

¿África ríe o ruge? Quizás un verbo más adecuado a su propia circunstancia tendría que ser llora, porque el dolor es su verdadero signo existencial en un cuadro dramático donde se conjugan elementos que, si algún punto en común presentan, es un desconocimiento de la dignidad humana. África es un ejemplo palmario del apotegma consumista “Úselo y tírelo”, en medio de una gran indiferencia global.

El viaje del Papa a tres naciones africanas muestra una vez más la prioridad de Francisco por las periferias, y también constituye un modo de hacer real la opción preferencial por los pobres, una categoría evangélica redescubierta por las teologías de la liberación latinoamericanas a fines de los sesenta. Es esta una actitud particularmente asumida por su propio pontificado. De tal modo se percibe cuando todos los problemas, como lo hace Francisco con la ecología en su reciente encíclica Laudato si’, son contemplados en una perspectiva social desde el lugar de los que sufren injustamente. Continuar leyendo

La religión de Fidel Castro

No son pocas las circunstancias en que la muerte opera como un lavado de dinero o un blanqueo de capitales. Prologada por el historiador jesuita Guillermo Furlong, el bibliógrafo (su biblioteca albergaba más de sesenta mil volúmenes) José Luis Trenti Rocamora escribió, allá por los años cuarenta, una meritoria obra ensayística -y por lo que diré, más cercana a la apologética que a una verdadera investigación histórica- sobre Las convicciones religiosas de los próceres argentinos. En ella se pasa una prolija revista a prominentes figuras de la nacionalidad, que aunque muy diversas unas de otras, todas ellas -con sus más y sus menos- dieron testimonio de una sensibilidad cristiana, tanto en su vida privada como incluso en la actuación pública.

Como esta realidad es ordinariamente desconocida por una gran parte de nuestra moderna cultura secularizada, no puede dejar de advertirse cómo algunos de estos personajes tan conocidos por cualquier argentino desde sus primeros años (Juan Martín de Pueyrredón, Cornelio Saavedra, Manuel Dorrego, José de San Martín y Juan Manuel de Rosas, entre otros), han sido y constituyen verdaderos ejemplos de una fe muy arraigada en el pueblo y en su historia.

Sin embargo, mucho me temo que en más de una ocasión, primó en el autor el deseo de mostrar una huella del mensaje evangélico en ellos, pero también esa tan consabida benevolencia que típicamente sobreviene en el clásico género del elogio fúnebre, cuando hay que hablar de los muertos, y por la cual parece que todo ha sido virtud en el recipiendario del homenaje. Hay que reconocer que ello no deja de ser una especie de convención, aunque llena de buena voluntad, en bastantes casos teñida de una cierta pequeña hipocresía, puesto que en el fondo nadie se engaña tanto como para pensar que es así.

Cuántas veces habrá sucedido que los buenos deseos vuelven casi irreconocible al biografiado y el relato asume los caracteres de una hagiografía, que es como se denomina a la vida de los santos. De todos modos, aun en estos casos, los autores espirituales también suelen ocultar -sin dejar de ponderar en ellos la mejor intención- algo muy real, como son los defectos de quienes han practicado la virtud cristiana en grado heroico, que los han tenido y en abundancia, pero supo superarlos, y ese es precisamente su mérito. Continuar leyendo