El golpe militar en Egipto era un final anunciado aunque constituye una noticia lamentable al interrumpir un proceso político que nació lleno de esperanza. La democracia en Egipto merecía una mejor oportunidad. Sin embargo, el Presidente depuesto, Mohamed Morsi, tampoco ha ayudado para dar lugar a un proceso político mas abierto e incluyendo, a través del dialogo, a las demandas de la oposición. El hiperpresidencialismo, el exceso de islamismo en las acciones de gobierno y en la vida social en general, fueron detonantes que estaban latentes ante el avance de los Hermanos Musulmanes en todas las áreas de gobierno y el creciente desvanecimiento de la independencia de poderes. La Constitución, por la forma que fue redactada y aprobada, tampoco contaba con consenso popular.
El fracaso democrático en un país que ha sido gobernado por mandatarios autoritarios de corte militarista desde la independencia en 1952 es un hecho grave que puede dar lugar a procesos por imitación en otros países que han atravesado una primavera árabe decepcionante en términos de libertades individuales. El autoritarismo y la influencia religiosa opaca la mayoría de los procesos democráticos en Medio Oriente. Esa tendencia es preocupante en una región compleja y que atraviesa riesgos permanentes de conflictos militares mayores.