Las conversaciones de paz entre la guerrilla de las FARC y el gobierno colombiano han llegado a un punto sumamente controversial. Ya se está hablando de la participación política que tendría la guerrilla en la democracia colombiana. El país se encuentra parcializado. Las nuevas generaciones en Colombia merecen un futuro en paz, y el país está teniendo gradualmente una transformación socioeconómica importante. Que el gobierno de Colombia logre un acuerdo de paz en este momento probablemente sería lo más positivo que le puede pasar a una Colombia que ha estado en guerra con las guerrillas por más de cincuenta años. Y aunque la gestión del presidente Álvaro Uribe haya sido exitosa porque acabó en gran parte con varios cabecillas y frentes de las FARC, seguir con la guerra no garantiza la paz.
El peligro que se vive en este momento en el ámbito político colombiano, entre otras cosas, para mí radica en que se está tratando de hacer un acuerdo de paz un año antes de elecciones presidenciales, y no hay nada más peligroso que una campaña política basada en lo que probablemente sería un hecho histórico crucial para el porvenir del país. Una campaña política genera pasiones, apoyos e intereses individuales que van más allá de un interés colectivo de que las zonas rurales del país que sufren con la narcoguerrilla vivan en paz. Y eso lo digo por todos los partidos políticos, no por uno en particular. Que si el presidente Santos sólo busca la paz para ganarse un premio Nobel, o que si el ex presidente Uribe no deja gobernar a Santos, son comentarios que se escuchan por doquier en las calles colombianas.