Por: Sabina Covo
Las conversaciones de paz entre la guerrilla de las FARC y el gobierno colombiano han llegado a un punto sumamente controversial. Ya se está hablando de la participación política que tendría la guerrilla en la democracia colombiana. El país se encuentra parcializado. Las nuevas generaciones en Colombia merecen un futuro en paz, y el país está teniendo gradualmente una transformación socioeconómica importante. Que el gobierno de Colombia logre un acuerdo de paz en este momento probablemente sería lo más positivo que le puede pasar a una Colombia que ha estado en guerra con las guerrillas por más de cincuenta años. Y aunque la gestión del presidente Álvaro Uribe haya sido exitosa porque acabó en gran parte con varios cabecillas y frentes de las FARC, seguir con la guerra no garantiza la paz.
El peligro que se vive en este momento en el ámbito político colombiano, entre otras cosas, para mí radica en que se está tratando de hacer un acuerdo de paz un año antes de elecciones presidenciales, y no hay nada más peligroso que una campaña política basada en lo que probablemente sería un hecho histórico crucial para el porvenir del país. Una campaña política genera pasiones, apoyos e intereses individuales que van más allá de un interés colectivo de que las zonas rurales del país que sufren con la narcoguerrilla vivan en paz. Y eso lo digo por todos los partidos políticos, no por uno en particular. Que si el presidente Santos sólo busca la paz para ganarse un premio Nobel, o que si el ex presidente Uribe no deja gobernar a Santos, son comentarios que se escuchan por doquier en las calles colombianas.
De todo esto no deja de sorprender cómo el presidente Santos fue elegido con una base de votantes uribistas, y no siguió con las políticas de Uribe en algunos ámbitos, y cómo el ex presidente Uribe no ha dejado de manifestarse acerca de la gestión de Santos. Algo poco visto en países democráticos en los que los partidos tienen un ideal y los ex presidentes respetan las gestiones de sus sucesores. A estas alturas ya el presidente Santos, por respeto al pueblo, debería haber anunciado si va o no a reelección. Sobre todo por lo delicado de un proceso de paz en marcha.
No deja de sorprender que se hayan dado a conocer planes de las FARC para asesinar a Uribe, y a varios de los de su partido político, y que los guerrilleros sigan sentados en la mesa en La Habana queriendo hacer política. Decepciona y entristece. Así como entristece saber que esos criminales podrán hacer política. Sobre todo los mismos que violaron niñas, secuestraron niños y asesinaron y secuestraron por doquier.
En una intervención en Miami, el ex presidente Uribe advirtió que el proceso de paz que adelanta el presidente Santos podría llegar a un castro-chavismo en Colombia. La pregunta que me hago cuando escucho declaraciones como ésta es: ¿será que el pueblo de Colombia elige a un Chávez? Aunque en Colombia existe la corrupción política, la historia política de ese país es muy distinta a la de Cuba o a la de Venezuela. Hay analistas que dudan de que en Colombia suceda un fraude electoral como el que en muchos casos perpetúan las dictaduras, como la de Maduro. Lo que sí existe es un fenómeno de compra de votos. Pero el pueblo hasta el momento ha mostrado que le gusta vivir en democracia.
Con los hechos como están hoy día, para los colombianos, con una guerrilla activa que tiene a algunos líderes sentados en La Habana no necesariamente pasándola mal, es difícil decidir. Qué preferir, ¿tener guerra o ver a las FARC en política? ¿Y qué pasará con el narcotráfico? Esa sí que es la pregunta del millón. Mientras la droga siga financiando a los guerrilleros, de nuevo, es difícil decidir.