El Uribe candidato al Senado

Tuve la oportunidad de entrevistar al ex presidente Álvaro Uribe en exclusiva durante su visita a Cartagena este pasado viernes para un canal de televisión colombiano. Aunque ya conocía su característica sencillez, me sorprendió una pregunta que le hizo él a su jefe de prensa cuando terminó la entrevista: quería saber cómo condensar una respuesta que me dio en la que explicaba su óptica de la diferencia entre los procesos de paz en otros países de Latinoamérica o el mundo que han tenido guerrillas, o dictaduras y Colombia. Un líder en política mundial de la talla de Uribe creyera uno que debería ser más creído, o al menos sobrado o “picado” como dicen en Colombia, pero Uribe me pareció aterrizado y bastante terrenal.

Él me había respondido magistralmente la pregunta que le cuestionó a su jefe de prensa, pero en efecto ella le decía durante la entrevista que estábamos contra el tiempo. Espontáneo, y un poco acelerado al principio, no me miraba a los ojos, pero mientras entró en materia de respuestas eso cambió y me dio más confianza en lo que decía. La entrevista duró 29 minutos, tocamos temas de Cartagena, hablamos de Colombia, de Cuba y de Latinoamérica en general.

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Colombia y el proceso de paz

Las conversaciones de paz entre la guerrilla de las FARC y el gobierno colombiano han llegado a un punto sumamente controversial. Ya se está hablando de la participación política que tendría la guerrilla en la democracia colombiana. El país se encuentra parcializado. Las nuevas generaciones en Colombia merecen un futuro en paz, y el país está teniendo gradualmente una transformación socioeconómica importante. Que el gobierno de Colombia logre un acuerdo de paz en este momento probablemente sería lo más positivo que le puede pasar a una Colombia que ha estado en guerra con las guerrillas por más de cincuenta años. Y aunque la gestión del presidente Álvaro Uribe haya sido exitosa porque acabó en gran parte con varios cabecillas y frentes de las FARC, seguir con la guerra no garantiza la paz.

El peligro que se vive en este momento en el ámbito político colombiano, entre otras cosas, para mí radica en que se está tratando de hacer un acuerdo de paz un año antes de elecciones presidencialesy no hay nada más peligroso que una campaña política basada en lo que probablemente sería un hecho histórico crucial para el porvenir del país. Una campaña política genera pasiones, apoyos e intereses individuales que van más allá de un interés colectivo de que las zonas rurales del país que sufren con la narcoguerrilla vivan en paz. Y eso lo digo por todos los partidos políticos, no por uno en particular. Que si el presidente Santos sólo busca la paz para ganarse un premio Nobel, o que si el ex presidente Uribe no deja gobernar a Santos, son comentarios que se escuchan por doquier en las calles colombianas.

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La Colombia de ahora

Comparar a la Colombia de ahora con la de hace 15 años delinea claramente el crecimiento económico que ha tenido el país. Basta con visitarlo para notar la evolución comercial de sus ciudades y la inversión extranjera que hoy confía en sus industrias. Ha sido el resultado de la seguridad democrática, del trabajo social, de la diplomacia con países vecinos y socios comerciales, y de ciudadanos pujantes que han querido salir adelante con todo y que el país haya vivido, y todavía viva, pero a menor escala, el conflicto de la guerrilla y la pesadilla del narcotráfico.

Resultados de la gestión del ex presidente Álvaro Uribe, y de lo que de algún modo ha seguido desarrollando el presidente Juan Manuel Santos, ya que ambos, con diferentes estilos, han fomentado la confianza económica. Sin embargo, es una realidad que muchos empresarios critican la gestión del presidente Santos en muchos aspectos y un gran sector del país además critica que el presidente Juan Manuel haya iniciado conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC. Estando en Colombia uno nota cómo el país se encuentra muy dividido, lo que es parte de una democracia sólida, como la de Colombia, pero preocupa.

Preocupa sobre todo si tenemos en cuenta que a nivel socioeconómico el país todavía tiene muchos problemas de pobreza y de desigualdad social. Conversando con empresarios colombianos, uno se da cuenta de que el petróleo, la agricultura, el sector inmobiliario, el turismo y muchas otras industrias en Colombia prosperan a pasos agigantados, pero que también hay demasiado escepticismo. De una u otra forma todo se interconecta.

Se augura que el país no va a lograr la meta de crecimiento del 4% que espera el Ministerio de Hacienda para el 2013 y la inversión extranjera ha disminuido un poco. Pero noticias como la que informa de un 7,6% más de ingresos en el segundo trimestre del 2013, comparado con el 2012 para el grupo de la aerolínea Avianca, o las páginas de las revistas inundadas con publicidad de proyectos inmobiliarios en las principales ciudades colombianas con precios donde el pie cuadrado iguala los precios de Miami, y en algunos casos de Nueva York, son muestras de gran prosperidad.

La gran crisis social y política que reflejan las páginas de los diarios y que muestran esa división que figura en la Latinoamérica actual, no opaca a simple vista los múltiples eventos empresariales que celebra el pa;is a lo largo y ancho. El diario El Universal de Cartagena, por ejemplo, promueve en media página el foro de innovación empresarial que se llevará a cabo el próximo 22 de agosto en el JW Marriot, patrocinado por marcas como Coca-Cola, que antes era impensable que invirtieran recursos en el país. No saber qué puede pasar si se logra la paz con la guerrilla a mi criterio genera desconfianza. Sin duda eso cohíbe todo tipo de novedad por la inestabilidad política que se vive y que pudiese predominar.

Pero es necesario vivir ese escepticismo para lograr de una forma u otra que el conflicto con la guerrilla se acabe. Es parte de la transición necesaria que vive el país. No se puede tapar el cielo bajo la nube económica o la lluvia de oportunidades de los que más tienen. En Colombia la situación política debe estabilizarse, sólo así habrá prosperidad de todo tipo. Mientras tanto son sólo buenas rachas y malas rachas.

 

Las FARC, entre ironía e impunidad

Las FARC insisten en que se dé un cese al fuego, el gobierno de Colombia se niega rotundamente. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, el conflicto colombiano es viejo. Medio siglo de crimen. Sería un desacierto absoluto del gobierno de Juan Manuel Santos aceptar un alto a las operaciones militares del gobierno durante la negociación en La Habana mientras que las FARC continúan con su agenda de abusos a civiles, secuestros y ataques a las fuerzas del orden, negándolos y disfrazándolos con excusas baratas.Las FARC aseguran no ser narcotraficantes, no tener secuestrados y verse forzados a reaccionar al gobierno colombiano con fuego. Pero, ¿quién le cree a un grupo subversivo que tiene a cuestas más de cinco millones de víctimas según cifras del gobierno colombiano? Seguramente ni el presidente Santos les cree, pero tampoco le importa que vociferen sus ideas controversiales. Hay voluntad de paz y según él, este año se logra. Para él, conceptos como agradecerle al difunto Hugo Chávez por el proceso de paz son comentarios necesarios y del diario vivir colombiano, más allá de si causan descontento o no entre la base que lo eligió.