Los porteños no hemos aprendido aún a construir consensos urbanísticos en democracia.
Nuestra historia ha demostrado que la unilateralidad nunca dudó en realizar fuertes intervenciones urbanísticas tanto en el espacio público como en el privado, reconfigurando la ciudad de Buenos Aires y su periferia, y afectando en el largo plazo los patrones de convivencia. Amparado en la fuerza de la decisión y a su propio arbitrio, ignoró la opinión de los vecinos o las objeciones de la ciudadanía respecto a obras que modificaron su entorno vital.
Un ejemplo emblemático ha sido la construcción de la Autopista 25 de Mayo que implementó desde el año 1976 el intendente de facto de la ciudad Brigadier Cacciatore según un plan pergeñado en 1971 por la dictadura anterior. Se trató de la demolición de 150 manzanas contiguas, un verdadero tajo que fracturó la ciudad, arruinó toda la franja lindante con esa traza y con el paso del tiempo fue un factor de precarización aún mayor del sur porteño.