Hace pocos días el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, respondió en duros términos al senador de la ultraderecha estadounidense Marco Rubio, y remarcó, entre otros aspectos, que la Argentina era un “paradigma de libertad de expresión“. Sin embargo, y sin perjuicio de que el legislador merecía un diplomático llamado de atención por sus irresponsables afirmaciones, impropias en un funcionario público, pensar que somos un paradigma de la libertad de expresión porque “cada uno expresa su opinión” es equivalente a sostener que somos un paradigma de derecho a la igualdad porque no admitimos prerrogativas de sangre ni de nacimiento.
Prueba de que la Argentina no es un paradigma de libertad de expresión es el reciente fallo de la Corte Suprema en materia de publicidad oficial, en el cual se ordenó al Gobierno a incluir a Canal 13 dentro de la distribución de la pauta oficial, así como también a respetar pautas de “proporcionalidad y equidad” respecto de todos los canales que la reciben. ¿Por qué? ¿Qué genera la distribución discrecional y arbitraria de la pauta oficial?