Por suerte, otra vez, Cristina Fernández se dirigió al pueblo. ¿Cómo negar que la escena política nos resultaba aburrida sin ella? Llegó, sin embargo, levemente distinta.
Aunque nos había empezado a acostumbrar al ambiente doméstico en las charlas con los periodistas Hernán Brienza y Jorge Rial, en las que ni siquiera se privó de usar un término vulgar (“Dijeron de mí cosas como… puta”), en el regreso de ayer, Cristina optó por un estilo definitivamente intimista y familiar. Desde una sala de estar de la Quinta de Olivos, y dejando bien en claro que quien gobernaba la cámara era su hija Florencia –“por algo es cineasta”–, Cristina agradeció “a todos y a todas” por el cuidado, la contención, la preocupación y los buenos deseos.