En la economía moderna, la competitividad de un país o una región dependen en gran medida de su capacidad de innovar. Hoy estamos observando cambios exponenciales, gracias al desarrollo de la inteligencia artificial, que están modificando en forma revolucionaria la forma de comunicarse, de relacionarse, de educar, de hacer negocios, de gobernar, de combatir la pobreza, de mejorar la salud. Hoy estamos asistiendo, tanto a nivel local como global, a un creciente interés por el fenómeno emprendedor, que ve al cambio como algo saludable y a la innovación como la forma de generar valor para la sociedad.
Los emprendedores innovadores juegan así un rol clave: crean trabajo, potencian y generan innovación y dan lugar a un cambio estructural en las industrias de la economía mundial. Transformándose en nuevos competidores, contribuyen indirectamente a potenciar la productividad, y así, actúan como catalizadores del crecimiento económico. El fenómeno emprendedor es siempre complejo y a la vez multifacético. Se podría definir como el paso de la incertidumbre al riesgo y del riesgo al valor; penetrar una densa niebla de incertidumbre para descubrir un camino exitoso, pero riesgoso, hacia un negocio sustentable.
Ser emprendedor es más bien una cuestión de “comportamiento” que de personalidad. La acción de los emprendedores tiene que ver con la “actitud”, y con los valores sociales y culturales que existen en una sociedad. Y está claro que los valores, las actitudes y los comportamientos pueden inspirarse y modificarse a través de la educación y la formación integral de las personas.