Las democracias de occidente han ido variando en los últimos años sus sistemas electorales para resolver diferentes situaciones que los viejos sistemas no contemplaban. Entre estos factores podemos mencionar la crisis de los partidos políticos históricos y la consecuente emergencia de nuevas fuerzas, la inclusión de minorías en la representación parlamentaria, la gobernabilidad cuando se producen escenarios de fuerte dispersión de las opciones que toma la ciudadanía, o la representación de regiones alejadas de los centros de poder.
Lo que se busca en el fondo con estas reformas es estabilizar los sistemas democráticos independientemente de los vaivenes económicos o sociales que atraviesan a las sociedades nacionales o locales.
En la moderna Constitución de la ciudad de Buenos Aires, a diferencia de la mayoría de los distritos provinciales del país, se contempla la figura del ballottage para resolver quién debe ocupar la Jefatura de Gobierno y la regla es que quien sea jefe de Gobierno debe recibir al menos la mitad más uno de los votos del total de los electores. Está claro que el objetivo de esta normativa es que quien conduzca el Poder Ejecutivo de la ciudad empiece su gestión con un amplio, aunque relativo, apoyo ciudadano. La primera opción de los votantes ya está reflejada en la composición de la legislatura porteña. Continuar leyendo