Todo indica que los resultados del domingo 6 de diciembre serán muy distintos a los que tradicionalmente estuvimos acostumbrados a recibir durante casi veinte años de historia venezolana. Las encuestas, más que los expertos, sorpresivamente nos madrugaron con indicadores que aunque se esperaban, no se creían. Las más conservadoras, incluso aquellas abiertamente pro-oficialistas, hablaban de un 15% de ventaja de la oposición sobre el chavismo, las más liberales de hasta el 30 por ciento.
Sin embargo, la mejor encuesta que podemos aplicar tiene dos variables a analizar. La primera es el propio pueblo y su realidad. En las calles se nota el descontento, la ansiedad, la falta de motivación, la incertidumbre. Un kilo de pollo es igual a un kilo de oro, un papel higiénico a una comida en el mejor restorán.
La muerte se relativizó, para el mayor pesar de los venezolanos. Si es rojo, blanco, amarillo, de este o aquel lugar, todo forma parte de los atenuantes o los agravantes en un país tan desigual que, aunque rico, está quebrado, con una estanflación alarmante que repite índices de pobreza y miseria que se vivieron en otros tiempos tan criticados por el propio chavismo. Continuar leyendo