Las cuentas también se cobran con votos

Vladimir Kislinger

Todo indica que los resultados del domingo 6 de diciembre serán muy distintos a los que tradicionalmente estuvimos acostumbrados a recibir durante casi veinte años de historia venezolana. Las encuestas, más que los expertos, sorpresivamente nos madrugaron con indicadores que aunque se esperaban, no se creían. Las más conservadoras, incluso aquellas abiertamente pro-oficialistas, hablaban de un 15% de ventaja de la oposición sobre el chavismo, las más liberales de hasta el 30 por ciento.

Sin embargo, la mejor encuesta que podemos aplicar tiene dos variables a analizar. La primera es el propio pueblo y su realidad. En las calles se nota el descontento, la ansiedad, la falta de motivación, la incertidumbre. Un kilo de pollo es igual a un kilo de oro, un papel higiénico a una comida en el mejor restorán.

La muerte se relativizó, para el mayor pesar de los venezolanos. Si es rojo, blanco, amarillo, de este o aquel lugar, todo forma parte de los atenuantes o los agravantes en un país tan desigual que, aunque rico, está quebrado, con una estanflación alarmante que repite índices de pobreza y miseria que se vivieron en otros tiempos tan criticados por el propio chavismo.

Por cierto, un chavismo que en sus bases reclama lo que tanto se le prometió, con un genuino “guayabo” por los ideales que recibieron del finado y que sienten que o no sirvieron para nada o que la propia dirigencia roja traicionó. La ineficiencia, la desidia y la indolencia se sienten incluso en las filas del partido de Gobierno, que se ha encargado de llevarse por delante a todo el que piense distinto, “pulverizándolo” al mejor estilo de las palabras de Hugo Chávez.

La gente está arrecha. No se cala más la humillación, así de sencillo. No se creen más el “Pero tenemos patria”, “Lo importante es mantener la revolución”, o el “Viviremos y venceremos”. Mucho menos el cuento de la guerra económica, de allí que el Gobierno en tan corto tiempo haya paneado mil y un escenarios de conflicto para tratar de distraer a la población de los verdaderos problemas del país.

El otro elemento tiene que ver justamente con las acciones del Gobierno de cara a lo inminente. Una clase gobernante obscena, sin pudor, que ha violado reiteradamente muy buena parte de las leyes venezolanas sin el menor temor a las consecuencias legales. ¿Todavía se preguntan si hay separación de poderes? Prensa Venezolana de Televisión (VTV) y respóndase.

Han violado sistemáticamente leyes tan sensibles como la propia ley anticorrupción, con el único fin de tratar de echarle una “ayudaíta” a sus candidatos que no reflotan ni anclándose a la imagen de un Chávez que luce cada vez más distante, casi como un opositor a las ideas y las acciones del Gobierno actual. Pero qué se hace, el finado escogió a su sucesor y la gente le creyó. Quemaron un cartucho que estoy seguro que no podrán volver a utilizar.

Con el desarrollo de la última campaña audiovisual del sistema de medios públicos, donde se dice que ni las pensiones, ni las casas, ni la comida, ni la seguridad serán garantizadas de ganar la oposición, cabe preguntarse: ¿Es que acaso estos elementos están garantizados en este momento? ¿De verdad al recibir su pensión con ese dinero puede comprar algo? ¿Puede hacer mercado? ¿Se siente seguro al salir a la calle? ¿Se siente seguro en casa?

Es muy claro, el tiempo se les acabó. Tuvieron 17 años para demostrar que tenían la razón, que el socialismo del siglo XXI era la vía alterna para un mundo pluripolar, que tendrían la capacidad para generar bienestar social en un marco de estabilidad, de coherencia económica, política, social, que el hombre nuevo sería el resultado de las nuevas doctrinas políticas, que usted y yo tendríamos un futuro seguro, junto a los nuestros.

No fue así. Punto. Ahora le toca el turno a otros jugadores, que cuenten con el apoyo de los venezolanos y a los que deseamos lo mejor en el cumplimiento de una tarea nada fácil: refundar un país que está en ruinas. De no hacerlo, seguro estaremos del otro lado haciendo la misma oposición de rigor, denunciando y exigiendo nuestros derechos, como lo hacemos en este preciso instante.