Fue en 1969 cuando un grupo de psicólogos sociales de la Universidad de Stanford inició lo que ha sido uno de los estudios más reveladores en cuanto al comportamiento humano, que desmoronó prejuicios y paradigmas que hasta el día de hoy son sostenidos por nuestro entorno.
En dicha oportunidad, el profesor Philip Zimbardo, junto a otros científicos, colocó dos vehículos del mismo color, año y modelo en dos lugares diametralmente distintos en el estado de Nueva York. Uno en una zona reprimida, con altos niveles de violencia y criminalidad y el otro en una zona exclusiva, donde los servicios públicos funcionan, donde hay seguridad y un nivel de vida más alto.
Como era de esperarse, el primer auto fue vandalizado en horas, mientras que el otro permaneció intacto. Hasta ese momento parecía que las premisas sociales se cumplirían: la educación y el nivel de vida eran determinantes para el comportamiento social. Sin embargo, los científicos fueron más allá y rompieron una ventana del auto ubicado en esta exclusiva urbanización para evaluar si el comportamiento se mantenía o no. El resultado fue más que revelador. Al igual que el primer objeto de estudio, la gente comenzó a destruir, robar, dañar el segundo vehículo, ese que parecía seguro por encontrarse en ese lugar privilegiado. Continuar leyendo