El kirchnerismo se dispone a dar pelea

Un planteo es creer que la sociedad argentina quiere un cambio total de las políticas de gobierno que en los últimos 11 años llevaron adelante Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Otro muy distinto es interpretar que el kirchnerismo en materia de gestión cuenta con el aval, directo o indirecto, de más de la mitad de los argentinos y que se necesita cambiar algunas decisiones y el estilo para que un candidato tenga posibilidades de triunfar en 2015, en nombre del Frente para la Victoria.

Al menos así se desprende de los resultados de la encuestadora Poliarquía, publicadas en el diario La Nación durante el fin de semana. En medio del descrédito de los consultores que vendieron su alma al diablo –desde los 90 hasta hoy en día- publicando encuestas intencionales e irreales para inclinar la balanza hacia algún candidato, vale aclarar que Poliarquía es una de las pocas empresas serias que quedan.

El trabajo arroja tres grupos muy interesantes: A)  El 12% se siente “muy identificado con la gestión K” y pide que “deberían continuar las políticas”; B) El 33 % de los consultados sostiene que “el kirchnerismo hizo en general una buena gestión pero cometió algunos errores”; C) Y el 21 % sostuvo que “le kirchnerismo hizo en general una mala gestión aunque consiguió algunos logros”.

De esos datos se proyecta una aceptación del kirchnerismo tal como está de solo un 12% pero si se corrigen algunos errores, ese número aumenta a un 45 por ciento. Incluso no se descarta que dentro del 21% que caracteriza de “mala” la gestión pero admiten “algunos logros”, alguien de esa franja no acompañaría a un candidato del Frente para la Victoria.

Mas aún, el 49% señaló que espera del próximo gobierno que cambie “algunas políticas”, mientras que el 18% consideró que debe mantenerse todo igual. No obstante, nuevamente, un 67 % está aceptando que se mantengan algunas políticas y otras no.

Esos guarismos, mas allá del margen de error, reflejan una situación inesperada para la opinión pública: el kirchnerismo no esta muerto sino que se dispone a dar pelea, seriamente.

Sin embargo, paradójicamente, el drama K no pasa por la opinión del electorado sino por una cuestión medular: no tiene ningún candidato puro, cien por ciento kirchnerista.

El dirigente mejor posicionado del oficialismo, Daniel Scioli, ante todo es peronista. El gobernador bonaerense ha sido leal al kirchnerismo como lo ha sido en otras instancias a Eduardo Duhalde y a Carlos Menem. Pero no es “ultrakirchnerista” como Sergio Urribarri o Agustín Rossi. Por eso no tuvo ningún empacho en asistir la semana pasada a la inauguración del Coloquio de empresarios organizado por IDEA en Mar del Plata, donde dijo valorar el rol de los hombres de negocio y de paso dejó en claro que es necesario “cuidar lo que hay que cuidar y corregir lo que hay que corregir”.

No es casual que el slogan de Scioli sea “Continuidad con cambios”, lo mismo que reclaman la mayoría en la encuesta de Poliarquía.

Esa foto de una película que recién culminará dentro de un año, refleja el voto conservador de los argentinos, siempre y cuando el final del mandato de Cristina Fernández no derive en una crisis realmente considerable.

Dentro de ese esquema, Mauricio Macri (PRO) es quien predica un cambio radical de paradigma, mas allá de sus dichos en torno a mantener medidas del gobierno kirchnerista como la asignación universal por hijo, la condición estatal de YPF o la ANSES. En ninguno de los sondeos, la expresión mayoritaria fue la de cambiar todo lo hecho hasta aquí. Ese podría ser un problema para el PRO.

Mas en sintonía está Sergio Massa (Frente Renovador), el otro candidato presidencial del terceto mejor posicionado. No obstante, Massa se superpone en el rol opositor con Macri –por eso ambos se disputan el respaldo de la UCR- y a su vez también se superpone con Scioli, ya que el ex intendente de Tigre fue funcionario del gobierno de Cristina Fernández y lleva la impronta del peronismo.

En esta primera etapa, la anticipada campaña electoral muestra a un Scioli hiperkirchnerista. ¿Será igual después de las PASO, en caso que gane las internas del Frente para la Victoria? ¿O allí la sociedad conocerá al Scioli que convoca a los peronistas disidentes a sumarse a su eventual gobierno; que se saque fotos con sus ex jefes políticos como Menem, Duhalde o Adolfo Rodríguez Saa; que se muestre con funcionarios del gobierno de EEUU y de Europa o con representantes de los organismos de crédito internacional; y que pose junto a los empresarios de la UIA, los banqueros y la Sociedad Rural?

Un análisis aparte merece el Frente Amplio Unen (FAU), un espacio de centroizquierda que hasta el momento ha perdido la batalla que ningún aspirante a gobernar el país puede darse el lujo de perder: la de la credibilidad. No es creíble que Julio Cobos, Hermes Binner, Elisa Carrió, Pino Solanas y Ernesto Sanz encierren una propuesta común cuando los seis meses de vida del frente estuvieron mas caracterizados por las discrepancias que por las coincidencias. Tampoco es creíble que un frente pueda gobernar un país cuando su núcleo, el radicalismo, cierra acuerdos para la foto no con el PRO o con el Frente Renovador sino directamente con los competidores de Unen, Macri y Massa.

De no variar el rumbo, el electorado afín al frente Unen se dividirá entre Massa, Macri y eventualmente Scioli. ¿Por qué? Ocurre que los tres candidatos, mas allá de su pertenencia y del lugar donde se paran respecto del Kirchnerismo, tienen, ideológica y políticamente, mas coincidencias que diferencias.

17 de octubre, ¿de cuál peronismo?

“El conductor político es un hombre, que hace por reflejo lo que el pueblo quiere”(…) “El conductor siempre trabaja para los demás. Jamás para él”. (Juan Domingo Perón-Revista Crisis 1974)

El próximo viernes el Día de la Lealtad peronista cumplirá 69 años. ¿Existe el peronismo como tal, aquel movimiento ideado por Juan Domingo Perón y eternizado por Evita? ¿O sólo tienen vigencia las corrientes políticas que en nombre de Perón y Evita montaron gobiernos personalistas y promesas electorales, incapaces de solucionar los problemas estructurales de la Argentina?

Está claro que el peronismo sigue vigente a través de los “ismos” que van protagonizando la historia hasta el día de hoy como el menemismo, el duhaldismo y ahora el kirchnerismo. Sin embargo, el peronismo en el que pensó Perón no ha tenido un correlato fiel en estas tres corrientes que mandaron en la Argentina en las últimas tres décadas.

“El peronismo es una cáscara vacía”, disparó en 2012 el entonces titular de la CGT, Hugo Moyano, cuando pegó el portazo del redil del kirchnerismo. Al margen de los motivos que lo llevaron a romper con el gobierno, sus palabras fueron escuchadas como una verdad por una parte de la dirigencia del PJ.

¿Por qué? Sencillamente porque el partido como tal, el Consejo Nacional Justicialista, ha dejado desde el 2003 de ser el partido del gobierno para ser un aliado de la Casa Rosada, sin poder de decisión, sin voz, sin debate, ni dinámica partidaria. Es un sello que integra el Frente para la Victoria.

Mas aún, en los primeros años ni Néstor Kirchner y menos Cristina Fernández, aludían a Perón y Evita o entonaban la mística marcha peronista. Recién en los últimos años, en cuentagotas, la mística pejotista pareció regresar.

El último capítulo protagónico del peronismo fue el Congreso de Parque Norte del 26 de Marzo de 2004 con el enfrentamiento entre Cristina Fernández y Chiche Duhalde, que marcó la ruptura entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde.

Desde el 10 de Julio de 1988, cuando Carlos Menem venció a Antonio Cafiero, que el peronismo no es testigo de una interna presidencial en la que el partido vota y elige a su candidato. En el 2003 hubo tres candidatos presidenciales peronistas: Menem, Kirchner y Adolfo Rodríguez Saa. Para las elecciones del 2015, tres de los principales aspirantes peronistas a la Casa Rosada van por distintas fuerzas: Daniel Scioli, Sergio Massa y José Manuel de la Sota.

Esta situación, en parte, sucede porque el peronismo se debe un debate y un aggiornamiento. De lo contrario, paulatinamente, tomará el camino de desmembramiento que comenzó desde el 2001 la Unión Cívica Radical.

No es posible que lo único que el pseudo peronismo de las últimas décadas aplicó, como si de eso se tratara la doctrina justicialista, fuera el clientelismo como única receta. ¿Es necesario recordar que Perón y Evita, en base a algunas propuestas del socialismo de Alfredo Palacios, no sólo hicieron respetar el derecho de los trabajadores sino que convirtieron al trabajo en un valor en sí mismo, por considerar que dignifica a las personas? Entonces, ¿por qué estas dos décadas de clientelismo, de menemistas y kirchneristas, desandando la cultura del trabajo?

Cualquier especialista sabe que los planes sociales y la ayuda a los mas necesitados debe ser transitoria y el gobierno debe ir reemplazándolos por puestos de trabajo, hasta que no quede ningún plan destinado a un jefe de familia o a un joven en condiciones de trabajar.

En nombre del peronismo se privatizaron los fondos de jubilados en AFJP y luego se volvieron a estatizar; se privatizó y se volvió a estatizar YPF; se establecieron “relaciones carnales” con Estados Unidos y se promovió la confrontación permanente con Washington; se prometió “mano dura” contra los delincuentes y se optó por una visión garantista incapaz de elaborar un plan integral para combatir la inseguridad.

La única coherencia es la larga lista de dirigentes actuaron tanto en el menemismo como en el kirchnerismo: Carlos Menem (es senador, votó muchas veces con el Frente para la Victoria y elogio el gobierno de Cristina Fernández), Néstor Kirchner (afirmó que Menem era “el mejor presidente desde de Perón”), Eduardo Duhalde, Aníbal Fernández, Roberto Lavagna, Felipe Sola, Oscar Parrilli, Miguel Angel Pichetto, Sergio Massa, Florencio Randazzo, Alberto Fernández, Carlos Reutemann, Carlos Tomada, José Pampuro, Daniel Scioli, etc, etc.

A tal punto el peronismo está desdibujado, que el año pasado el partido debió renovar de urgencia sus autoridades a nivel nacional y a nivel bonaerense, porque corrió el riesgo de perder la personería. ¿No es increíble?

Por eso no es casual que el debate interno, privado, enfrente hoy en el oficialismo a los peronistas ortodoxos con los ultrakirchneristas. Intendentes y gobernadores peronistas temen que la desidia de Cristina Fernández por establecer una estrategia electoral, haga rodar las cabezas de varios jefes territoriales del PJ. En tanto los ultrakirchneristas sólo están interesados en conservar poder mas allá de 2015.

Unos quieren encolumnarse detrás de Scioli, simplemente por ser el dirigente del oficialismo mejor posicionado para los comicios del 2015; otros pretenden que la Presidenta impulse un candidato ultrakirchnerista que desbanque a Scioli.

Lo concreto es que si el kirchnerismo logra establecerse como una alternativa política desde la oposición, luego del recambio de gobierno en 2015, el peronismo tradicional corre el riesgo de profundizar su desmembramiento. Para ese entonces, las siglas del PJ y la UCR serán sólo capítulos de la historia argentina.

Este panorama convierte al 17 de Octubre en una fecha desfasada del presente. El kirchnerismo se ha ocupado de que quede poco y nada del Partido Justicialista como tal.

¿Quién es el dueño del 30% K?

Mas allá del desprestigio de varios encuestadores que le han vendido su alma al diablo, despilfarrando la credibilidad que ostentaban en los 90 como gurúes de la política, las pocas mediciones serias que quedan coinciden en que el universo de votantes que aprueba la gestión de Cristina Fernández, que son kirchneristas o bien adhieren al modelo K ronda entre el 25 y el 30 por ciento del electorado.

En el mas acotado de los casos, estamos hablando de una cuarta parte de la sociedad, porcentaje que cualquier candidato desearía tener como base.

Ahora bien, aquel precepto utilizado tanto por el emperador romano Julio César como por Napoleón continúa vigente: “Divide y reinarás”.

Si los candidatos antikirchneristas son varios, ese 25 o 30 por ciento se hace fuerte, desequilibrante. Al menos por ahora, el PRO lleva a Mauricio Macri como candidato a presidente; el Frente Renovador a Sergio Massa; y el Frente Amplio Unen (FAU) a Hermes Binner o Julio Cobos. Cuatro partidos en pugna por el sillón de Rivadavia.

Volviendo al kirchnerismo, ¿quién será el dueño de esos votos?

En principio quien arranca en punta es Daniel Scioli, gobernador de Buenos Aires. En un escenario oficialista en el que la presidente Cristina Fernández no designó a nadie “su” candidato todavía, Scioli aparece a la cabeza de cualquier sondeo entre los postulantes del Frente para la Victoria. Es decir, supera por lejos a Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Sergio Urribarri, Anibal Fernández, Julián Domínguez o Jorge Taiana.

El sciolismo parte de esta cuenta. Si Scioli gana la interna del Frente para la Victoria, entonces ese 25 o 30 por ciento de votantes lo acompañará en las elecciones generales. Pero a ese porcentaje, Scioli, por su perfil mas amplio y con llegada a sectores que no son tradicionalmente kirchneristas, sumaría otros 5 o 6 puntos mas. Ergo, rondaría los 35 puntos que, por lo menos, lo ubicarían en un eventual ballottage.

Pero esa lectura es lineal. Varios dirigentes-candidatos del oficialismo, como Randazzo, Urribarri o Domínguez, consideran que la Presidente finalmente se inclinará por uno de ellos. De ser así, ¿Scioli seguirá siendo el mejor posicionado para las PASO del FPV o correría el riesgo de ser derrotado por el candidato de Cristina? En ese caso, ¿iría por afuera? Todo es posible, hoy.

Lo paradójico es que cualquiera de los otros candidatos presidenciales del oficialismo que no sea Scioli perdería con Macri, Massa, Binner o Cobos en un ballottage.

Es allí cuando se dispara la idea de que Cristina Fernández apostaría a perdedor y preferiría que gane un opositor para conservar el poder desde el peronismo y, quién sabe, volver en un próximo mandato como candidata o ser la madrina de ese “retorno” del kirchnerismo al poder.

El otro punto que concluyen las encuestadoras mas serias es que mas de la mitad del electorado no pretende un cambio radical en el país después del 2015 sino conservar lo que está bien y corregir lo malo. De esa manera, parece reflejarse una vez más el “voto conservador” que históricamente han tenido los argentinos siempre que una gestión no derive en una crisis.

Por eso, para el kirchnerismo la variable negativa es la economía. Con una inflación que no baja del 30 por ciento anual, con la merma del poder adquisitivo que se traduce en reducción del consumo, con situación conflictivas como las suspensiones y la falta de llegada de nuevas inversiones, será imposible para cualquier candidato que enarbole las banderas del kirchnerismo triunfar en las generales del 2015.

Mas aún. De agravarse la situación económica, la propia Cristina Fernández dejará el poder con serios cuestionamientos y una imagen muy deteriorada que la incapacitará, a la vista de la sociedad, para ser jefa de la oposición o pergeñar cualquier estrategia con el objetivo de regresar directa o indirectamente (a través de otro dirigente) al poder.