Cristina y Scioli, rivales en campaña

“Daniel Scioli es el mejor candidato para gobernar este país a partir de diciembre”, Cristina Fernández.

La frase nunca existió y, paradójicamente, hasta parece increíble que la Presidenta de la Nación pueda hacerla propia alguna vez, al menos de aquí hasta el 25 de octubre próximo, día de la elección general.

¿Por qué es poco factible que Cristina diga eso de Scioli? Se trata de la jefa de un proyecto, cabeza de una fuerza inexpugnable como el peronismo, que debería salir a defender, con uñas y dientes, y promover, con plenas convicciones a su candidato, su delfín.

Pero no. El larguísimo y errático discurso presidencial del jueves pasado dejó en evidencia que Cristina Fernández compite con Scioli, no lo considera ni su heredero ni su prolongación en el poder.

Días atrás, Scioli viajó a Tucumán para respaldar al por entonces candidato a gobernador por el oficiallismo, Juan Manzur, haciendo gala de un peronismo tradicional, pocas veces ejercido por Néstor y Cristina Kirchner.

“Manzur es el mejor candidato para gobernar Tucumán. Es el más preparado y la garantía para cuidar lo logrado”, exclamó Scioli del candidato, anoche, ganador de las elecciones provinciales. ¿Si Scioli dijo eso de “su” candidato, por qué Cristina no hace lo mismo con “su” candidato, Daniel Scioli?

En algún momento, experimentados dirigentes peronistas avalaban que la Presidenta no encumbrara a Scioli, porque eso significaría trasladarle por anticipado todo el poder, ante la posibilidad que llegue a la Casa Rosada, y autovaciándose de poder ella. Comprensible, en lenguaje político.

El libro “La silla del Aguila”, del mexicano Carlos Fuentes, le dedica un tramo importante de esa obra obligada del mundo político a describir cómo el poder puede escurrirse de las manos de un Presidente en el momento en que designa a su “delfín”, a su “sucesor”.

Ahora bien. Tras unas PASO en la que Scioli aventajó por 9 puntos al frente Cambiemos, que lleva como candidato a Mauricio Macri, lo cual si se repite significa un ballottage entre ambos y un futuro incierto para el peronismo-kirchnerismo, y faltando apenas dos meses para las elecciones presidenciales, ¿cuándo se supone que Cristina entronizará a Scioli? Quizás, nunca.

No sólo no defendió ni ordenó salir a defender a su candidato cuando la oposición aprovechó el error de Scioli  de viajar a Italia en medio de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires para atacarlo por todos los flancos, sino que ni siquiera enarbolo el “triunfo” de las PASO llamando a profundizar la tendencia y ganar en primera vuelta, sino que además, sigue gobernando como si su mandato no se terminara en diciembre.

¿O acaso el proyecto de ley que la Presidenta envía al Congreso para prohibir la venta de las acciones del Estado en las empresas energéticas y de servicios públicos, salvo que haya una aprobación de los dos tercios del Poder Legislativo, fue consensuado con Scioli? De ninguna manera.

El compañero de fórmula de Scioli, Carlos Zannini, también dejó en claro que responde a la Presidenta y no al candidato presidencial del Frente para la Victoria. De otra manera no podría explicarse su desaparición en medio de la lógica embestida opositora contra el gobernador bonaerense. ¿Por qué Zannini no salió a poner la cara por Scioli?

Todos estos interrogantes responden, ni mas ni menos, a que Cristina Fernández comete en plena campaña el sincericidio de dejar en claro que Scioli es su candidato por conveniencia, para intentar la supervivencia del kirchnerismo como tal. No por otra cosa.

No obstante, el PJ –gobernadores e intendentes- ya están alineados detrás de Scioli, tenga un perfil ultrakirchnerista o peronista ortodoxo. Como dijo alguna vez el intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, cuando en una reunión privada Florencio Randazzo, por entonces precandidato presidencial, comenzó a hablar loas del modelo y de la necesidad de fortalecer el proyecto nacional y popular: “Florencio, de qué proyecto me hablás, nosotros queremos ganar las elecciones”.

Sin embargo, no es casual que Scioli haya mantenido en los últimos días una maratón de reuniones con intendentes bonaerenses, luego de advertir que en muchos municipios, los jefes comunales obtuvieron mas votos que el candidato presidencial.

En el inicio del año electoral, se esperaba que quien traccionara votos para las arcas de los candidatos a gobernador bonaerense e intendentes fuera Scioli y no al revés. ¿Qué sucedió en el medio? Lo que en un principio pareció ser la “unidad” finalmente entre el PJ tradicional y el kirchnerismo gobernante, no es tan así.

¿Jugarán los intendentes para sí, dejando de lado al candidato presidencial? No parece lógico, aunque ese fue el reflejo de las PASO.

La máxima conductora del kichnerismo, Cristina, hasta ahora ha dado muestras que con el sciolismo tiene apenas algunas cosas en común. Por eso no fue casual que el búnker de Scioli en la noche del “triunfo” en las PASO, en el Luna Park, no contara con el colorido festejo de La Cámpora, sino más bien con dirigentes y militantes K, mezclados con Moria Casán.

Nisman, una muerte que nada cambió

La muerte del fiscal Alberto Nisman, luego de denunciar a la presidenta Cristina Fernández de presunto encubrimiento de los iraníes sospechados de haber llevado a cabo el atentado contra la AMIA en 1994, no cambió nada, no resultó un punto de inflexión y no generó un antes y un después en la realidad argentina. Ni siquiera influyó, al parecer, en la campaña electoral.

A casi tres meses del fallecimiento del funcionario judicial, no sólo se desconoce si se trató de un suicidio o de un asesinato, sino que la denuncia que realizara sobre el Gobierno nacional está a punto de desvanecerse y sólo queda la pelea entre su ex esposa, la jueza Sandra Arroyo Salgado y la fiscal Viviana Fein, las fotos de Nisman “de la noche porteña” y un oscuro personaje como Diego Lagomarsino.

El super fiscal nombrado por Néstor Kirchner en el 2004 con la venia de la comunidad judía local e internacional, para llevar adelante las investigaciones por la causa AMIA tenía contacto directo con la embajada norteamericana y, por ende con el gobierno de los Estados Unidos y la CIA; las entidades judías, o sea con el gobierno de Israel y el Mossad; la ex SIDE a través del agente que dispuso en su momento Kirchner para que lo “ayudara” en su investigación, Antonio Stiuso.

Ese Nisman, simplemente, con todos esos “contactos”, un día denunció a la máxima autoridad del gobierno nacional bajo el conocimiento, obviamente, de EE.UU y la CIA; Israel, las entidades judías y el Mossad; de la Side y Stiusso; y probablemente del propio gobierno nacional. Esa denuncia, sobre la que todos estaban al tanto y nadie hizo nada para detenerlo si es que era tan pobre y vacía de argumento como se dedujo luego, fue presentada judicial y mediáticamente, provocando un terremoto político el 14 de enero.

Cinco días después, este  super fiscal, el del paraguas de contactos políticos y de inteligencia del más alto nivel mundial, simplemente aparecía muerto. Un suicidio sospechoso, mas cerca de un “asesinato” mafioso, según se ocuparon de plantearlo la presidenta Cristina Fernández, los medios locales e internacionales y, ahora, la ex esposa que comanda la querella por parte de las hijas y la madre de Nisman. ¿Y los contactos tan relevantes que tenía?¿Ninguno de ellos sabe cómo murió?¿Ninguno de ellos supo brindarle seguridad? Y la denuncia, de la que todos estaban la tanto, ¿tan ligeramente dejaron que la presente y tan ligeramente esos “contactos” dejaron que se desvaneciera, y ninguno la defiende?

Muchas preguntas. Ninguna respuesta.

Pero lo que es mas llamativo, quizás mas para un análisis sociológico que para un artículo periodístico, es que la muerte de Nisman, mas allá de quién era el fiscal y qué había hecho por la causa AMIA, allá por el verano parecía que iba a constituirse post mortem en el pilar de una nueva Argentina, en un punto de inflexión en lo que respecta a la Justicia, los valores, las instituciones de la República y la democracia. No ha servido para nada.

Ni siquiera el caso Nisman alcanzó a incidir en la campaña electoral, ya sea a favor de la oposición o del kirchnerismo, según la óptica de quien lo analice. Con un escenario político polarizado entre el postulante oficialista Daniel Scioli y el opositor Mauricio Macri, con un Sergio Massa en un peldaño mas abajo, ninguno de los tres candidatos capitaliza o se ve afectado por el caso Nisman.

La marcha del 18F, la multitudinaria manifestación civil por el esclarecimiento de la muerte de Nisman, bajo la lluvia y dejando la foto de miles de paraguas que caminaban hacia la Plaza de Mayo, llegó a ser comparada por algunos sectores minúsculos con la Revolución de Mayo o una suerte de Cabildo Abierto. Un mes y medio después, podríamos decir que fue un dato de color. Poco más.

¿Estamos tan mal como sociedad o como país, en cuanto a valores, instituciones, derechos, que en nada ha incidido el supuesto asesinato de un fiscal de la Nación?

Cuando ocurrió la tragedia de Cromañón, el 30 de diciembre de 2004, no sólo le costó el puesto al jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra, sino que cambiaron las reglas y exigencias para el funcionamiento de los locales bailables y de recitales. Nada, obviamente, a la hora de recordar las 194 muertes, los 1400 heridos y las múltiples responsabilidades. Pero hubo un saldo como consecuencia del reclamo social y mediático.

Cuando ocurrió el asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, el 25 de enero de 1997, se suicidó el empresario Alfredo Yabrán, presuntamente implicado en el homicidio. En tanto los integrantes de la banda “Los Horneros” fueron condenados, Horacio Braga, José Auge, Sergio González y Héctor Retana, así como Gregorio Ríos, jefe de la custodia de Yabrán, y los policías Sergio Camaratt, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo. Producto de un reclamo social y mediático.

¿Cuál es el saldo por la muerte de Nisman? Todavía es largo el camino judicial. Pero tal como está planteado, probablemente la sensación sea “aquí no ha pasado nada”, mas allá del reclamo social y mediático, que llegó a su techo y desciende cada día.

La esperanza amarilla

Mauricio Macri se ha convertido en la sorpresa política de las últimas horas al pasar, por primera vez desde el inicio temprano de la campaña pre-electoral, al primer lugar de preferencias de los votantes de acuerdo a dos sondeos de las encuestadoras mas serias que quedan en el mercado.

Tanto las consultoras Managment & Fit como Poliarquía han coincidido, con diferencias en los guarismos, en que Macri se ha posicionado respecto de los otros dos dirigentes peronistas en el primer lugar de las preferencia de los votantes, llevando alarma a los bunkers de Scioli y de Massa. Mientras M & F otorga un rango de Macri 28, Scioli 24 y Massa 19, Poliarquía acorta las ventajas entre uno y otro pero mantiene el mismo orden.

El caso Nisman, tanto la denuncia del fiscal contra la presidenta Cristina Fernández como su muerte, claramente fue capitalizado por el líder del PRO ante el oficialismo y ante Massa, su inmediato contrincante.

¿Qué significa esto? En primer lugar, las distancias entre los candidatos siguen siendo mínimas y pueden revertirse de aquí a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) que se celebrarán en agosto. Pero el efecto de la “pole position” de Macri por primera vez puede aumentar los márgenes.

El ecuatoriano asesor del PRO, Jaime Durán Barba, parece no haberse equivocado cuando le recomendó al jefe de Gobierno porteño que focalizara su discurso en una alternativa, no solo al gobierno de los Kirchner sino al peronismo. Por eso, Macri se cansó de denunciar que el peronismo ya tuvo muchas décadas en el poder e hizo las cosas mal, que es necesario un cambio de rostros, darle la oportunidad a otros.

¿Estará dispuesto a votar el electorado nacional por un cambio?¿O se impondrá finalmente el voto conservador argentino, de cambiar pero no mucho?¿Qué pasará con el voto peronista, hoy dividido entre oficialistas y opositores?

Los distintos sondeos podrían terminan polarizando las elecciones entre Macri y Scioli. Ocurre que Massa, competidor directo del referente del PRO por el liderazgo opositor, tiene la desventaja del armado territorial que no le permite consolidar su imagen en algunos distritos claves y, en esa disputa, Macri mantiene una leve ventaja.

Los sondeos de opinión no llegaron a contemplar el efecto que puede causar, sobre todo en la provincia de Santa Fe, uno de los cuatro principales distritos electorales del país, la flamante incorporación al proyecto “Macri 2015” de Carlos “el Lole” Reutemann.

Reutemann aún tiene ascendente en tierra santafesina y en el electorado peronista y agropecuario. Su respaldo a Macri no sólo implica casi un cheque en blanco para que Miguel del Sel sea el próximo gobernador de Santa Fe de la mano del PRO y secundado por un dirigente radical; también aportará votos a nivel nacional ya que seguro formará parte de la boleta “Macri Presidente, Reutemann senador nacional”. El “Lole” era un dirigente que Massa quería, incluso, como su compañero de fórmula.

Pero el efecto Macri podría ser similar al de una bola de nieve. En Mendoza irá en alianza con el radical Alfredo Cornejo, en un acuerdo que selló el actual titular de la UCR Nacional, Ernesto Sanz. En Córdoba establecerá una alianza con Luis Juez y un sector del radicalismo encabezado por Oscar Aguad para que, junto al macrista Héctor Baldassi, intente arrebatarle la gobernación al candidato de José Manuel de la Sota o generar una ola macrista en esa provincia.

En Capital Federal, el triunfo del PRO es prácticamente inobjetable, aunque la duda es si el sucesor será del riñón del macrismo, con Horacio Rodríguez Larreta o si finalmente Gabriela Michetti impondrá la fuerza de los votos. Mientras que en la provincia de Buenos Aires, la principal deficiencia del macrismo, la idea sería mantener a María Eugenia Vidal pero sustentada en la imagen que Macri tiene en territorio bonaerense.

A la luz de los últimos movimientos, el crecimiento de Macri podría llegar a forzar dos situaciones: a) que el radicalismo finalmente se incline por una alianza con el PRO, al igual que ya lo selló Elisa Carrió o bien que otorgue libertad de acción y, quizás, pueda conformar una fórmula presidencial con algún dirigente de peso del partido centenario como Ernesto Sanz; b) Que Scioli comience a diseñar una estrategia para, en caso de ir a un balotaje con Macri, captar el voto peronista, desmarcándose, una vez que gane las internas del Frente para la Victoria, del kirchnerismo de paladar negro.

Scioli tiene todavía una carta importante, que es el peronismo y su estructura nacional, siempre y cuando logre hilvanar el ala kirchnerista con el peronismo ortodoxo, en gran parte antikirchnerista, pero que, pragmático, irá detrás de quien tenga chances de llegar al poder y mantener su status quo.

De consolidarse la tendencia marcada por las últimas encuestas, será necesario seguir de cerca los pasos tanto de Massa como del resto del Frente Amplio Unen (Pino Solanas, Hermes Binner, Margarita Stolbizer) porque en sus movimientos podrían residir el  crecimiento o no del jefe de gobierno porteño como “el candidato opositor” en las instancias decisivas de las elecciones.

¿La esperanza amarilla o la ola naranja? Hacia ese callejón parece encaminarse, sólo por ahora, la alternativa electoral.

El kirchnerismo se dispone a dar pelea

Un planteo es creer que la sociedad argentina quiere un cambio total de las políticas de gobierno que en los últimos 11 años llevaron adelante Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Otro muy distinto es interpretar que el kirchnerismo en materia de gestión cuenta con el aval, directo o indirecto, de más de la mitad de los argentinos y que se necesita cambiar algunas decisiones y el estilo para que un candidato tenga posibilidades de triunfar en 2015, en nombre del Frente para la Victoria.

Al menos así se desprende de los resultados de la encuestadora Poliarquía, publicadas en el diario La Nación durante el fin de semana. En medio del descrédito de los consultores que vendieron su alma al diablo –desde los 90 hasta hoy en día- publicando encuestas intencionales e irreales para inclinar la balanza hacia algún candidato, vale aclarar que Poliarquía es una de las pocas empresas serias que quedan.

El trabajo arroja tres grupos muy interesantes: A)  El 12% se siente “muy identificado con la gestión K” y pide que “deberían continuar las políticas”; B) El 33 % de los consultados sostiene que “el kirchnerismo hizo en general una buena gestión pero cometió algunos errores”; C) Y el 21 % sostuvo que “le kirchnerismo hizo en general una mala gestión aunque consiguió algunos logros”.

De esos datos se proyecta una aceptación del kirchnerismo tal como está de solo un 12% pero si se corrigen algunos errores, ese número aumenta a un 45 por ciento. Incluso no se descarta que dentro del 21% que caracteriza de “mala” la gestión pero admiten “algunos logros”, alguien de esa franja no acompañaría a un candidato del Frente para la Victoria.

Mas aún, el 49% señaló que espera del próximo gobierno que cambie “algunas políticas”, mientras que el 18% consideró que debe mantenerse todo igual. No obstante, nuevamente, un 67 % está aceptando que se mantengan algunas políticas y otras no.

Esos guarismos, mas allá del margen de error, reflejan una situación inesperada para la opinión pública: el kirchnerismo no esta muerto sino que se dispone a dar pelea, seriamente.

Sin embargo, paradójicamente, el drama K no pasa por la opinión del electorado sino por una cuestión medular: no tiene ningún candidato puro, cien por ciento kirchnerista.

El dirigente mejor posicionado del oficialismo, Daniel Scioli, ante todo es peronista. El gobernador bonaerense ha sido leal al kirchnerismo como lo ha sido en otras instancias a Eduardo Duhalde y a Carlos Menem. Pero no es “ultrakirchnerista” como Sergio Urribarri o Agustín Rossi. Por eso no tuvo ningún empacho en asistir la semana pasada a la inauguración del Coloquio de empresarios organizado por IDEA en Mar del Plata, donde dijo valorar el rol de los hombres de negocio y de paso dejó en claro que es necesario “cuidar lo que hay que cuidar y corregir lo que hay que corregir”.

No es casual que el slogan de Scioli sea “Continuidad con cambios”, lo mismo que reclaman la mayoría en la encuesta de Poliarquía.

Esa foto de una película que recién culminará dentro de un año, refleja el voto conservador de los argentinos, siempre y cuando el final del mandato de Cristina Fernández no derive en una crisis realmente considerable.

Dentro de ese esquema, Mauricio Macri (PRO) es quien predica un cambio radical de paradigma, mas allá de sus dichos en torno a mantener medidas del gobierno kirchnerista como la asignación universal por hijo, la condición estatal de YPF o la ANSES. En ninguno de los sondeos, la expresión mayoritaria fue la de cambiar todo lo hecho hasta aquí. Ese podría ser un problema para el PRO.

Mas en sintonía está Sergio Massa (Frente Renovador), el otro candidato presidencial del terceto mejor posicionado. No obstante, Massa se superpone en el rol opositor con Macri –por eso ambos se disputan el respaldo de la UCR- y a su vez también se superpone con Scioli, ya que el ex intendente de Tigre fue funcionario del gobierno de Cristina Fernández y lleva la impronta del peronismo.

En esta primera etapa, la anticipada campaña electoral muestra a un Scioli hiperkirchnerista. ¿Será igual después de las PASO, en caso que gane las internas del Frente para la Victoria? ¿O allí la sociedad conocerá al Scioli que convoca a los peronistas disidentes a sumarse a su eventual gobierno; que se saque fotos con sus ex jefes políticos como Menem, Duhalde o Adolfo Rodríguez Saa; que se muestre con funcionarios del gobierno de EEUU y de Europa o con representantes de los organismos de crédito internacional; y que pose junto a los empresarios de la UIA, los banqueros y la Sociedad Rural?

Un análisis aparte merece el Frente Amplio Unen (FAU), un espacio de centroizquierda que hasta el momento ha perdido la batalla que ningún aspirante a gobernar el país puede darse el lujo de perder: la de la credibilidad. No es creíble que Julio Cobos, Hermes Binner, Elisa Carrió, Pino Solanas y Ernesto Sanz encierren una propuesta común cuando los seis meses de vida del frente estuvieron mas caracterizados por las discrepancias que por las coincidencias. Tampoco es creíble que un frente pueda gobernar un país cuando su núcleo, el radicalismo, cierra acuerdos para la foto no con el PRO o con el Frente Renovador sino directamente con los competidores de Unen, Macri y Massa.

De no variar el rumbo, el electorado afín al frente Unen se dividirá entre Massa, Macri y eventualmente Scioli. ¿Por qué? Ocurre que los tres candidatos, mas allá de su pertenencia y del lugar donde se paran respecto del Kirchnerismo, tienen, ideológica y políticamente, mas coincidencias que diferencias.

¿Quién es el dueño del 30% K?

Mas allá del desprestigio de varios encuestadores que le han vendido su alma al diablo, despilfarrando la credibilidad que ostentaban en los 90 como gurúes de la política, las pocas mediciones serias que quedan coinciden en que el universo de votantes que aprueba la gestión de Cristina Fernández, que son kirchneristas o bien adhieren al modelo K ronda entre el 25 y el 30 por ciento del electorado.

En el mas acotado de los casos, estamos hablando de una cuarta parte de la sociedad, porcentaje que cualquier candidato desearía tener como base.

Ahora bien, aquel precepto utilizado tanto por el emperador romano Julio César como por Napoleón continúa vigente: “Divide y reinarás”.

Si los candidatos antikirchneristas son varios, ese 25 o 30 por ciento se hace fuerte, desequilibrante. Al menos por ahora, el PRO lleva a Mauricio Macri como candidato a presidente; el Frente Renovador a Sergio Massa; y el Frente Amplio Unen (FAU) a Hermes Binner o Julio Cobos. Cuatro partidos en pugna por el sillón de Rivadavia.

Volviendo al kirchnerismo, ¿quién será el dueño de esos votos?

En principio quien arranca en punta es Daniel Scioli, gobernador de Buenos Aires. En un escenario oficialista en el que la presidente Cristina Fernández no designó a nadie “su” candidato todavía, Scioli aparece a la cabeza de cualquier sondeo entre los postulantes del Frente para la Victoria. Es decir, supera por lejos a Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Sergio Urribarri, Anibal Fernández, Julián Domínguez o Jorge Taiana.

El sciolismo parte de esta cuenta. Si Scioli gana la interna del Frente para la Victoria, entonces ese 25 o 30 por ciento de votantes lo acompañará en las elecciones generales. Pero a ese porcentaje, Scioli, por su perfil mas amplio y con llegada a sectores que no son tradicionalmente kirchneristas, sumaría otros 5 o 6 puntos mas. Ergo, rondaría los 35 puntos que, por lo menos, lo ubicarían en un eventual ballottage.

Pero esa lectura es lineal. Varios dirigentes-candidatos del oficialismo, como Randazzo, Urribarri o Domínguez, consideran que la Presidente finalmente se inclinará por uno de ellos. De ser así, ¿Scioli seguirá siendo el mejor posicionado para las PASO del FPV o correría el riesgo de ser derrotado por el candidato de Cristina? En ese caso, ¿iría por afuera? Todo es posible, hoy.

Lo paradójico es que cualquiera de los otros candidatos presidenciales del oficialismo que no sea Scioli perdería con Macri, Massa, Binner o Cobos en un ballottage.

Es allí cuando se dispara la idea de que Cristina Fernández apostaría a perdedor y preferiría que gane un opositor para conservar el poder desde el peronismo y, quién sabe, volver en un próximo mandato como candidata o ser la madrina de ese “retorno” del kirchnerismo al poder.

El otro punto que concluyen las encuestadoras mas serias es que mas de la mitad del electorado no pretende un cambio radical en el país después del 2015 sino conservar lo que está bien y corregir lo malo. De esa manera, parece reflejarse una vez más el “voto conservador” que históricamente han tenido los argentinos siempre que una gestión no derive en una crisis.

Por eso, para el kirchnerismo la variable negativa es la economía. Con una inflación que no baja del 30 por ciento anual, con la merma del poder adquisitivo que se traduce en reducción del consumo, con situación conflictivas como las suspensiones y la falta de llegada de nuevas inversiones, será imposible para cualquier candidato que enarbole las banderas del kirchnerismo triunfar en las generales del 2015.

Mas aún. De agravarse la situación económica, la propia Cristina Fernández dejará el poder con serios cuestionamientos y una imagen muy deteriorada que la incapacitará, a la vista de la sociedad, para ser jefa de la oposición o pergeñar cualquier estrategia con el objetivo de regresar directa o indirectamente (a través de otro dirigente) al poder.