La guerra de los vice

El cierre para la presentación de las listas de las fórmulas presidenciales y precandidatos a diputados y senadores nacionales, gobernadores en 11 provincias y al Parlasur, dejó expuesta la realidad de cada una de las fuerzas políticas por la manera en que designaron a los aspirantes a la Vicepresidencia de la Nación.

En primer lugar, el máximo exponente de ese cargo, el actual vicepresidente Amado Boudou, a partir del 11 de diciembre será un ciudadano mas, sin fueros que le sirvan de paraguas ante el granizo de imputaciones judiciales –la mayoría de ellas vinculadas a casos de corrupción- que caerán sobre sus espaldas.

Boudou tiene doble procesamiento –causa Ciccone y por los papeles irregulares de un auto Honda- pero está en lenta marcha la denuncia en su contra por enriquecimiento ilícito, la acusación mas evidente y que será todo un desafío para el vicepresidente, ya que los bienes a su nombre y a nombre de sociedades atadas a él, de ninguna manera –según la denuncia- podrían haber sido adquiridas con los sueldos percibidos como titular de Anses, ministro de Economía y finalmente vicepresidente.

Quienes aspiran a sucederlo, fueron designados en distintas circunstancias, lo que de alguna manera refleja el rol que cada uno de ellos tendrá en las PASO de agosto, en las elecciones de octubre y, uno de ellos, a partir del 10 de diciembre, ocupando el segundo cargo mas relevante de la Nación.

En el caso del oficialismo, el Frente para la Victoria, el candidato presidencial Daniel Scioli no eligió a su compañero de fórmula sino que, diplomáticamente, Cristina Fernández se lo impuso, como era de esperar y en ejercicio de su poder. Mas allá que desde el sciolismo insistieron en que fue Scioli quien eligió a Carlos Zannini, está claro que la decisión sobre la designación del “Chino” surgió de la jefa de Estado.

La estrategia de designarle un compañero de fórmula a Scioli y presentarlo como que quien la eligió es el actual gobernador no es nueva, ocurrió dos veces antes del nombramiento de Zannini. En el 2007, cuando Kirchner eligió a Scioli para la gobernación bonaerense, le ofreció la candidatura a vice a Alberto Balestrini, para que luego Scioli relatara un supuesto ofrecimiento. Mas evidente aún fue el caso de Gabriel Mariotto, a quien Cristina nombró en el 2011 y se lo notificó a Scioli, que estuvo un día entero sin confirmarlo, como una manera de manifestar su desagrado por el compañero de fórmula. En el caso de Zannini, idem.

Pero lo que muestra la designación de Zannini es el interés del kirchnerismo y de Cristina Fernández por “asegurar” que el proyecto K no se desvíe si Scioli llega a la Casa Rosada. Con la presencia del vice y con el Congreso nacional y algunos funcionarios de segunda y tercera línea en el Estado copados por La Cámpora, el kirchnerismo pretende establecer un “cepo” alrededor de Scioli.

La designación de Gabriela Michetti como vice de Mauricio Macri, quien si bien irá a internas contra Ernesto Sanz (UCR) y Elisa Carrió (Coalición Cívica) la ventaja a su favor es contundente, se dio en otro contexto. Si bien el secretario de Gobierno porteño Marcos Peña cumplía con los requisitos de un dirigente del PRO puro, leal y muy cercano en la confianza de Macri, la designación de Zannini junto a Scioli obligó a los hombres de Bolivar 1 a elegir a alguien que, además, pudiera sumar votos propios.

Michetti no llegaba con los antecedentes de “lealtad” a Macri, ya que había rechazado dos ofrecimientos de su jefe político: como candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires en 2013 y como postulante a vice a principio de año, decisión que la llevó a competir en la interna por la jefatura de gobierno porteño y, ante el desaire, Macri apoyó a Horacio Rodríguez Larreta, quien la derrotó.

Sin embargo, Michetti tiene un nivel de conocimiento nacional a diferencia de Peña, lo que ante el complejo escenario “triunfalista” y de fortaleza del kirchnerismo, obligó al PRO a elegirla como acompañante de Macri.

Distinta fue la situación del vice de Sergio Massa. Hasta el año pasado, el ex intendente de Tigre, vencedor de las elecciones legislativas del 2013 podía optar entre los principales dirigentes del país para designar a su compañero de fórmula. Sin embargo, una serie de “errores”, como él mismo definió, tanto en el armado político, como en la lectura del escenario electoral y en la comunicación, lo llevaron a caer en las encuestas a un cómodo tercer lugar.

Ese panorama cambió la visión de muchos dirigentes que se “peleaban” en otro tiempo por ser el vice de Massa. El propio Roberto Lavagna se negó a acompañar el titular del Frente Renovador en las PASO de Agosto.

Massa empezó a tener inconvenientes para encontrar una figura que le aportara votos y tuviera un alto nivel de conocimiento. La imposibilidad de encontrar ambos valores en una misma persona lo llevó a ofrecerle la vice al electo intendente de Salta, Gustavo Saénz.

Saénz, que sólo le aporta a Massa la representación de una parte del Norte argentina pero nada más, sabe que si no llega a la Presidencia igual podrá asumir la conducción de la capital salteña a partir de diciembre.

Algo similar ocurrió con la elección del compañero de fórmula de Margarita Stolbizer en el frente Progresistas. La jefa del partido GEN ofreció la candidatura a vice al saliente gobernador de Santa Fe, el socialista Antonio Bonfatti; al sindicalista de la CTA Autónoma, Pablo Micheli; y al titular de la Coalición Cívica, Pablo Javkin, con igual resultado: todos la rechazaron.

Finalmente, “Margarita” encontró a su compañero de ruta en el sindicalista cordobés Miguel Angel Olaviaga, subsecretario adjunto de la Federación Argentina de empleados de Comercio y Servicios (FAECYS) que a nivel nacional preside Armando Cavalieri.

Si el Frente para la Victoria gana en octubre, el vicepresidente será una cuña del kirchnerismo en un gobierno sciolista; si vence Macri, Michetti será una extensión del poder presidencial del PRO;  si ganara Massa, Saénz sería un apéndice del titular del Ejecutivo; y si triunfara Stolbizer, la dirigente tendría un brazo sindical de origen peronista en la vicepresidencia.

Macri arrancó primero en la campaña

“Hoy Mauricio empezó realmente la campaña presidencial y arrancó en punta”, reflexionó un encumbrado asesor macrista, en medio del alborotado festejo del PRO en Costa Salguero.

Macri golpeó primero en esta disputa de a tres por el sillón de Rivadavia que han propuesto junto a Daniel Scioli (FPV) y Sergio Massa (FR) y que tendrá su primera final en Agosto, con las PASO de los postulantes presidenciales y la segunda en octubre, en las elecciones generales.

Macri aprobó la última materia que le faltaba para recibirse como el líder del PRO: la de imponer un candidato y que este triunfe, pese a que a primera vista Horacio Rodríguez Larreta corría muy detrás de Gabriela Michetti.

“No tenía otra salida que apostar a Horacio, no solo porque es la continuidad sino porque Gabriela proponía un neomacrismo peligroso”, sostiene un funcionario del gabinete de la Ciudad, para justificar que Macri haya apostado públicamente por Rodríguez Larreta en detrimento de Michetti.

Con la resolución de la interna del PRO en la Ciudad a su favor, Macri termina con una serie de problemas hacia dentro, que también comprendían a la provincia de Córdoba, donde el viernes pasado consiguió presentar la fórmula a la gobernación que pretendía: el radical Oscar Aguad, acompañado por el macrista Héctor Baldassi. A ello se suma Luis Juez candidato a senador y Ramón Mestre, que irá por la reelección de la intendencia de la capital cordobesa.

Con la Ciudad y Córdoba resueltas; Santa Fe encaminado con su candidato Miguel del Sel, si es que el escrutinio final no da ninguna sorpresa de mal gusto; y Mendoza casi ganado junto a los socios radicales que llevan a Alfredo Cornejo a la gobernación, Macri se liberó de los problemas internos para encarar la campaña presidencial. Y lo hizo nada menos que con un volumen de votos en la Ciudad, apenas unos puntos por debajo de un triunfo en primera vuelta el 5 de julio próximo.

Podría decirse que, en el primer tramo de la maratón que tiene como meta la Casa Rosada, Macri terminó primero.

Tras asimilar el aforismo político de que “a veces hay que tragarse algunos sapos”, Scioli puso el rostro para acompañar a Mariano Recalde, a quien algunos funcionarios como Aníbal Fernández sindicaron como el joven que había logrado recuperar el segundo lugar en la ciudad para el Frente para la Victoria, cuando en realidad el kirchnerismo salió tercero.

Pero el problema del kirchnerismo no muere en un festejo demasiado anticipado. El problema de las huestes de Cristina Fernández es que es probable que el 19 por ciento obtenido por el partido sea el techo y que nadie de otra fuerza traslade sus votos a Recalde.

La perspectiva de ECO, en cambio, es que Martín Lousteau puede seguir creciendo a expensas del voto de Gabriela Michetti, por ejemplo. Aunque con repetir la performance de ayer, Lousteau estaría compitiendo en un ballottage con un ganador casi seguro, más allá de la diferencia de votos, como Rodríguez Larreta.

Mientras, el otro presidenciable, Massa, dejó en soledad a su candidato, Guillermo Nielsen, que no alcanzó el 1,5 por ciento de los votos, y negó al candidato presidencial del Frente Renovador de un delfín en la Ciudad. Para colmo, Massa había apostado su poco capital porteño a que Michetti le ganara a Rodríguez Larreta y así socavar la candidatura de Macri. Tampoco ese ardid le salió bien.

Lousteau y Zamora, dos agradables sorpresas

Con su segundo lugar, Lousteau dio la primera sorpresa. Basó su campaña en la discusión y la crítica constructiva con el PRO, en función de propuestas o gestión, nunca en términos ni ideológicos ni personales-despectivos. Aprovechó su capacidad pedagógica para llegar a los porteños e incursionó en recursos tecnológicos como un video en Internet sobre el estado de algunos hospitales porteños después de recorrer la ciudad en la bicicleta tan marketinera de la gestión PRO.

Pausado, paciente y racional, Lousteau le dio nuevos aires a la disputa política.

La segunda sorpresa fue el eterno dirigente de izquierda Luis Zamora. Prácticamente no se lo vio en ningún programa de TV, ni en radio ni en medios gráficos, así como tampoco se percibieron afiches suyos empapelando alguna calle porteña. Una de las pocas imágenes de Zamora fue repartiendo volantes son su propuesta en la calle Florida o en alguna otra intersección medianamente transitada.

El anti-candidato mediático fue uno de los dos dirigentes de izquierda –la otra fue Myriam Bregman del Frente de Izquierda (FIT)- que logró romper la barrera del 1,5 por ciento de los votos. No sería extraño que Zamora aumente considerablemente su intención de voto, ahora que el electorado porteño cree que el PRO, de la mano de Rodríguez Larreta, se encaminará hacia un inevitable triunfo en julio.