Corría fines de la década del ’90, cuando el entonces presidente de la AFA, Julio Humberto “El Padrino” Grondona, concurría por enésima vez a la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados para participar de un debate sobre la violencia en el fútbol.
En esa oportunidad, los legisladores tensaron el ambiente y se mostraron incisivos con el mandamás del fútbol, acorralándolo con preguntas osadas como quiénes “bancaban” o “protegían” a los barrabravas. Hasta que El Padrino del Fútbol se cansó:
- ¿Cuántos empleados hay en esta casa que pertenecen a las barrabravas? –preguntó Grondona y las quejas se acallaron automáticamente.
¿Causa realmente sorpresa que se registre un hecho de violencia en un Boca-River o en cualquier partido de fútbol? ¿Asombra a alguien que muera un hincha de fútbol en un enfrentamiento entre barrabravas de clubes rivales o del mismo club por negocios sucios? ¿Es noticia la complicidad delictiva entre gobiernos/dirigentes políticos o sindicales-barrabravas-Presidentes del Clubes-Policía? Lamentablemente no, porque el fútbol es un negocio espurio. Continuar leyendo