Podés pensar distinto a Durán Barba

El sábado pasado salió publicada en La Nación una entrevista a Jaime Durán Barba que levantó una polvareda. Picante, irreverente, con algunas definiciones políticas interesantes que creo merecen algún comentario o respuesta.

El primer punto que me llamó la atención es que plantea que “el 80% de la gente odia a la ideología”. Precisando que en una encuesta reciente ante la pregunta “¿Usted se interesa mucho, algo o no le interesa nada la política? (respondieron) se interesa mucho por la política, 18%. Se interesa algo 30%. Y a los demás no les interesa para nada”. Contraria a la conclusión de Jaime diría que al menos un 48% se interesa algo por la política.

Sin embargo, para comenzar la polémica, creo que “la gente” no odia la ideología, en todo caso odia que se le hable en un lenguaje que no comprende o de cosas que no le interesan (además la pregunta habla sobre el interés en política). La ideología va mucho más allá de un conjunto de definiciones políticas, es el conjunto de valores y creencias que nos permiten a cada comprender nuestra realidad. Es el sistema operativo bajo el cual operan las personas. Todos tenemos ideologías más allá de que seamos o no capaces de definirla.

En segunda instancia, Durán Barba plantea que el PRO es un partido de nueva izquierda. Entiendo que esto es más una provocación que una precisión. Dudo que se refiera por “nueva izquierda” a la corriente ideológica que durante los 60 y 70 en EEUU se asociaba a la lucha “anti-establishment” con una estética contracultural o a su expresión inglesa signada por un revisionismo marxista. Para sostener su definición dice que “es un partido totalmente inclusivo, respetuoso. Hay armenios, judíos, islámicos en las listas. (…) Hay respeto total a los homosexuales.” ¿Eso es la nueva izquierda? Creo que lo que quiso decir es que no es un partido conservador.

Dudo que la definición de Durán Barba haya sido inocente. Es una persona sumamente formada y que maneja un gran volumen de información. La pregunta es “por qué” Jaime anima una definición de ese tipo. La oferta electoral o posiciones políticas suelen explicarse a partir del teorema del votante mediano. El votante mediano es un sujeto que divide al electorado a la mitad. Hay tantos votantes de un lado como del otro en torno al conjunto de variables bajo análisis. Ese votante define al “centro” político.

Todos los candidatos presidenciables suelen aspirar al votante mediano que concentra a su alrededor al grueso electoral. La definición de Jaime Durán Barba nos ofrece dos indicios: a) la mayoría de los electores se identifican más con “la izquierda” que con “la derecha” (corriendo el “centro” hacia la izquierda); b) el PRO debe ser identificado aún por algunos sectores como de derecha (construcción que se ha instalado más por insistencia mediática que por algún sustento empírico sobre el análisis de la gestión).

Voy arrimar alguna definición sobre la ideología del PRO. En mi experiencia en el frente me he cruzado tanto con gente de centroizquierda y de centroderecha. La verdad es que si tuviéramos que definir una ideología a partir de quienes integran al universo PRO tendríamos un problema. Si miramos la gestión tampoco podríamos sacar una conclusión acerca de si es de izquierda o de derecha. Mauricio Macri suele sostener: “¿el Metrobús es de derecha o de izquierda?”

El foco está puesto en brindar soluciones a los ciudadanos. Es una estructura política de servicio. Más allá de que el PRO no posee una ideología definible “a priori”, existe un paraguas contenedor que representa la ideología de base sobre la cual se dialogan las diferencias que contiene el espacio: el New Public Management.

El NPM es una corriente modernizadora que busca generar una gestión eficiente y eficaz al servicio de las necesidades reales de los ciudadanos. Busca poner al Gobierno al servicio del ciudadano. Buscando así disminuir el daño que le genera al contribuyente la ineficiencia y la corrupción. Cambiando así al rol del Estado.

Peter Drucker, uno de los mayores especialistas en administración, sostuvo que el management es hacer las cosas correctamente y liderar es hacer lo correcto. Quienes integramos Unión PRO partimos con ventaja por tener el ojo puesto en la gestión, pero tengamos siempre presente que toda decisión contiene ideología y liderar implica ponerla en práctica.

¿Liberales de izquierda?

El liberalismo es una corriente política tan rica y diversa que sus expresiones llegan incluso a contradecirse. Quisiera dedicar algunas líneas para responderle a Alberto Benegas Lynch (h) por su nota “Liberales de izquierda,” donde intenta dar cuenta de esta escuela de pensamiento y creo deja margen para algunas explicaciones adicionales.

“Al final, ¿qué es ser un liberal?” así se llama la nota de Mario Vargas Llosa que procura responder la pregunta afirmando, entre otras cosas, que “para los liberales no hay verdades reveladas. La verdad es, como estableció Karl Popper, siempre provisional, sólo válida mientras no surja otra que la califique o refute”. Sin entrar en el debate epistemológico que nos habilita Popper, quisiera hacer énfasis en la demanda de humildad que se nos exige por ser portavoces de esta escuela que se hizo grande dudando de los postulados absolutistas y mediante la búsqueda insistente de las luces con una finalidad clara: la búsqueda de la felicidad. Smith mismo planteaba que “ninguna sociedad puede prosperar y ser feliz si en ella la mayor parte de los miembros es pobre y desdichada”.

Rodolfo Alonso en Página/12 recuerda la afirmación de León Trotsky: “El liberalismo fue, en la historia de Occidente, un poderoso movimiento contra las autoridades divinas y humanas, y con el ardor de la lucha revolucionaria enriqueció a la vez la civilización material y la espiritual”. En síntesis: contrahegemónicos. Fuimos los impulsores de un marco de oportunidades para todos aquellos dispuestos a trabajar promoviendo el intercambio de ideas y la multiplicidad de perspectivas. Habíamos logrado soñar un sistema que creciese a partir de las diferencias.

La pretensión de las luces pronto se encontró con las pasiones humanas y los sistemas pensados para promover la diversidad se convirtieron en bastiones conservadores de oligarquías. No lograron adaptarse a tiempo a las demandas sociales y pusieron al liberalismo de espaldas a los ciudadanos protegiendo intereses sectoriales. Renegaron de la inclusión política y la seguridad y permitieron que el populismo ganase terreno levantando reclamos sociales mientras impulsaba modelos económicos ineficientes o autodestructivos. La miopía conservadora dio lugar a la emergencia de los demagogos.

Los costos que algunos pueden estimar como ineficiencia, otros consideramos que son las condiciones de posibilidad para la existencia de una democracia republicana y liberal sostenible en el tiempo. Todo sistema político posee costos de transacción asociados en función de la cantidad de personas que posean capacidad de veto o voto. Cuanto más atomizado esté el poder, será mayor la cantidad de personas que habrá que satisfacer para sostener determinado esquema normativo.

Considerar que las normas jurídicas se sustentan mediante algún mecanismo mágico ajeno a la voluntad popular o mayoritaria es una ilusión o un deseo. En una democracia, las reglas de juego se sustentan logrando el apoyo de la mayoría de los sufragantes o actores. Es el desafío de los liberales compatibilizar las ideas de la libertad con propuestas viables que permitan la transición hacia modelos cada vez más eficientes que garanticen el máximo de felicidad para las personas con la menor cantidad de fuerza posible.

Mario Vargas Llosa

Es cierto que la libertad es indivisible: la libertad económica sin libertad política es inviable y viceversa. Una sociedad que no le permita a sus ciudadanos elegir su propio camino a la felicidad e internalizar los beneficios de sus decisiones acertadas fomenta el statu quo. También es cierto que si no garantizamos las condiciones suficientes para que las personas puedan competir pronto nos quedaremos sin libertad. No es menor que algunos de los liberales más políticamente exitosos como Erhard en Alemania hayan apostado a pensar un modelo que compatibilizara el bienestar para todos con un esquema de incentivos basado en la competencia, la libertad de elegir y la búsqueda de la estabilidad sistémica. No reniego de que existe una tensión inevitable que vuelve inestable al sistema político y que siempre hay riesgos latentes, pero así es la política. Hay que construir y renovar los consensos diariamente.

Creo en el mote de liberal de izquierda como forma de diferenciarse de ese liberalismo que tiene todas las respuestas, dogmático, que puede tomar decisiones y juicios morales en abstracto. En una entrevista del filósofo Luis Diego Fernández a Guy Sorman, el autor francés plantea justamente que “el liberalismo es una visión experimental de la vida, es una filosofía que no pertenece a un partido político ni a un líder”. Casualmente plantea que “En el caso de la Argentina, trato de convencer a los jóvenes que dejen de leer a esos intelectuales liberales latinoamericanos bizarros y manipuladores. No sé de dónde viene eso, quizá de la influencia del catolicismo, de ahí viene el dogmatismo”.

Prosigue: “¿Cuál es el régimen político que ayuda a la prosperidad y felicidad de la gente? No es una aproximación doctrinal sino experimental, ver qué funciona y qué no funciona. No hay liberalismo doctrinario, no partimos de un libro sino de la realidad”.

Han cuestionado el rigor científico de esta escuela diciendo que no posee una autonomía sustancial respecto al liberalismo y que sólo enfatiza ciertos aspectos. Sin embargo, esos aspectos entiendo son suficientes para marcar una diferencia. La característica fundamental del liberalismo de izquierda es su posición crítica ante el pensamiento dogmático, la apertura a las verdades contradictorias que aparecen en la visión de Isaiah Berlin o del último Rawls. Le sumaría como característica adicional que piensa al poder y lo incluye en su análisis. Eso hace inevitable que se piense en la libertad positiva, en sus límites, su alcance y sus riesgos.

La libertad es inestable y conflictiva. Es una búsqueda constante que debemos emprender a diario en nuestro interior y que luego debemos llevar con la humildad de quien porta creencias y verdades parciales al debate político. Sin embargo, no debemos confundir humildad con vergüenza o temeridad, aspiremos a tener la mayor solidez posible para impulsar un sistema que conjugue felicidad, bienestar, perdurabilidad y libertad.